Cap: 8 Una mente criminal

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Horas más tarde, El trío de policías dejó las pruebas en el laboratorio y llegó hasta la casa del profesor Eduard.

Aquella vivienda era una casa bastante enorme para ellos, pero pequeña para un animal del tamaño de los osos. Las escaleras de la entrada lucían de un rojo descolorido por el sol. Y el porche se encontraba en unas condiciones no muy favorables.

Sabiendo que Edward vivía solo; Nick, Judy y Richard se inquietaron al ver la puerta. Unas marcas en la cerradura daban indicio de que la habían forzado, por lo que Nick al mover el pomo y ver que estaba abierta, procedió a sacar su arma tranquilizante al mismo tiempo que Judy mientras entraban despacio.

—Esto pinta mal Judy. —Dijo Nick preparándose.

—Cúbreme. —respondió ella en lo que empujaba la puerta y alzaba su arma.

Mientras, detrás de ella estaban los dos vulpinos con sus armas desenfundadas preparados para lo peor.

—¡ZPD!. —Gritó Judy alerta hacia las escaleras de arriba. — ¡Arriba las manos!

Nadie respondió y el equipo prosiguió a registrar toda la casa.

La casa estaba hecha un desastre. Todos los cajones de los muebles estaban abiertos o tirados por los suelos, los colchones rajados y otra serie de muebles rotos o tirados en el piso.

Richard siguió a Judy que subía con el arma hacia arriba siguiendo el rastro de hojas y otros utensilios tirados en los escalones.

—¡¿Hay alguien?! ¡Si es así no se mueva!

Nick prosiguió abajo, buscando entre el baño y la cocina.

Por toda la casa, el caos estaba desperdigado. En la cocina incluso se encontraban toda clase de herramientas de cocina tirados con algunos cajones arrancados.

—¡Despejado! —Gritó Wilde mirando hacia arriba sin guardar su arma.

Judy siguió el desastre hasta la habitación donde se encontraba un escritorio con un ordenador desmantelado.

—¡Maldición! —Gritó Hopps.

—Parece que alguien más a estado aquí. —respondió Richard perplejo.

Judy guardó su arma y fue en busca de Nick, que daba vueltas con el arma absorto por el caos con las orejas gachas y notando la tensión en su respiración.

—Despejado arriba. —Dijo la coneja bajando las escaleras.

—¡Uff! Menos mal —repuso Nick guardando el arma.

—Parece que alguien se nos adelantó Nick. Habrá que llamar a científica para inspeccionar todo esto.

—¿Qué crees que ha pasado aquí?

—¡No lo se! —negó Hopps. —Pero no creo que sea una casualidad.

Judy agarró su radio y llamó a central.

—Agente Hopps a central, cambio.

—¡Hola Judy! ¿Qué tal todo? —Respondió la alegre voz de Clawhauser al otro lado.

—Nick y yo nos encontramos en la casa de Edward Bright. Necesito que científica venga aquí ya mismo. La han desmantelado.

—(Ñom ñom. Glub.) —Se escuchaba al otro lado.

—¿Es... ¡¿Estas comiendo?!

—Perfdona. Ñom ñom. Efque no he desayunado. —le dijo Clawhauser.

—¡Clawhauser no estoy para bromear! ¡Esto parece un código 6! ¡Necesito a científica ya!

Clawhauser terminó de tragar y continuó.

Zootrópolis. La Amenaza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora