Zack y Ray: Nuestros Días Juntos.

Repartidor.

Zack parecía molesto, como de costumbre. Daba vueltas por todo el sitio y esperaba a que Rachel regresará con la comida. Habían pedido comida a domicilio, porque querían pasar el rato juntos viendo la televisión todo el día.

- Agh, ya se tardó mucho, ¿¡Qué demonios hace!? – el enfado de Zack no era para nada lindo, sobre todo cuando era por celos.

Él se acercó sigiloso a la puerta donde se encontraba Rachel. En un vista rápida pudo observar como el jóven que traía la comida trataba de hacerle plática, a lo cuál ella también parecía molesta porque aún no le entregaba su platillo.

- Entonces, ¿Estás sola en casa?
- No, vivo con mi... Novio.
- ¿No eres muy pequeña para tener novio?
- No lo se.
- ¿Y que edad tiene él, jovencita?
- 20 años.
- ... ¡! Jajaja, ¿No estas confundiendo a tu hermano mayor con ese tipo de relación?
- No.
- ... Sabes, no creo que tengas novio.

Zack lo miraba furioso, parecía que le salía humo de las orejas.

- ¿Que tal si sales conmigo un rato?
- No, gracias.
- Vamos. – Fue ahí cuando la paciencia de Zack de agotó, el joven repartido había tomado de la mano a Rachel, quién se resistía.
Fue cuándo Zack salió para defender a su indefensa y frágil novia. Que parecía molesta también por el tipo de actitud que tenía el repartidor.
- Oye, Ray, ¿Qué te hace este crío malcriado?
- Zack. – Rachel volteó a donde se encontraba él y el repartidor lo miró asustado.
- ... ¿Eh?
- Hey, mocoso. No deberías de tocar a los clientes, ¿Es que acaso quieres morir? – Zack tronó los dedos de sus manos y lo miro maliciosamente, con una gran sonrisa en su rostro. Lo cuál asustó de inmediato al joven.
- A-ah... ¡Lo siento! – dejó la comida en manos de Rachel y salió corriendo en dirección a las escaleras.
- Zack
- ¿Qué sucede?
- Gracias. – Ella lo abrazó.

Un abrazo cálido como el de ella no tenía comparación con nada. El mejor sentir que él jamás había experimentado: un abrazo.