[Medieval! AU/ Omegaverse/ Dekubowl]
Si hay algo que todos deben saber es que el bosque está prohibido, la personas no logran entrar ni salir de él, nadie en los tres reinos ha vivido para contarlo. Pero, eso no impedirá que un grupo de niños entre...
Suspiró por enésima vez en el día. Las palabras de su padre aún resonaban en su cabeza.
«Ya casi es tiempo de que cumplas tu destino.» Esta bien, esperaba esto desde que conoció a su primer amigo. Desde ese día la Diosa del Bosque le había dado indicios de lo que le deparaba el futuro.
Eso lo tenía muy en claro; él tendría que acabar con toda esa tiranía que había invadido los tres reinos y sus siete destinados tendrían que ayudarle.
Miró el collar que su padre le había dado esa mañana cuando se despidieron.
«Sólo muestralo cuando necesites ayuda. Pero sé cuidadoso, si se lo enseñas a la persona equivocada pueden ocurrir cosas terribles» le haría caso a sus palabras.
Guardó el collar entre su camisa. Hoy sería un día ajetreado. Hoy era el día.
El día que cumpliría su destino.
Si no le fallaban los cálculos todos se conocerían hoy al anochecer.
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El Congreso estaba reunido.
Los tres reyes estaban de lo más callados mientras el Consejo discutía sobre lo que se haría en contra de los problemas del último mes.
Era sencillo, todos estaban cansados de esperar.
El Bosque de los Milagros había sido su objetivo desde hace 31 años cuando su cuerpo desapareció; desde ese día ese lugar había sido hechizado por lo que supusieron era la Diosa Luna. Era ridículo, ella debería estar de acuerdo y en cambio protegió sus poderes y su corazón encerrándolos en el Bosque.
La Furia Nocturna de hace 16 años era prueba de que se podía entrar si ponías de humor al ser protector del lugar. Es sólo que... Era imposible.
Todos lo habían intentado; nadie podía entrar ahí.
Aunque alguien sí sabía de dos personas que entraban y salían a voluntad; pero no podía echarles a la boca del lobo así como así.
Mitsuki Bakugõ estaba segura de que su hijo y su mejor amigo podían hacerlo, ellos se lo habían demostrado hace ocho años cuando Kirishima obtuvo el mismo derecho que el menor de los Bakugõ a entrar a ese lugar.
Había hablado con ellos, pero esos mocosos no daban su brazo a torcer. Sea lo que sea que estuvieran visitando cada dos días, el rubio y el pelirrojo se negaban a decirle como pasar la barrera.
Ella era la reina, pero no podía obligarles a hablar.
Lastimosamente les había educado demasiado bien.
Endeavor pensaba en todas las posibilidades de que él se encontrara vivo.
Una fuerte discusión se había desarrollado en la mesa desde hacía unos minutos. Todos querían imponer su opinión sobre qué hacer con el problema.
