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Había gente ebria hasta los talones, hombres y mujeres durmiendo en el suelo y en los costosos sofás de la sala de espera, había gente bailando y sintiendo el regocijo de sus almas despreocupadas. Kelcy estaba cansada, descansando detrás de la fiesta en una esquina limitada por libreros y mesas que habían lanzando para abrir pasó a una pista de baile. Podía observar a Knox bailando con furor en el centro del salón, con varias mujeres y hombres alrededor, encantados por el movimiento de sus caderas. Tenía que admitir que era el diablo encarnado, pero nada le quitaba el encanto y la personalidad brillante que a veces lo hacía resaltar sobre miles de personas.

Estaba sonriendo, Kelcy sabía que estaba ebrio, muy ebrio. ¿Pero quién no lo estaba? Solamente ella. Sentía que al consumir alcohol su cuerpo se transformaría en una masa de nervios y ansiedad, que sin pensarlo dos veces saldría corriendo por la puerta. No, no podía darse el lujo de perder la cordura, prefería ver cómo Knox trataba de hacerle sentir celos, tomando a toda mujer que se le acercaba en brazos.

Todos los hombres intentaban hacerlo una vez en su vida; a excepción de uno. Habían pasado por tanto, que no había notado que su relación no se había basado en cosas tan vacías como esa. Había apreciado tan poco lo único que era y lo desastrosa que se había vuelto. ¿Que hubiera pasado si él jamás hubiera llegado a su vida? ¿Que hubiera pasado si ella hubiese creado una vida con alguien como Knox? Que ahora parecía más tranquilo, sin tantas preocupaciones q diferencia de unos años atrás, cuando era crudo y despiadado.

Y ahí, sentada al fondo de la fiesta, seguía preguntándose ¿por qué seguir ahí y no salir corriendo? Podría crear miles de pretextos para salir de esa fiesta e ir al imponente lugar que tanto deseaba. Una lágrima corrió por su mejilla.

Pero, ¿y si creaba una escena de celos? ¿no era eso lo que esperaba Knox al hacer su teatro con aquellas pobres mujeres? Kelcy puso mala cara, tanto de náuseas como de horror.

Encaró a Knox, empujándolo varios centímetros atrás, ni siquiera hablo, él se estaba tambaleando mirando desconcertado a Kelcy.

—Basura, todo lo que dices es ¡basura! —gritó Kelcy—. Dices amarme pero haces esto, me haces daño.

—Alfhild —Knox trató de tocar su brazo.

—No. Siempre dijiste que no podías ver más que a mí. ¡Que jamás me harías daño! Y mira lo que estás haciendo.

¿Estaba hablando de celos o había ido el tema hacia otro lugar?

—Confie en ti —replicó Kelcy con vehemencia—, y tú solamente jugaste con esta confianza, en realidad estás jugando con ella...

Kelcy se detuvo cuando se percató de que estaba yendo demasiado lejos, pues la expresión de Knox había cambiado, estaba dudando ahora ¿que iba a hacer? Con la misma rapidez que alguna vez deseo tener cambio su jugada.

—No es solamente por esto —señaló a las chicas que en ese momento se estaban marchando—, es por todo lo demás.

»¡Esto! —señaló sus heridas— tú lo hiciste, me hiciste daño y esperas que venga aquí de divertirme contigo, jamás.

Kelcy salió de ahí con un nudo en la garganta e implorando no llorar, corriendo entre la gente que había estado viendo el espectáculo. Corrió tan rápido y lejos como pudo, mirando de vez en cuando sobre su hombro para saber si Knox venía detrás de ella, no era así. No había nadie más que el silencio sepulcral de la avenida. Era más allá de media noche y no había ni una sola alma junto a ella, era solamente el sonido de su respiración agitada que estaba presente.

No se detuvo, continuo su carrera hasta donde sus largas piernas le permitieron, no quería regresar y si era posible desaparecer estaba dispuesta a hacerlo, pero olvidaba un detalle, Maddie seguía ahí y no quería perderla de nuevo, ya había sentido culpa y no había sido fácil el duelo, no quería volver a ese hoyo negro nunca jamás, pero tampoco quería volver al infierno en el que estaba destinada.

Se sentía herida, deshecha y sucia, por fuera y por dentro, sentía que no merecía volver a verse a un espejo.

Se detuvo frente a una gran boutique de hermosos vestidos de extravagantes colores, y se observó por un segundo, con el cabello enmarañado, el maquillaje corriendo por sus lágrimas, con los ojos hinchados y las mejillas enrojecidas, sus labios estaban de la misma manera, a excepción de que había abierto una herida, no recordaba haber estado mordiendo su labio inferior. Su vestido se había rasgado unas manzanas atrás, dejando al aire su pierna izquierda junto con las heridas que tenía en los muslos. Todas las heridas se habían tornado rojizas por el viento helado que la había golpeado durante la carrera, podía jurar que incluso su vestido estaba húmedo.

Pensó: ¿Qué era lo que le había pasado? Pasó de ser una mujer fuerte e independiente a alguien que llora por las noches para conciliar el sueño, había pasado de ser feliz con lo poco que tenía a ser infeliz con el mundo entero. Deseaba jamás haber tenido esa vida, deseaba volver a ser la misma persona en su pequeño departamento, sola, sin preocuparse por los demás y no tener culpa alguna, sin perderse casi todos los días en buscar quién era.

Se dejó caer de rodillas, creando nuevas heridas en sus rodillas, no le importó pues se echó a llorar de nuevo. Si quería cambiar tenía que dejarlo salir todo, buscar de nuevo a Kelcy Conolly, dejar que toda esa culpa y sentimientos salieran a flote como un virus.

Pensó en todo lo que había pasado por su culpa, toda la gente que había dañado, toda la gente que incluso había muerto por su culpa. Sintió incluso que sí hubiera hecho bien las cosas tal vez Knox no estaría ahora ahí y ella estaría muerta, pero en ese momento ella se negaba a dejar el mundo. Se negaba a irse tan pronto. El resto había pensado que había sido una acción noble, pero en realidad había sido para incrementar su ego i verse como una heroína, al final del día iba a volver a el mundo, sana y salva. El problema pfue que Knox no teníamos pensado hacer exactamente lo mismo.

Cuando sintió que el llanto había desaparecido levantó de nuevo la mirada, para encontrarse con su reflejo de nuevo ¿qué esperaba ver? Sin embargo, algo cambio esta vez, su semblante se veía distinto, tranquilo. Si iba a luchar por lo poco que tenía, debía hacerlo bien, desde ese punto tenía que cambiar su actitud.

3. LegacyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora