—Es increíble —mi voz sonaba distorcionada por el nudo de emoción que en mi garganta se había formado.
—¡Lo sé! —exclamó feliz separándose levemente de mí.
Me miró con sus ojos brillando de alegría, y luego, tal vez impulsado por la emoción del momento, plantó un casto beso en mis mejillas. Era la primera vez que Finn me besaba; aunque siempre había sido un chico muy dulce y cariñoso conmigo, sus demostraciones de cariño no sobrepasaban los abrazos o los apretones de brazos u hombros.
La sensación de sus labios sobre mi piel se sentía tan cómoda y dulce; sentía cosquillas por todo mi cuerpo, y una sonrisa se dibujó en mi cara. Mi amigo ya había vuelto a esconder su rostro en mi cuello y yo me di cuenta que para ese momento me había sonrojado.
De reojo miré a a la gente que estaba alrededor en la cafetería. Algunos tenían su vista clavada en nosotros, no podía descifrar lo que significaba la expresión en sus rostros; otros murmuraban entre sí viéndonos un poco más disimuladamente; y otro tanto simplemente seguían con sus vidas normales.
—Hey, Finn —lo llamaron desde la mesa en que anteriormente estaba sentado.
El nombrado por fin me soltó, y atendió al llamado de una chica pelirroja de ojos azules que estaba ahí.
—¿Sí? —la chica alzó una ceja divertida, y Finn dio un respingo, como si acabara de recordar algo—. Oh, sí. Jack, ven aquí con nosotros.
Me puse nervioso al instante porque nunca había estado rodeado de tantas personas.
—Y-yo —balbuceé tratando de zafarme de esa.
—Tranquilo, chico, nadie va a comerte —dijo Wyatt tranquilo dándome leves palmadas en el hombre—. A menos que tú quieras —dijo pícaro mirando a Finn y alzando sus cejas repetitivamente.
No comprendí aquél gesto, así que confundido giré mi vista hacia mi mejor amigo. Él se había quedado tieso y su blanca y pálida piel se tiñó de un leve color rojizo.
—C-cállate, Wyatt —recriminó apenado, mirándome.
Tomó mi mano y me guió hasta la mesa en la que más gente nos esperaba.
—¡Jack! —gritaron todos con entusiasmo y poca sorpresa.
—Ni siquiera me dejaron terminar —se quejó el pelinegro que aún tomaba mi mano.
—Por favor —se burló la misma chica pelirroja de antes—. Te la pasaste hablando de él toda la mañana, y para haberte puesto tan feliz como lo hiciste al verlo a él fue fácil suponer que al fin conoceríamos al gran Jack Dylan Grazer.
Ella me sonrió cálidamente y yo intenté devolverle el gesto. Aunque creo que sólo logré ofrecerle una mueca.
—¿Cómo saben mi nombre completo? —le pregunté a Finn en voz baja.
—Yo se los dije.
—¿Y tú cómo lo sabías? Nunca te lo dije.
—Lo vi en tu certificado de kínder cuando fui a tu casa.
—Acosador —regañé en broma.
Finn sólo me guiñó un ojo.
—Bien, Jack —dijo en voz alta—. Te presento a mis amigos. Ellos son Jaeden, Chosen, Jeremy y Sophia —los señaló uno a uno—. Y pues al torpe Wyatt ya lo conoces.
—No me ofendas, Wolfhard —amenazó el de rulos con una banderilla llena de mostaza.
Yo reí; era difícil tomarlo en serio con un arma tan letal como aquella. Sentí la mirada profunda de Finn sobre mí cuando yo reía, y decidí encararlo. Cuando estuvimos frente a frente, me quedé mudo por la imagen que él me ofrecía: sus ojos me miraban con mucho cariño, y brillaban al verme reír; Finn también sonreía, y sus rizos estaban alborotados por toda su cabeza.
—Bien, Jack —dijo Chosen hablando con tranquilidad y sonriéndome—. Bienvenido a la escuela, esperemos que puedas adaptarte pronto.
—Es un gusto conocerte —dijo Jeremy simple, pero igual sonriendo.
—Gracias —respondí sincero.
Jaeden sólo me alzó los pulgares y me sonrió más levemente que el resto.
—Jaeden es de pocas palabras —explicó Finn—. Cuando entren en confianza, hablará más.
—Genial —dije contemplándolos a todos—. Tienes amigos especiales.
—Lo son —aseguró—. Nuestros amigos son especiales.
Y volvió a sonreírme; y volvió a hablar de sus cosas como si también fueran mías. Me gustaba pensar que probablemente eso también era verdad.
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