Clarke Griffin

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Todo comenzó la fría mañana del 12 de febrero. Era un día especial, y no solo porque era mi decimonoveno cumpleaños.

Llevaba ya tres años saliendo con mi novio Finn. Si, Finn Collins, uno de los delincuentes más famosos del país. Con tan solo 21 años, Finn había conseguido robar, estafar, engañar... Y todo eso sin que la policía lo hubiera descubierto.
Siempre que ejecutaba un delito, conseguía huir de la policía y cambiarse la identidad para no ser descubierto. Todo un genio.

Volviendo al día de mi cumpleaños. Cómo he dicho era un día especial. Finn me propuso hacer algo que nunca había hecho. Me propuso participar en uno de sus atracos. Un atraco que llevaba meses preparando con cautela. Tenía absolutamente todo pensado, los movimientos de la policía controlados exquisitamente.
Si, se podría decir que era el atraco perfecto.

Yo siempre había sido una chica buena, nunca me había metido en ningún lío y mucho menos en un atraco como ese.
Pero no sé si fue por la perfección del plan, un plan en el que nunca nos pillarían. O simplemente estaba ciega de amor y decidí aceptar sin pensar en las consecuencias.

El día llegó. Si, el día del atraco lo íbamos a hacer el mismo día de mi cumpleaños. Finn era muy cabezón y se había empeñado en hacerlo ese día.

Todo estaba preparado, todo estaba planeado. Tenía que salir bien.

Finn me explicó una por una todas las instrucciones y sin más rodeos, nos pusimos manos a la obra.

Entramos en el banco con armas en las manos, asustando a todos los empleados a los que en unos minutos, les teníamos capturados como rehenes. Rápidamente entramos en las cámaras y empezamos a llenar bolsas y bolsas de dinero.

Dinero dinero dinero... La locura que puede desatar en la mente humana algo tan insignificante como un trozo de papel... Pero no es un simple trozo de papel, todos lo sabemos, todos sabemos el valor que tiene... No nos engañemos, todos lo queremos...

El plan estaba saliendo perfecto. Sabíamos todos los movimientos de la policía, estaba todo calculado y eso hacia que tuviéramos ventaja sobre ellos. Cada segundo era esencial.

Y sí, como he dicho antes mi novio era todo un genio, un puto genio. Salió bien. Salimos del banco con el dinero y nos mentimos en una furgoneta. Ahora tocaba huir.

Finn sacó de la guantera una botella de champán. Lo habíamos logrado. Habíamos salido del banco antes de que la policía llegara con nada más y nada menos que 11 millones. 11 millones de euros que eran nuestros. Solo nuestros.

Pero mi sorpresa llegó cuando me dijo que eran para mí. Que todo ese jodido dinero era para mí, acompañado de un "Feliz cumpleaños".

Nos dimos cuenta de que la policía nos seguía por detrás, entramos en una carretera de montaña y tuvimos que reducir un poco la velocidad debido a las curvas.

Pero nos daba igual, nos daba igual que la policía nos estuviera pisando los talones porque sabíamos que lo conseguiríamos. Porque era un plan perfecto, ideado por un chico perfecto.

Reímos, brindamos y nos besamos. Yo estaba feliz. No todos los días la persona que amas te regala 11 millones de euros por tu cumpleaños. No, no es lo abitual.

Todo estaba saliendo según el plan, en unas horas, habríamos despistado a la policía y para cuándo se dieran cuenta, todo habría acabado, porque estaríamos en la otra punta del mundo disfrutando de la vida. Los dos juntos. Siempre juntos.

Pero a veces, las cosas que piensas que son las más insignificantes, al final puede ser la más cruciales.

Algo tan insignificante como que un ciervo que cruce la carretera, como que Finn gire el volante para no atropellarlo y como mirar de nuevo al frente y sentir que el tiempo se congela mientras ves como un coche viene de frente hacia tí.
Milésimas de segundo en las que se te corta la respiración, en las que el corazón te deja de latir y en las que ráfagas de recuerdos de toda tu vida se cruzan en tu mente.

Giras la cabeza y te encuentras con su mirada. Un último "te quiero" y justo después un gran estruendo que te deja sorda. Empiezas a dar vueltas, a chocarte con las paredes. Solo oyes un pitido.

Entonces todo deja de moverse. Miras a tu alrededor. Fuego, sangre, luces, sirenas. Y le ves a él. Sin vida.

Ves como entra la policía. Quieres huir pero eres incapaz de moverte. Su mirada perdida está ahí, clavándose en la tuya.

Sientes un metal frío rodeándote las muñecas. La policía te ha esposado y te pone contra la pared mientras te grita tus derechos. Pero no lo oyes, te da igual. Todo se ha acabado. Ya no hay vuelta atrás. Que injusto. Si justamente en ese segundo nada hubiera pasado...

Que caprichosa es la vida. Piensas que todo va a ir bien. Piensas que todo está de tu lado. Confías en él. Le amas.
Pero de repente te golpea la realidad como un coche que se choca contra el tuyo mientras vas a 140 km por hora...

Y aqui estoy ahora. Atrapada. Encerrada entre rejas y muros.
Finn tenía razón... Cada segundo es crucial... Que tontería ¿No? Un puto segundo. Un insignificante segundo que cambió mi vida para siempre.

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Cárcel: ARKADIA JAIL
Nombre: Clarke Griffin.
Edad: 19 años.
Condena: 8 años.
Delitos: Robo y asalto con arma de fuego.

Delitos: Robo y asalto con arma de fuego

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ENTRE REJAS | clexaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora