La locura y la pasión van de la mano

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La oscuridad de la noche era siempre más pronunciada en el Reino Oscuro. Hitoshi lo sabía mejor que nadie.

Pese a haber nacido en las fronteras entre el Reino de Fuego y el Reino Oscuro, desde los diez pasó a vivir en el Castillo Oscuro por haber sido admitido en el consejo. Tener que ser separado de su entonces completa familia para habitar los pasillos del lugar más lúgubre de la región no era el cambio que los chicos de su edad deseaban.

Shinsō no esperaba volver al país tan rápido, realmente sólo había pasado un par de días fuera y ni siquiera tuvo el suficiente tiempo para respirar aire nuevo, por lo que; aunque estuviera acostumbrado al silencio del lugar por las noches, no quería decir que no sintiera leves temblores en su cuerpo producto de la inseguridad de las calles que sabía nunca fueron los problemas a tratar en el consejo.

La verdad, sólo quería que su paso fuera lo más rápido y que en menos de unas cuantas horas, lo cual sabía era imposible porque el camino duraba al menos una semana a pie para salir solo del reino más no del territorio de Shigaraki, pudieran llegar a Kohei y seguir con la búsqueda que Iida le había mencionado la noche anterior.

Los demás no se encontraban tan "asustados" como podríamos decir que Hitoshi se sentía, más bien ignoraban todo el caos que el pelimorado podía ver en cada sombra de la esquina o en los carteles informativos, de los que una vez juraba haber visto su retrato en una señal de Se Busca, y en los susurros que le asombraban que Kirishima no mencionara por su buen desarrollado sentido del oído.

El ojeroso estaba alerta a cualquier movimiento que pudiera notar en las cercanías, el olor no le ayudaba; sólo presentía que había gente de malas intenciones a su alrededor y saber que los guardias no eran de fiar, si es que se les puede llamar guardias a esos malnacidos, no le daba confianza por más que su manada le diera ánimos.

¿Qué no veían que qué él estuviera vagando por ahí era un suicidio si Shigaraki se enteraba?

Nadie le salvaría, Toga se reiría alegando que se lo merecía por abandonar a sus hermanos mayores y Dabi sólo se encogería de hombros y dejaría a Tomura hacer lo que quisiera con él. Sus destinados no sabrían que fue de él antes de que el mundo se enterara de que había un omega en la ciudad.

Suspiró al notar que la sombra número cuarenta y siete en ese callejón parecía seguirles de cerca.

La poca luz no le daba esperanzas, si quería ver tendría que encender una antorcha y ahí sí su ubicación sería puesta en bandeja de plata para los cazarrecompensas ansiosos por algo de las sobras que el príncipe seguro les daría por su cabeza.

Que quede claro que Hitoshi confiaba en sus habilidades mágicas, pero no era sólo él el que tendría problemas si eran descubiertos. Otras seis personas estaban con él en el viaje y lo que menos quería era que ocurriera una catástrofe por sus malas decisiones.

Notó el leve titubeo del peliverde al oler algo que seguro Hitoshi no podía notar.

---Oigan, no les quiero alarmar, pero... ¿No han notado un olor raro?

Y ahí su fe de salir vivo de esa se esfumó.

¡¡Claro que lo había notado!! Llevaba desde que entraron en el bosque con un mal presentimiento hacía las calles y toda mancha en la pared que cruzara su vista. Aspiró con más fuerza de la necesaria y observó a Kirishima erguirse para sentir mejor la pista que Izuku mencionó.

---Es... como a ceniza ---oyó en su mente que seguro era algo quemándose y no debían alarmarse, pero su sexto sentido le gritaba que era peligroso seguir por ahí.

El Corazón del Bosque |Boku no Hero Academia|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora