Alfhild despertó con el pulso sobresaltado, con la mirada pérdida en el techo y las muñecas atadas a una camilla. Sus oídos ya no soportaban el pitido de la máquina que mantenía al tanto de su signos vitales a los tantos doctores que la rodeaban con rostros de asombro y suspenso. ¿Qué estaba pasando en ese pequeño cuarto? Le ponían a temblar los cientos de manos que de pronto la empezaron a tocar, era una sensación poco agradable, pues era algo que no quería y le incomodaba más de lo que hubiera deseado. No era necesario tanto hombre en la misma sala tratando de tocarla, no era nada de eso necesario pues se encontraba de maravilla.
Podía ver al pie de la cama como Knox estaba pensativo, no había afeitado su barba y mucho menos se había dado un baño en días, pues se acumulaba una capa de grasa sobre su cabello que caía detrás de sus orejas. Tenía ojeras y las manos le temblaban sobre el rostro pues había estado mordiéndose las uñas desde ya hace varios minutos.
Alfhild, no recordaba nada de la noche anterior, incluso no sabía si había pasado más de un día en esa misma posición, no le dolía nada, no se sentía enferma, la única dolencia que tenía era en la parte baja de su rostro, pues tenía tubos dentro de la boca y uno de ellos le hacía tener la mandíbula en una posición poco agradable que la estaba lastimando. Pasaba por alto el hecho de que incluso había más ruido del que se recomendaba en un hospital, como si estuvieran en un centro comercial ¿por qué no dejaban de hablar?
Una enfermera empezó a deshacerse del tubo, que poco a poco sacaba de la garganta de Alfhild, ella sentía como daba arcadas y lloraba pues jamás pensó que fuera a ser tan doloroso y asqueroso al mismo tiempo.
Durante los largos segundos en los que el tubo que cruzaba su garganta a sus pulmones salía, se vio a sí misma, llorando e implorando clemencia, atada en la misma posición, eran recuerdos que le venían de golpe como una descarga eléctrica, continúa e igual de dolorosa. Las imágenes le venían como relámpagos, ella atada a una cama, Knox al pie de la cama, y cientos de personas rodeándola con las luces apagadas, con sus rostros iluminados por luces delicadas, como las llamas de una vela. Podía ver como todos la tocaban y hablaban al mismo tiempo, pudo ver cómo le borraban la memoria, y la dejaban en blanco. Sin embargo, esta vez era diferente, pues estaba en lo que parecía ser un hospital, y la gente la ayudaba.
—¿Puedes escucharme? —preguntó uno de los médicos descubriendo su rostro—, Alfhild.
¿Por qué le seguían llamando Alfhild? ¿Por que ella se seguía llamando así?
De pronto comprendió todo: su memoria había vuelto como un respiro, de pronto tenía de nuevo algo por qué vivir, pero esta vez tenía que ser inteligente.
Asintió.
Knox aliviado se acercó a ella y le besó la frente, sintió incluso las lágrimas que corrían por sus sienes, escurriendo hasta la parte trasera de sus orejas. Ella no paraba de preguntarse si aquellas lágrimas y aquel teatro eran reales o simplemente quería impresionar a todas las personas que reían y aplaudían en la habitación, como si Kelcy fuera un milagro de los Dioses; tal vez lo era, pues volvía a sentirse libre, lejos de la prisión que había puesto el mismo hombre que ahora mismo rogaba por cariño.
Los médicos se habían ido, después de algunos exámenes más y de retirar todo el material del cuerpo de Kelcy, la habían dejado en la camilla para descansar, mientras Knox tomaba su mano y la besaba. Ella fingía sentirse en paz y plena, dándole sonrisas amorosas y apremiantes, su conciencia le rogaba que se tragara su rabia y tratará de recuperarse e ir por quien realmente necesitaba.
—Kelcy estará muy feliz de verte.
El estómago se le revolvió a la joven, ¿qué había hecho Knox? Había puesto su nombre en el de la pobre niña, ella había confiado en él para dejarla a su mando y había hecho todo lo contrario a lo que había esperado.
Cuando menos lo esperó la puerta se abrió de par en par y la pequeña entro con un ramo de flores enorme que cubría la totalidad de su dorso. ¿Que había hecho con la pobre Madisson? La había arrancado de brazos malditos para lanzarla con aquel animal, las lágrimas no tardaron en brotar de sus ojos.
—No hay problema, hija —explicó Knox al ver la expresión de Maddie ante las lágrimas de Kelcy—, le emociona verte en pie.
Ella temerosa se acercó, dejando a una lado el gran arregló de flores, lanzándose sobre el aún frágil cuerpo de Kelcy. No le importó, quería sentirla de nuevo, había crecido tanto y ella no lo había notado, había dejado de ser una pequeña niña para convertirse en esa jovencita. ¿Por qué no recordaba del todo esos años? Cada vez aumentaba más la rabia hacia aquel hombre, pues le había robado todo, lo que más amaba.
Verlos ahí le provocaba escalofríos, ver a Knox despreocupado sentado al pie de la camilla le provocaba náuseas, dolor y odio. Pero tenía que proteger esto, tenía que actuar con inteligencia, dejar a un lado sus emociones.
—Knox, cariño, ¿podrías traer algo de agua? —dijo Kelcy, señalando su garganta, mientras sonreía.
—Por supuesto.
Knox se levantó glorioso hasta la puerta y salió sin hacer ni un solo sonido. Kelcy tenía que saber si la niña recordaba algo o no, o si estaba de su lado. ¿Pero como lo hacía? ¿cómo confiar en alguien que no recordaba? Tendría que idear un plan, pero por ahora quería estar a solas con ella, sintiendo su respiración tranquila y como descansaba sobre su pecho, mientras Kelcy jugueteaba con sus rizos rubios, entrelazando cada uno de ellos en sus dedos.
—¿Volverás a casa? —preguntó Maddie tranquilamente.
Kelcy asintió. Ella sintió como Maddie sonreía sobre su pecho.
—Te he echado tanto de menos —susurró la pequeña.
Ambas estaban abrazadas y el calor de sus cuerpos comenzó a volverse tan relajante que sus extremidades comenzaron a pesar, sus ojos se cerraron y ambas se quedaron dormidas, sosteniendo sus cuerpos con fuerza, pues cuando Knox volvió e intento separarlas le fue casi imposible, al mismo tiempo que no o deseaba del todo, pues la imagen le causaba paz, alegría y amor. Amor que emanaba de todos sus poros.
La plenitud que sentía no iba a poder cambiarla por nada en el mundo, a pesar de que esa punzada de culpa estuviese presente casi todos los días de su vida, la había traicionado era cierto, pero era por su bien, ¿quién mejor que él para cuidar de ella? No había alguien en la faz de la tierra que fuera capaz de herirlas mientras él estuviera junto a ellas. En realidad no había ni un solo hombre valiente que quisiera acercarse a ellas.
Sonrió ante su creación, sabía muy en el fondo que él había sido causante de muchas de las tragedias que habían llegado a la vida de Loki y Kelcy, y en este punto de su vida no sentía culpa por él, no sentía remordimiento, solo temor, de que algún día él supiera la verdad y el tuviera que actuar de manera radical, pues sí Kelcy no era suya, no sería de nadie más.

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3. Legacy
FanfictionDespués de un año de plenitud en la vida de Loki, algo inesperado sucede, algo que cambia la perspectiva de todo lo que hay a su alrededor.