Capítulo 24

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Clarke se acercó a la puerta, respiró ondo, se peino un poco con los dedos de la mano y se alisó el uniforme amarillo. Dió dos sutiles toques a la madera y abrió la puerta al oír a una voz en su interior que la invitaba a pasar.

La rubia entró en la sala, cerró la puerta y se quedó unos segundos observando el elegante despacho.

-Señorita Griffin, por favor siéntase.- Pidió la directora Becca al otro lado de la mesa.
La presa obedeció y se sentó en la cómoda silla mientras disfrutaba un poco de la decoración y el olor del despacho. Lo echaba de menos, en la cárcel todo era frío y oscuro, nada acogedor.

La mujer carraspeó haciendo que Clarke prestara toda su atención en ella. Era una mujer alta con un vestido rojo a juego con su pintalabios y el pelo recogido meticulosamente.

La directora removió algunos documentos que tenía encima de la mesa ojeandolos por encima. -Al parecer has solicitado un tercer grado. ¿Me equivoco?

La rubia asintió con la cabeza. -Bien.- Continuó la mujer cogiendo uno de los informes y leyéndolo con más cautela. -Veamos que tenemos por aquí...- Se quedaron en silenciosamente unos segundos hasta que la mujer volvió a hablar sin apartar la vista de su lectura. -Al parecer has tenido una buena conducta desde el suceso nocturno que ocurrió con uno de nuestro compañeros... -Clarke apretó los puños al recordar al cerdo de Bellamy. -Has cumplido tu castigo en aislamiento y has participado en trabajos de limpieza de las instalaciones.- Clarke sonrió levemente recordando la guerra de pintura con Lexa.

-Y al parecer has participado impidiendo la fuga de dos presas avisando a la policía. Interesante...

Clarke sonrió imaginándose la cara de sorpresa de su madre cuando la viera. Estaba deseando salir de allí y abrazarla con todas sus fuerzas. Por fin la vería. Por fin iba a poder ser libre aunque fueran sólo unas horas a la semana.

-Lo siento Griffin pero no puedo concederla un permiso penitenciario.- La sonrisa de Clarke se borró rápidamente de su rostro. -¿Qué? ¿Cómo que no?

La mujer dejó el papel y se inclinó hacia ella apoyándose en la mesa mirándola con superioridad. -¿Cómo sabemos nostros que de verdad hiciste eso y no fue todo una farsa?

Al oír eso Clarke se quedó de piedra, ¿De verdad no la creían? ¿Lo había arriesgado todo para nada? -¿Una farsa? ¿De verdad cree que es una farsa salir de la celda con líquido tóxico, meterse por un conducto de ventilación, dejar inconsciente a todos los funcionarios incluso matar a uno de ellos y meterse en la sala de mandos para abrir todas las puertas?

-¿Tiene alguna prueba de todo aquello?- La retó la directora. -¿Porque que yo sepa, todas las cámaras dejaron de grabar justo en ese momento?

Clarke se quedó sin palabras, atónita de que no la estuvieran creyendo.

-Lo siento Griffin pero sin pruebas gráficas que respalden su azaña no podemos solicitar un tercer grado al juez.

A la rubia la salía humo de las orejas. -Increible...- Se levantó de la silla enfadada. -He arriesgado mi vida para  ayudar a la policía... ¡La mitad de las presas me quieren muerta por lo que he hecho!- Gritó.

-Ese es SU problema.- Contestó la directora remarcando esa palabra. -Lo siento pero no puedo ayudarla.

Clarke se armó de furia. -Suficiente que no añadamos a tu informe que te encontramos fuera de tu celda.- Continuó Becca. -Si de verdad necesita el tercer grado, dejé el teatro y haga trabajos de mantenimiento donde veamos que realmente su comportamiento esta evolucionando. Ahora por favor vuelva a su módulo.- Ordenó.

Clarke se quedó paralizada por todo aquello. Todo lo que había hecho no había servido para nada. Se quedó sin palabras, sin saber que decir ni que recriminar.

Un funcionario entró en la sala y la agarró del brazo sacándola del despacho mientras la directora dibujaba una bonita y fingida sonrisa haciendo que la rubia se enfadara aún más y se tragara todas sus palabras para no explotar y lanzarse a por ella.

Clarke suspiró y caminó entre las celdas despacio asimilando la charla que acaba de tener mientras se sentía observada por la atenta mirada de todas las presas que ya sabían perfectamente lo que había pasado la noche de la fuga. ¿Por qué todo la salía tan mal? ¿Por qué tenía tan mala suerte?

***

Lexa  estaba tumbada boca arriba en la cama de aislamiento mientras lanzaba su pelota de tenis hacia arriba para luego volver a atraparla y lanzarla de nuevo. Suspiró aburrida y se incorporó sentándose con las piernas cruzadas apoyándose en la pared. Había pasado una semana desde que la había metido en el agujero y no había podido quitarse a Clarke de la cabeza. A veces se sorprendía a si misma al ver la dependencia que tenía con la rubia pero era incapaz de olvidar la noche con ella en el vestuario. Gracias a ella por fin había podido liberarse un poco, haber llorado todo lo que nunca había llorado y haberse desahogado de esa forma.

De repente el ruido de la puerta abriéndose interrumpió sus pensamientos. Clarke apareció por la puerta con una bandeja de comida.

-¿Clarke? ¿Que estás haciendo aquí?

La rubia sonrió al ver como la cara de Lexa se había alegrado al verla. -Te traigo la comida.- Dijo acercándose y sentándose a su lado en la cama. -Tengo que hacer trabajos en la cárcel si quiero salir de aquí.

-¿No te han dado el tercer grado?- Preguntó Lexa sorprendida.

La rubia negó con la cabeza sin ganas.

-Lo siento.

Clarke analizó a Lexa con la mirada. Llevaba el pelo recogido con una coleta mal hecha y vestida con el uniforme negro que indicaba que era una presa peligrosa. -No entiendo cómo me has perdonado...

Lexa sonrió y se tumbó en la cama, agarró a Clarke atrayéndola haciendo que la rubia quedará tumbada encima  y terminado cara a cara la una con la otra mirándose a los ojos. -Porque te quiero.- Susurró antes de chocar sus labios con ímpetu.

Clarke los recibió con gustó abriendo su boca y sintiendo como las piernas de Lexa la rodeaban. La rubia bajó hasta el cuello de la castaña dejando húmedos besos en su piel mientras oía los leves gemido de la mayor. Había descubierto que ese sonido emitido por la castaña quería escucharlo el resto de su vida.

Lexa metió su mano por el uniforme de la rubia y acarició con sus fríos dedos la columna de Clarke provocando unos escalofrío en ella que acabaron en forma de suspiros.

De repente un funcionario abrió la pesada puerta haciendo que las dos chicas se asustan y Clarke cayera al suelo.

Monty entró en la sala confuso. -¿Clarke qué haces en el suelo? Solo tenías que traer la comida.

-Yo...- Clarke observó a Lexa que se había tapado la boca aguantando la risa. -Estoy haciendo una revisión...

-¿Revisión?

-Si... Ya sabes... Por si las presas esconden algún tipo de arma debajo de la cama...

Monty asintió un poco perdido pero lo dejó pasar. -Bueno pues sal de aquí, te necesitan en la enfermería.- El funcionario salió de la sala.

Clarke se levantó sonriente mientras Lexa rompía en una carcajada. -Me tengo que ir.- Dijo Clarke dándola un último beso. Se separó y la miró a los ojos sonriente mientras Lexa dibujaba un puchero. La rubia la acarició la mejilla. -Yo también te quiero.

ENTRE REJAS | clexaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora