Capítulo 4.

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Disclaimer:
Las obras de Harry Potter ni sus personajes me pertenecen, son propiedad de J.K. Rowling. Sólo es de mi autoría la trama de esta historia y NO AUTORIZO su publicación, entera o parcial, en ningún otro sitio.

Capítulo 4.

—Fue agradable.

Draco danzaba en una postura refinada y sin fallas, tomando la mano de luna y asiendo a su sintura para cumplir con su rol de prometido y abrir el baile en la fiesta celebrada en su honor.

Fue agradable.

Las palabras que alcanzó a oír como si fueran un suave suspiro, casi inaudibles, daban vueltas en su cabeza.

¿Agradable? Él besaba mejor que agradable.
Bah, qué le preocupaba si era evidente que la loca tenía el gusto atrofiado, bastaba con ver su ropa o a sus amistades, porque para ser amiga de la comadreja y la rata de biblioteca hay que tener mal gusto, tan mal gusto como el del cabeza partida.

Y hablando de San Potter...  ahí se aproximaba, ¿con qué necesidad?
Draco lo saludó con un asentimiento de cabeza escueto que fue correspondido de igual manera por Harry, una especie de entendimiento silencioso entre dos rivales que habían sellado un acuerdo tácito de paz. Un gesto distante de cordialidad que significaba "yo no cruzó tus límites, tú no traspases los míos o verás".

—¿Me permites esta pieza con Luna? —preguntó con voz firme y educada el ojiverde, y a pesar de lo simple e inocente que pudo parecer la pregunta, de los hombros relajados del de cabello oscuro, Draco pudo percibir el brillo suspicaz en la mirada de San Potter, ese brillo que denotaba que la ingenuidad era sólo una característica aparente en el muchacho y no una real—.

—Por supuesto, Potter.

Contestó arrastrando suavemente las palabras y remarcando el apellido de Harry, quizá en una advertencia de que se estaba aproximando a la delgada frontera que sostenía la paz, esa que delimitaba y diferenciaba "los asuntos de Malfoy" de "los asuntos de Potter". Reconocía en ese brillo verdoso y suspicaz la amenaza silenciosa, el deseo de meter las narices que era tan irresistible para el cara rajada, y el instinto acosador de vigilancia que había llevado al ojinegro a pisarle los talones durante todo un año en Hogwarts no hace mucho tiempo atrás. Malfoy era, casi por naturaleza, un objeto de sospecha para Harry Potter desde hacía mucho tiempo, y claramente eso no iba a cambiar ahora.

Si por él hubiera sido se habría negado a cederle a Luna para bailar, sólo para llevarle la contraria, pero eso habría sido de mala educación, y los Malfoy son, por sobre todo, magos educados. Fue un impulso difícil de resistir, porque aunque habían llegado a un entendimiento silencioso y pacifista, no era fácil para ninguno de ellos perder la costumbre: pelearse era parte de una rutina y hasta un entretenimiento, que ninguno de los quería abandonar del todo.

...

—Luna ¿sabes lo que estás haciendo? —preguntó Harry en tono preocupado—.

—Claro que si Harry, estoy bailando contigo.

La respuesta fue como un disparo para Harry, inesperada, tan Luna. Un disparo agradable, como una inyección de "nada malo sucede justo ahora". Luna tenía esa capacidad, había aprendido él, de decir cosas inoportunas, que cortaban el hilo de sus pensamientos apocalípticos para traer un rayo de luz esperanzador. Había sido capaz tantas veces de hacerle ver cosas buenas incluso en los peores momentos, que podría haberse vuelto adicto a esas inyecciones de felicidad. Sonrió, muy a pesar suyo.

—No me refiero a eso —aclaró. A veces no estaba seguro de si Luna realmente no comprendía a dónde quería llegar o si le tomaba el pelo, o si como él creía, ella era capaz de verle cosas buenas hasta a los peores contextos. Así que bajó su mirada verde y la clavó intensamente en la azul de ella, comunicándose en un idioma que sabía, entendería—.

El Dragón y la Luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora