—Yo debería irme —dije casi en un susurro, intentando incorporarme.
Finn, Nick, y Wyatt intercambiaron miradas. Ya había paso mucho rato, y no sabía la hora con exactitud; sólo sabía que era tarde porque el cielo ya se había ensombrecido.
—Jack —me dijo Finn—. ¿Podrías darme el número de tu mamá?
—¿Para?
—Pues para hablar con ella. Escucha, no considero que estés en condiciones de salir ahorita para tu casa.
—Y yo no puedo ir a dejarte porque mis padres llegarán en cualquier momento, y papá va a ocupar el auto —recalcó Nick.
—Yo creo que debes quedarte; al menos por hoy —habló Wyatt—. El té y las pomadas tardarán un poco en hacer efecto; necesitas descansar.
—Puedo irme solo.
—Estás muy tonto si piensas que voy a dejarte ir en ese estado, jovencito —advirtió Finn, imitando el tono de voz de una madre regañona a lo que yo sonreí con suavidad.
Pero entonces recordé lo aterradora que se pone mamá cuando llego tarde a casa, y la sonrisa se me esfumó. No quería descubrir cómo se pondría si ni siquiera llegaba.
—Yo no puedo quedarme.
—A ver, párate —me ordenó.
Hice caso, y me puse de pie. Sentí que todo dentro de mí se retorcía y me lastimaba; no pude estar ni tres segundos parado porque mis piernas temblaron y me desplomé.
Finn corrió para sostenerme antes de que mi cuerpo impactara con el suelo, y yo lo agradecí demasiado.
—Estás hecho un desastre. Definitivamente no te vas.
Yo no pude contradecirlo. Mi dolor me debilitaba al grado de ni siquiera poder ponerme a discutir en ese instante.
—¿Tomaste el té que hice?
—Sí —dije y luego con la mirada le indiqué a Wyatt dónde estaba el vaso vacío.
El de cabellos dorados se paró y caminó hasta donde dicho objeto se encontraba.
—Lo llevaré al lavabo —avisó antes de salir.
—¿Qué pasa si su madre no quiere que me quede?
—¿Bromeas? —exclamó Nick—. Mi madre es el ser más amable que puede existir; ella entenderá, no te preocupes.
No iba a demostrarle a ninguno de ellos lo mucho que me dolía oírles decir aquello. Me sentía culpable porque aunque yo amaba a mi mamá, a veces deseaba que fuera un poco diferente.
—¿Me das el número de tu madre? —volvió a pedirme Finn.
—Te daré el número de mi casa. Mi madre no tiene móvil.
—Ok —aceptó.
Apenas terminé de dictarle el número, mi amigo marcó. Uno, dos, tres veces; y ninguna vez mi madre atendió.
—¿Seguro que me diste el número correcto?
—Sí —afirmé—. Pero quizás ella está ocupada.
No quería saber en qué.
Cuando Finn estaba a punto de marcar de nuevo, el sonido de la puerta siendo cerrada en la planta baja capturó nuestra atención.
—Ya llegaron —le dijo Nick exclusivamente a Finn y luego salió del cuarto
—Espera aquí, voy a hablar con mi mamá —avisó, y luego él también se marchó.
Me quedé solo en la habitación, sintiendo mucho dolor. No podía pararme o moverme mucho, así que sólo me dediqué a observar el cuarto.
Supe, por algunos diplomas, que se trataba de la recámara de mi amigo pecoso.
"Reconocimiento al primer lugar en el concurso de conocimientos.
Finn Wolfhard."
Fue lo que leí en uno de ellos. Al parecer, el chico era un cerebrito. Igual vi su escritorio con varios libros y cuadernos, y una computadora portátil que se mantenía apagada. En otra parte de la habitación, pude distinguir que había tres guitarras, ¿o eran bajos? No estoy seguro, la cuestión es que eso me demostró que le gustaba la música. También tenía una máquina para videojuegos y otras cosas que no reconocía.
Dejé de observar tanto, porque estaba comenzando a marearme. Decidí cerrar mis ojos para intentar descansar, pues ya me había resignado. Tal vez al día siguiente mamá también me molería a golpes por no haber llegado.
—¡Oh, Dios mío! —escuché que alguien exclamaba.
—Tranquila, mamá.
—Ay, pequeño. ¿Cómo te ha ocurrido esto? —me preguntó muy preocupada la mujer.
—No tiene caso contarlo de nuevo —dije pesadamente.
—Entiendo. Claro que puede quedarse, hijo. No soy insensible, recuérdalo.
—Gracias —dijo Finn abrazándola.
—Muchas gracias; yo realmente no deseaba molestar —agradecí igual.
—No es ninguna molestia; todos los amigos de mis hijos son bienvenidos en mi casa. Por cierto, yo voy a tallar más tus heridas para que te sientas mejor en la mañana, con un remedio casero que solía ser de mi abuela —me dedicó una cálida sonrisa, y luego se acercó a mí para acariciar mi frente y depositar un beso en ella—. Nosotros vamos a curarte.
Sonreí, con lágrimas en los ojos. Era tan extraño sentir ese... amor de madre. La mamá de mi amigo salió después de eso, dejándonos solos a Finn y a mí.
—Discúlpala, suele ser muy amorosa hasta con desconocidos. Realmente se preocupa mucho por los demás.
Yo no pude decir nada ante eso. Ni tampoco pude sonreír porque lo único que quería hacer era llorar.
Llorar porque mi madre jamás podría ser así; porque, quizás, mi madre ya ni siquiera me quería.
si leen algún error, pueden comentarme para corregirlo, en caso de que se me esté pasando de largo alguno:)
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𝐒𝐄𝐑𝐄𝐍𝐃𝐈𝐏𝐈𝐀 ; fack ✦
Fanfic𝐒 | donde finn salva a jack en medio de su intento de suicidio.