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Esta vez no estaba lloviendo a cántaros fuera del edificio, era una noche tranquila y aún empezaba, no eran más allá de nueve treinta, aún podía pasearse en las calles y ver gente andando por ahí con compras o simplemente volviendo a casa. Esta vez se sentía tan derrotada que estaba caminando en círculos sobre las avenidas, con la mirada baja y con la capucha de la chaqueta sobre la cabeza, viendo como sus pies pisaban el asfalto y crujían por las pequeñas rocas que había, era una manera efectiva de mantenerse distraída. No quería entrar a ningún lugar a beber algo o comer, aún sentía esas náuseas que amenazaban con expulsar todo lo que había comido las últimas cuatro horas.

Estaba tan alejada de la realidad que no había notado que alguien la seguía, no era un solo hombre, eran varios que creaban un camuflaje entre el resto de las personas que rozaban accidentalmente a Alfhild. Ella no le tomaba importancia a nada en esos cruciales momentos de su vida, solo podía verse en el más bajo de los pedestales dentro de su mente, donde a veces salía victoriosa y otras veces era la peor.

Cuánto más avanzada los hombres se acercaban más a ella que seguía ignorando la inminente amenaza. Estaba tan inmersa en sus auto-desprecio que incluso sus oídos y ojos estaba fuera de sí, captando imágenes y sonidos innecesarios para lo que estaba por venir. La gente veía a los hombres moverse con rapidez entre ellos, comunicándose a base de miradas fugaces y ciertos movimientos de cabeza, estaban a punto de atacar, como una manada de lobos hambrientos a un indefenso siervo.

Alfhild cometió en gran error de girar hacia su izquierda, a un camino no concurrido y oscuro; no era precisamente un callejón sin salida pero ellos eran capaces de hacerlo de esa manera, pues era una gran ventaja, ellos no iban inicialmente a hacerle daño, pero cuando se dieron cuenta de que estaba tan indefensa todos acordaron que no dirían ni una palabra de lo que iba a pasar ahí dentro, incluso la gente cambiaba la mirada para no ser testigos de lo que estaban a punto de hacerle a la pobre chica.

Dos hombres se situaron a sus costados tomándola por los brazos, uno de ellos tapando su boca antes de que incluso pudiera tomar más aire. Alfhild se vio en vuelta en desesperación repentina, pues había pasado de no pensar en nada a sentir que la vida se le iba por entre los dedos. El agarre de ambos era insuperable, podían elevar a Alfhild varios centímetros del suelo y llevarla de un lado a otro, como si fuera una simple bolsa.

Alfhild chilló y lanzó patadas al azar ¿qué estaban haciendo? Sentía como los dedos de ambos se incrustan en sus delgados brazos con fuerza innecesaria, pues su agarré aumentaba más y más. De la oscuridad emergieron otros dos hombres con la misma cantidad de masa muscular, era como si hubieran sido hechos del mismo molde, pues todos tenían increíblemente el cabello rubio y una musculatura imponente ante la vista. Todos vestían de negro y se mantenían callados, viéndose de vez en cuando.

Cuando estuvieron lejos del alcance de las luces la dejaron sobre el suelo, cuando estaban seguros de que nadie podría escuchar los gritos o quejidos que salieran de sus bocas. La gente pasaba frente al callejón y no podían verlos, la oscuridad los cubría como un manto. Alfhild tan pronto como estuvo en el suelo empezó a llorar, pero no gritó, se quedó callada pues presentía que si hacía algún ruido fuera de lo normal le harían algo que no estaba segura podría soportar.

De pronto sintió las manos heladas de uno de ellos sobre su pecho, bajando directamente al inicio de su camiseta, incluso aunque no estuviera debajo de la tela sentía que sus manos eran como lijas. Cerró los ojos y lloró en silencio ¿qué iba a hacer? Nada, no podía hacer nada más que esperar a que estuvieran saciados, después de todo le superaban en fuerza y número. La misma mano bajo hasta el inicio de su pantalón y se quedó ahí por unos segundos mientras la mirada fría y oscura del hombre la se le plantaba fijamente; Alfhild estaba mordiendo el interior de su mejilla tratando de soportar.

3. LegacyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora