Capítulo 6.

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Disclaimer:

Las obras de Harry Potter ni sus personajes me pertenecen, son propiedad de J.K. Rowling. Sólo es de mi autoría la trama de esta historia y no autorizo su publicación en otro sitio, entera o parcialmente, sin mi consentimiento.

No sean malas/os y dejen sus reviews, háganme saber que les pareció.

Capítulo 6.

Después de la cena en la Mansión Malfoy, Luna se retiró a los jardines porque antes de partir a Hogwarts la mañana siguiente quería confirmar sus sospechas de que las hadas anidaban cerca del lago. Se dispuso a acomodar las pequeñas botellitas con flores que había escogido para regalarle a las hadas, vasijas con agua y otras con miel. Ya había terminado de acomodarlas y se disponía a sentarse a esperar cuando oyó a alguien aproximarse.

...

—¿Draco puedes ir por Luna por favor? Se fue al jardín, ya es tarde y deben descansar para partir mañana a Hogwarts —pidió Narcisa a su hijo—.

Draco fue de muy mala gana, sólo para complacer a su madre, preguntándose porqué en primer lugar habían tenido que invitarla a pasar unos días para que emprendieran juntos luego el viaje al colegio, cuando el martirio de tenerla cerca pudo haber esperado un poco más.

Caminó por los jardines con paso elegante en busca de la chiquilla que si se perdía para siempre por él mejor.
Al no verla a simple vista se encaminó hacía el lago en su búsqueda, de seguro estaría por ahí cazando ranas o algún otro bicho igual de raro que ella.

Se iba aproximando al lago con paso calmado cuando algo que salió detrás de un arbusto se arrojó sobre él y terminó en el piso. Sus rápidos reflejos lo llevaron a buscar su varita en el bolsillo del pantalón, pero lo que se había lanzado sobre él seguía encima suyo y ahora una pequeña mano cubría su boca.

—Shh, soy yo.

Draco abrió los ojos de par en par, no hubo lugar a la molestia inmediata por la sorpresa inicial. Ella liberó sus labios con lentitud, como si creyera que el gesto suave haría comprender a Malfoy que debía ser silencioso.

—¿Qué rayos haces lunática? ¡Oh no! ¡Quieres violarme! ¡Quítate de encima o voy a hechizarte!

Estaba realmente enojado, lo había tirado al suelo por sorpresa y estaba encima de él tratando de taparle la boca. En otras épocas se habría lamentado por su ropa cara, por las apariencias, y la habría arrojado de encima suyo de no ser porque algo de temor de los malos tiempos del que no-debía-ser-nombrado lo hacía mantenerse alerta como mera costumbre de supervivencia.

—Shh, vas a espantar a las hadas si no te calmas, no voy a hacerte nada Draco Malfoy —Luna se quitó de encima de él y se deslizó a su lado—.

—¿De qué hadas… hablas? —cuando estaba por terminar su pregunta vio aproximarse una docena de luces aladas—.

Se quedó quieto tendido en el suelo boca arriba con los ojos bien abiertos por la sorpresa de que no fueran hadas imaginarias y de que la Lunática en verdad no intentaba aprovecharse de él. Luna se había estirado en el césped a su lado y también miraba hacia arriba con sus grandes ojos llenos de curiosidad y una sonrisa en los labios.

—Quédate quieto o se irán —ella susurró—.

Draco no dijo nada pero, le hizo caso. De repente quería observar él también a esas criaturas aladas y llenas de magia.

El cielo estaba oscuro pero la luna llena brillaba en lo alto iluminando un poco con su luz blanca los jardines de los Malfoy. El ambiente era mágico, las hadas volaban sobre y cerca de ellos.

Algunas fueron en busca de las flores que Luna les había dejado en pequeñas botellitas a modo de florero, otras se bañaban en las vasijas con agua y otras bebían de ellas o de las de miel. Algunas volaban con las flores en sus manos, esparciendo polvo mágico y cantando. Era un espectáculo hermoso.

Una de ellas se situó en el centro y un duendecillo se acercó a ella, se tomaron de las manos y se fueron.

—Creo que se han casado —susurró Luna—.

Draco la escuchó, pero no contestó nada. Un pensamiento fugaz sobre el matrimonio le causó dolor de estómago. El de él no sería feliz co el de ese duende de orejas puntiagudas y tez verdosa.

Las criaturas comenzaron a irse, pero una de las últimas hadas que quedaba se aproximó a Luna con una flor blanca en su mano. Draco observó a la criatura con desconfianza, pero ésta lo miró arqueando una ceja. El hada simplemente sonrió a Luna y le obsequió la flor que se convirtió en una bella corona de flores al tocar sus manos, polvo dorado de alas de la hermosa criatura cayó sobre ambos y el hada se marchó dejando una estela de brillo casi invisible en el aire.

—Creo que les gustó la miel —dijo Luna levantándose y empezando a caminar mientras se colocaba la coronita de flores—.

Draco salió de su estupor y se levantó también, sin estar seguro de si eso en verdad había pasado o lo había soñado.

—¿A dónde vas Lovegood?

—A dormir, ya es tarde y mañana debemos ir a Hogwarts.

La magia de esas hadas le hizo olvidar para qué había ido a buscar a la Luna.

—¿Cómo sabías que estarían ahí?

—No lo sabía, pero esperaba que la miel y las flores las atrajeran.

Caminaron en silencio hasta llegar al ala izquierda de la planta alta, donde se encontraban sus cuartos.

—Hasta mañana Draco Malfoy.

—Hasta mañana Lovegood.

...

Esa noche Draco se acostó y por primera vez en su vida pensó que quizás Luna no estaba tan loca, y que quizás alguna criatura de esas que sólo ella conocía, sólo alguna, si existía. Soñó con hadas y duendes esa noche, y por primera vez en meses las pesadillas de la guerra y los miedos a la magia oscura, lo abandonaron.

El Dragón y la Luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora