Las familias son complicadas incluso en las casas más nobles

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El campamento no era exactamente lo que esperaban.

Más que ser tiendas colocadas alrededor de una fogata, eran más bien casas hechas de barro, con caminos parecidos a los que en la ciudad se llamaban carreteras, un lugar de reunión en medio del mini pueblo con banderas de cada reino identificando que había rebeldes de esos lugares.

Izuku no estaba preocupado, nadie sabría que era omega mientras el supresor hiciera efecto, podía hacerse pasar por un beta sin problemas y mientras los demás no ocasionaran problemas todo estaría bien.

Katsuki miraba a todos lados localizando de vez en cuando a algunos ex aspirantes a caballeros de su reino, los conocía, siempre asistía a los entrenamientos a masacrar a algún desafortunado que osaba retarlo y las miradas que estos chicos le dirigían le daba a entender que sus victorias no habían sido olvidadas.

Eijirõ sentía las feromonas de todos en el ambiente, muy pocos híbridos y ningún ser con magia aparte de la castaña y el pelimorado, todos alfas y sólo un pequeño grupo de betas encargados de quehaceres como la sanación.

Ochako intentaba calmarse al sentir todas las presencias de alfas a su alrededor, se sentía intimidada, eso era obvio; además de que no habían muchas chicas por ahí por lo que seguía pensando en como harían los rebeldes para descargar sus instintos más primitivos. Sacudió la cabeza deseando que los refugiados no fueran tal y como los guardias del Reino Rojo.

Tenya estaba rojo de escuchar los pensamientos de la beta, sabía que la chica sería problemática con eso de estar con tantos chicos; además que alfas, pendiente de ella. Quería ignorar todo lo que ella pensaba sobre los peligros de estar ahí, pero sus miedos sólo le hacían soltar feromonas para calmarla un poco.

Shõto reconocía a muchos por las joyas que portaban, familiares de héroes, los nobles con menos poder y menos privilegios en la clase social a la que pertenecían. Siendo sincero, no le sorprendía que tantos estuvieran en contra de su viejo, si no fuera por su madre ya se habría marchado del Palacio desde hace mucho. Pensó en su madre, sin duda le dolería no verla por un tiempo; pero ya era hora de que hiciera algo para cambiar el mundo.

Hitoshi se sentía en confianza, algo en el ambiente se le hacía familiar; un olor característico que hace un tiempo no percibía, sabía que él se encontraba ahí, y aunque sólo fuera por un momento necesitaba verle.

Mirio siguió caminando y justo se detuvo en una de las chozas con la bandera del Reino Rojo, pidió permiso para entrar e indicó que esperarán un segundo afuera.

Decir que el pelimorado no estaba ansioso era mentira; el olor a té de jazmín era algo que relajaba sus instintos, olor a casa; era su familia.

Las feromonas se hicieron más potentes dentro de la casa, sabía que estaba pasando; ya había sido avisado de que él se encontraba ahí.

La puerta se abrió y el primero en salir disparado fue un hombre de cabello largo y negro, ojeras muy parecidas a las suyas y una pequeña sonrisa de saber que su protegido estaba con él.

---Hola, papá ---Hitoshi intentó que su voz no saliera quebrada, desvió la mirada al sentir que el nombrado observaba cada cambio mínimo en su persona, el como había crecido unos centímetros desde hacía tres meses; la forma en la que su cabello parecia indicar que faltaban caricias y buenos tratos en él y, por sobre todo; la mirada cristalina que Hitoshi luchaba por reprimir.

No esperó que su denominado padre se lanzara a abrazarlo, hundiera sus manos en su nuca acariciando los mechones de su parte baja y aspirara su aroma a romero como si su vida dependiera de ello. Shinsõ también correspondió al abrazo.

El Corazón del Bosque |Boku no Hero Academia|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora