Cap 10 Cabos sueltos

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Después de lo ocurrido en el edificio, el maloliente cerdo acabó en una sala de interrogatorio.

Como era costumbre, Nick y Judy permanecían con él, aunque con dificultad. El ambiente al estar ese animal ahí encerrado durante unos minutos se volvía insoportable y el hedor de aquel animal, que sudaba a la misma velocidad que un chorro de agua del grifo, empujaba a nuestros agentes a mantener ciertas distancias.

—¡No pueden retenerme aquí! ¡yo no he hecho nada!— gritó el cerdo una vez la pareja se colocó a dos metros de él al otro extremo de una mesa.

—¿Ah no? —Dijo Judy con dificultad al respirar. —¿Por qué entonces tenemos su huella en la escena del crimen?

—¿¡Y a mí qué rábanos me cuenta?! ¿¡dónde está mi abogado?!

—De camino. —Habló Wilde alterado. —Pero no creo que su abogado le saque de esta amigo. Teniendo una huella en la escena, podemos posicionarlo. Y si podemos hacer eso...

—Es que realmente estuvo allí. —terminó Judy sonriendo al zorro.

—¡Mentira! —Reafirmaba el cerdo, malhumorado. —¡Me han traído aquí solo porque les ha dado la gana! ¡¿Qué huella tienen para retenerme aquí?!

En ese momento, el astuto zorro arrastró por la mesa una bolsa que contenía la colilla encontrada en aquel despacho el día anterior y dijo.

—Supongo que la reconoce ¿no?

—¡Pero si yo no fumo! —replicó el animal.

Judi apoyándose en la mesa y mirándolo fijamente le respondió.


—¿Ah no? ¿Entonces me está diciendo que esa colilla no es ni siquiera del tipo de marca que la que encontramos en su casa cuando le arrestamos ¿no?

El cerdo estaba cada vez más tenso. Su cuerpo empezaba a temblar y sólo esperaba desesperado a que apareciera su abogado para sacarlo de aquello.

—¡Ya se los he dicho! —dijo el cerdo golpeando con una pata la mesa. —¡Yo no tengo nada que ver y no me van a oír decir lo contrario!

Al terminar, se cruzó de brazos dejando claro que no hablaría. No sin que su abogado estuviera presente.

Wilde y Hopps se miraron y optaron por levantarse y salir de la habitación para idear un plan y también respirar.

Judy mientras recogía la carpeta que estaba sobre la mesa le respondió.

—Muy bien señor. Como usted lo prefiera. volveremos cuando quiera colaborar.

Wilde recuperó la bolsita con la colilla y ambos agentes salieron de la sala para encontrarse con Richard que los esperaba.

—¿Y bien? —Preguntó el expectante —¿Ha dicho algo?

—No. —se quejó Judy cabizbaja. —Ese animal no va a hablar sin su abogado. No vamos a lograr sacarle nada.

Richard se apoyó nuevamente en una pared con las orejas gachas.

—Ohh... ¡Que faena! Tenemos que sacarle mas que sea algo.

Nick mientras miraba al zorro albino comentó desganado.

—Sí mostrando la prueba y haciéndole ver de que no tiene escapatoria se niega, no sé qué podemos hacer.

Ambos, continuaron discutiendo el asunto sin lograr ningún resultado. Aquel cerdo jugaba bien sus cartas. Era evidente que se hacía el tonto, no saldría una confesión ni ninguna otra pista si no se encontraba la forma de obligarlo.

Un par de minutos más tarde, Clawhauser, acompañado de un alce trajeado con un maletín en la mano y gafas modernas, llegaron al pasillo saludando a los otros tres agentes.

—¡Hey chicos! Ha venido un abogado. supongo que tendrá que hablar con vosotros. ¿No? —dijo Clawhauser presentando al mismo.

—Si. Dijo Judy. —¿Es usted el abogado del señor Matias?

—En efecto señorita Hopps. —Respondió el alce con tono de superioridad. —Matias Brook es mi cliente. El cual han retenido en contra de su voluntad con una orden de arresto que he encontrado un tanto improcedente, por no decir impulsiva. ¿Donde se encuentra?

—Está arrestado. —dijo Hopps desconfiada señalando la puerta de la sala de interrogatorio. —Tenemos pruebas que sitúan a su cliente en una escena de un crimen y...

El abogado la interrumpió levantando la mano en señal de stop.

Zootrópolis. La Amenaza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora