01 ; i'm sorry ✦

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Sentía mis pies doler de tanto haber caminado.

Debía aceptar que el recorrido desde mi casa al puente Vicent Thomas era muy extenso. Pero se sentía bien; yo tenía el firme presentimiento de que todo mi dolor por fin desaparecería aquel día. Yo iba listo para liberarme de mi sufrimiento.

Algo dentro de mí me gritaba ferozmente que todo iba a estar bien, que yo estaba dirigiéndome al lugar correcto.

Y sin dejar de sentirme de aquella forma, apresuré mis pasos, deseando llegar a mi destino lo más rápido posible. Me sentía emocionado, y a la vez confundido; mis acciones me parecían tan irreales, como si yo simplemente estuviera atrapado en un sueño, flotando.

El cielo comenzaba a ensombrecerse, y por la calle del puente no se distinguía ningún automóvil debido al bloqueo peatonal que les prohibía el paso. Parecía que era mi día de suerte, no quería a nadie cerca mío.

Debajo de donde yo estaba, sí corrían los coches, rápidos, como casi todo el tiempo en Los Ángeles. Era mi oportunidad, lo sabía. No perdí el tiempo y me salté la reja de seguridad que había, y me mantuve a la orilla del puente, sosteniéndome de la barandilla, pensando.

¿Estaba bien? Probablemente no, pero no me importaba.

¿Valdría la pena? En realidad nunca lo sabría.

¿Me sanaría? Estaba seguro de que sí.

—Sólo salta —me susurraban las voces en mi cabeza—. No le haces falta a nadie. Ninguna persona extrañará tu molesta existencia. ¡Vamos! ¡Brinca! Deja de traerle problemas a las personas. ¡Nadie te necesita!

Yo lo sabía, siempre llevaba presente aquellas palabras. Pero seguían doliendo mares y demonios.

Basta, por favor —suplicaba yo con mi voz quebrada, notando cómo mi vista se nublaba por el llanto.

Imágenes en mi cabeza se reproducían repetitivas, dolorosas. Había perdido la cuenta de las veces en que yo había estado en el mismo lugar, sentando en la misma orilla, viendo los coches pasar veloces debajo mío. Siempre preguntándome si algún día me sentiría dispuesto a arrojarme para terminar con mi horrible vida, o si todo simplemente se borraría con el tiempo, permitiéndome ser feliz.

La primera opción estaba por cumplirse. Por fin me sentía al borde del dolor; por fin me sentía dispuesto a terminarlo.

Porque era cierto, el chico invisible de la escuela ni siquiera muerto sería notado. Ningún maestro extrañaría la presencia del estudiante más callado y torpe. A mi madre no le importaría perder a su único hijo, porque... ¿quién querría a un fenómeno como yo de hijo? Perderme no significaría nada.

Y era verdad, matarme no me devolvería a mi padre; no tocaría el corazón de todos los que me daban la espalda cada día; no me daría popularidad o fama. Si moría probablemente sería novedad un par de días, antes de volver a sumirme en el olvido de todos aquellos a los que el mundo no consideraba importantes.

Pero eso no me importaba. No quería la atención que vivo no recibía, y tampoco el amor que nadie nunca me daba. Sólo quería desaparecer; quería dejar de sufrir.

Y arrojarme del puente era para mí la solución perfecta.

—Te amo, mami. Lo siento —dije, aún a pesar de todo, con las lágrimas corriendo por mis mejillas.

Me acerqué más a la orilla, sintiendo la gravedad atraerme al suelo. Sentía mi corazón latir por la adrenalina. Y cuando estaba a punto de caer, pasó.

Escuché su voz, hablándome.

¿Qué tan hermosa puede ser la vista desde ahí? —me preguntó—. ¿Es que no puedes disfrutarla desde acá?

Giré mi vista, entre molesto y apenado por el hecho de que un desconocido total hubiera interrumpido mi suicidio.

—Oh, vamos. ¿Qué clase de idiota interrumpe un suicidio? —reclamé antes de enfocar mi vista en él.

Y cuando lo vi, me quedé en shock. Era un chico realmente atractivo, que probablemente tenía mi edad o era un año mayor que yo. Tenía el cabello negro, ondulado y unos ojos cafés muy oscuros; era de tez blanca, casi pálida, y en su rostro tenía esparcidas varias pecas que desde donde me encontraba casi no se veían.

Al parecer, mi comentario lo dejó confundido, y a cambio me respondió:

—La misma clase de los que intentan suicidarse, en primer lugar.

—Sí, bueno; gracias por el insulto.

—Oye —se quejó—. Tú me insultaste primero.

—¿Realmente quieres discutir conmigo justo ahora? Estoy un poco ocupado, si no lo has notado, así que agradecería que te fueras. Gracias —dije queriendo volver a lo mío.

—No tienes que ser tan gruñón.

Giré mi vista una vez más, y lo encontré formando un tierno puchero. Aquello me hizo sonreír de ternura inconscientemente; él me devolvió el gesto, y yo reaccioné.

—Ya —me sentía incómodo—. Sólo vete.

—Oye, sería más idiota de mi parte dejar que te mataras.

—Largo.

—Bien, bien, me voy. Pero sólo si vienes conmigo.

—¿Qué? Claro que no.

—Hay una heladería aquí cerca; no traigo mucho dinero, pero me alcanza para uno. Si quieres podemos compartirlo.

Aquello me pareció algo demasiado tierno de su parte, tomando en cuenta que nadie en su vida jamás había querido compartir nada conmigo. Las ganas de llorar volvieron a mí, y me cubrí el rostro con las manos.

¿Por qué justo en ese momento?

Oí cómo él también cruzaba la verja de seguridad que tenía el puente. Se paró a mi lado, y sentí cómo su mano se posaba en mi hombro.

Alcé mi mirada llorosa, y lo vi sonriendo de la forma más dulce que podía existir. Extendió su mano para mí, transmitiéndome una seguridad que desde hace mucho no sentía.

—Vamos —susurró, tranquilo.

Y de forma insegura, pero dejándome llevar por su sonrisa, acepté la mano de aquél extraño que había interrumpido mi suicidio.

Y de forma insegura, pero dejándome llevar por su sonrisa, acepté la mano de aquél extraño que había interrumpido mi suicidio

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lxs amo.

𝐒𝐄𝐑𝐄𝐍𝐃𝐈𝐏𝐈𝐀 ; fack ✦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora