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Nueva York en esos días estaba repleto de personas adineradas con automóviles de prestigiosas agencias; despilfarrando dinero descaradamente en artículos tan superfluos que hacían enfadar a Alfhild. No estaba lista para ser una persona tan descarada como ellos, pero le gustaba salir a observar como actuaban, a pesar de que hubiera pasado tanto tiempo aún se sentía sin personalidad y trataba de cazar o igualar alguna de las personas que veía a su alrededor, había tratado de hacer lo mismo en Londres pero las personas eran tan cuadradas que a ella le pareció molesto y bochornoso. Decidió que no quería adaptarse a Londres, quería ser como los neoyorquinos. Pero a pesar de sus intentos no lograba encontrar a alguien adecuado.

Trataba de no pasar la mayor parte del tiempo en casa, a veces salía simplemente a hacer compras inútiles como la mayoría, cosas que incluso había de sobra en su hogar. Le agradaba estar de vez en cuando lejos de su pareja y su hijastra, sentía que nunca había estado lista para escuchar la palabra "mamá" para dirigirse a ella. La niña era increíble, bellísima y muy inteligente, sobre todo en el colegio y la gente que trataba de ser agresiva con ella, tenía ese don de acabar a todos con unas cuantas palabras, me agradaba la rudeza que tenía, pero era incluso excesiva a veces. Era una niña ruda de cabello azabache y mirada esmeralda, su piel tan pulcramente blanca y su voz profunda y tenaz. Le agradaba, le recordaba la fuerza de ella y su pareja cada que trataban de arreglar sus problemas, era el verdadero fruto de su relación y lo que estaba por venir, era la más fuerte de la familia y cada vez la hacía mucho mejor, sin embargo, había ocasiones como ese momento en el que Alfhild no quería estar cerca de ninguno de los dos.

Esa tarde en especial era tan fría que estaba maldiciendo por haber olvidado su chaqueta, cuando la brisa se lanzaba sobre ella sentía un escalofrío terrorífico atravesar la mayor parte de su cuerpo, sobre todo sus piernas desnudas, porque había preferido usar vestido que algo más abrigador, estaba claro que no sabía cómo vestir en esa ciudad. Le agradaba que tuviera un clima diverso, no como el de Londres, pero a veces deseaba que fuera tan predecible también. La gente sabía que debían resguardarse y lo hacían corriendo de un lado a otro hasta entrar a los edificios y centros comerciales, Alfhild a pesar de tener frío se quedó ahí esperando la lluvia, le gustaba mojarse y ver a la gente aterrorizada por sus acciones, al parecer todos se molestaban cuando estabas empapada y entrabas a sus locaciones. Había hecho lo posible por alejar esa manía de quedarse bajo el agua de la lluvia, pero era como un instinto que le excitaba y le llenaba de paz, como si el agua limpiará todas sus preocupaciones, eliminará todos esas malas rachas y recuerdos.

Hoy en especial su prometido no había dejado de insistir, había enviado más de un mensaje manipulador que incluso a ella le sonaba amenazador a pesar de que estuviera tan lejos de ella. Se había quedado en casa preparando maletas y papeleo para el viaje que estaban por hacer a Canadá, ella pensaba que era igual de innecesario que todo lo demás que había obtenido allá, como la casa, los nuevos automóviles y la nueva escuela para la niña, se sentía tan molesta de que no supiera los planes que tenía para su "travesía" pero estaba claro que a pesar de estar junto a él no terminaba de confiar en ella.

Alfhild, llámame por favor.

Alfhild, ¿dónde estás?

Alfhild, vuelve a casa.

Alfhild, ¿dónde carajos te has metido?

Todos esos mensajes en menos de una hora y ella llevaba fuera de cada al menos dos, pero no quería hablar, no quería volver, ese día en especial quería ser libre. Caminaba por una de las calles más atestada de la ciudad, con la gente entrando y saliendo de edificios y con cientos de automóviles aparcado frente a ellos, incluso los taxis trabajaban desenfrenadamente para abarcar toda la demanda que había, Alfhild estaba entusiasmada por el pánico colectivo que creaba la lluvia, no podía imaginar que podía pasar frente a un desastre natural, con toda esa gente y su ropa extremadamente cara. Le gustaba imaginar a esa gente devastada por sus inmuebles a punto de la perdición, se reía para su adentros con la mirada fija en una chica de vestido ofensivamente corto, no le molestaba pero en especial el suyo sí, pues al parecer había olvidado la ropa interior y venía mostrando mucho más de lo que todos deseaban ver, o al menos a ella si le provocaba incomodidad mientras que la mente enferma del portero solo podía dirigirse a la entre pierna de la chica, que parecía por cierto en estado de embriaguez.

3. LegacyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora