Katsuki Bakugo

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Observó la cristalina agua, el lago parecía más hermoso de lo habitual en especial por la fina brisa que mecía las copas de los árboles, como una caricia que alejaba las hojas secas y las hacía revolotear por entre las flores de ese prado. El color verde, esplendoroso sin llegar a opacar la hermosura de los pétalos que disfrutaban el ser tocados por su persona, tarareaba una canción a la par que dejaba que los rayos del sol iluminaran su rostro, cerró los ojos dejándose arrullar por el canto de las aves una vez más.

Imaginó por un momento que alguien más se encontraba ahí, contándole sus aventuras fuera de este lugar de ensoñación, un suspiro escapó de sus labios al darse cuenta que sonaba demasiado ridículo.

Decir que se encontraba aburrido era poco, en realidad no soportaba estar todo el día solo por más hermoso que su hogar le pareciera, volvió a acercarse a la orilla con la esperanza de ver algo inusual, pero sólo su reflejo fue el que le dio la bienvenida.

Esperaba que su padre regresara pronto, por alguna extraña razón nunca lo llevaba consigo al lugar en donde pasaba la mayor parte del día y eso le hizo inflar sus mejillas en un mohín de disgusto.

Por la posición del sol supuso que ya era más del medio día, estaba cansado, cansado de esperar así que, poniéndose de pie, emprendió camino a quien sabe dónde. Sus pasos eran decididos y luego de un par de minutos encontró lo que parecía ser un puente hecho a partir de un árbol caído, con los brazos extendidos, caminó hacia adelante.

Al ya estar cerca del final escuchó un grito que le hizo tambalearse asustado, no sonaba muy lejos y por el tono de voz supo que no era alguien conocido, se quedó estático al percatarse de que había alguien más en el bosque que no era ni su padre ni él, no supo porque, pero ya se encontraba corriendo en dirección a la fuente del sonido.

Se detuvo al estar frente a un hoyo, que recordó su padre le había dicho fue hecho por antiguos cazadores, con cuidado de no caerse se asomó encontrándose con una fiera mirada escarlata, sintió un escalofrío recorrerle al observar al dueño de esos ojos rubíes, un niño; igual que él, cubierto de lodo hasta los codos.

---¿E-estas bien? ---oyó su voz flaquear por los nervios, se regañó internamente al notar que el niño frunció el ceño.

---¡Quien necesita tu ayuda! ---se encogió de hombros espantado por el tono agresivo que el contrario usaba con él, no entendía que había hecho para que se pusiera así---¡Lárgate! ---.

---¿Estás seguro? ---pronunció con un nudo en la garganta, seguro de que si seguía hablando el rubio iba a enojarse más con él.

---No te necesito---el malhumorado infante prosiguió con su intento de salir del foso consiguiendo embarrase más de barro, hundía sus uñas tratando de agarrarse de lo que fuera. Al notar que mientras más escarbaba más parecía sumergirse en el fondo chasqueó la lengua. Levantó el rostro hallando la mirada del peliverde aún sobre sí, el de ojos esmeralda le veía con la boca abierta; como si quisiera decir algo---¿Que estas esperando? ¡Ayúdame! ---exigió.

El peliverde asintió con algo de temor y se alejó del lugar buscando con la mirada algo que le ayudara a sacarle de allí, no muy lejos, en el tronco de un árbol, distinguió una rama larga, pero gruesa, y rápidamente se acercó a recogerla.

Volvió al pozo a pasársela al desconocido y éste la sujetó con fuerza, casi se cae al notar que el otro era más pesado que él por lo cual decidió halar con potencia.

Unos segundos después una mano se aferró a la orilla y el otro sólo pudo sostenerla aun tirando tratando de no lastimar al contrario.

El crío, al salir, se echó sobre el césped intentando recomponer su agitada respiración, Izuku lo miraba con asombro, pues, este era; después de su padre, el único humano que veía en sus cinco años de vida.

El Corazón del Bosque |Boku no Hero Academia|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora