blood;

269 36 1
                                    

Kelcy volvió a Nueva York, con esperanzas de que todo lo que había obtenido de Londres le brindará clarividencia, pero estaba empezando a creer que necesitaba más respuestas, quería saber por qué le había traicionado de esa manera aquel hombre que por debajo de todo su odio, lo amaba, debajo de esa piel y de la armadura que había creado había una mujer que había sido feliz con él. Creía que al volver a tener sus recuerdos se sentiría más cómoda y con confianza suficiente para irse; seguía teniendo dudas y vacíos, seguía teniendo a dos personas debajo de la piel.

En el apartamento se percató de que había un silencio sepulcral, que le helaba la piel ¿significaba que se habían ido? Era un hecho que se había planeado un viaje con anterioridad, pero no creía a Knox con tanta fuerza para dejarle atrás.

Busco en cada una de las habitaciones, una señal de vida. Daba pequeños golpes antes de abrir cualquier puerta, pero no había nada más que la luz del sol entrando por los ventanales e iluminando las habitaciones limpias y vacías. Se había quedado de pie al centro de la habitación de la pequeña Maddie, había crecido tanto desde esa última vez que la vio, cuando había creído que estaba muerta, había pasado tanto tiempo y le atormentaba la idea de que cuando pensaba en ella aún veía a la pequeña niña con esos rizos dorados corriendo entre los pasillo de la casa de campo de su padre. Una lágrima resbaló de su ojo, cruzando su mejilla hasta quedarse estática en su mentón. ¿Qué pasaría si renunciaba a sus recuerdos y volvía a una vida normal con Knox? ¿Que pasaba si se olvidaba del amor de su vida?

De pronto le corrompió la idea de jamás volver a buscarlo y quedarse ahí quieta, en la habitación de la que había sido una vez su hija; también estaba ese sentimiento de empatía por Knox, habría hecho exactamente lo mismo en su posición, incluso se sentía agradecía de que la hiciera regresar a la vida. Su alma volvió a la tierra, ¡no! No iba a rendirse tan fácil, no iba a dejar que un sentimiento vacío y conformista le llenará de veneno el alma.

Se movió, caminando con prisa a su habitación, buscando con desesperación entre cajones y mesillas, estaba segura de que había dejado ahí la fotografía, que secretamente había robado del apartamento de Loki, pero no había tenido suerte, no como ella esperaba, pues temblorosa encontró que la habitación estaba vacía. Cada cajón estaba limpio, a profundidad, lo que significaba una sola cosa, no solo habían  sido unas "vacaciones" se habían ido.

Corrió de vuelta a la habitación de la niña y movió todos los muebles posibles donde hubiera algún indicio de que ellos estaban aún ahí. Había tenido la misma suerte que en su habitación, solo había una pequeña capa de polvo que se había estado formando recientemente.

Se dejó caer en la cama de Maddie, era tan cómoda y se ajustaba a su silueta, mientras que le abrazaban filamentos dorados y rozados de lo que parecía ser un mechón de cabellos del unicornio que la decoraba. Le picaba la nariz y le hacía dar estornudos que le molestaban, uno tras otro.

Se quedó ahí, en silencio, escuchando los automóviles pasar por debajo de ella, el crujido de los cristales cuando el sol salía de nuevo de entre las nubes, e incluso escuchaba el repiqueteo del reloj que había en la sala de espera, ese enorme reloj circular sin números, solamente las flechas que crujían escandalosamente, y ese horrible color dorado del que estaba hecho, el segundero era de color rojo brillante que destacaba de manera horrorosa sobre las otras manecillas que simplemente eran negras. Mientras más avanzaba el segundero, Kelcy podía imaginar a la manecilla avanzando, esperando a que al marcar la hora creaba un temblor extraño que deshacía la armonía de la alarma; pero no pasó, solo estaba pasando por el mismo camino y ella sentía que estaba eternamente esperando.

¿Quería estar así siempre? ¿Esperando por algo que no iba a volver?

Giró sobre su brazo derecho y se levantó con fuerza, estaba cansada de esperar. Un año entero sin personalidad ni sueños, sin miedos ni pasiones. Y ahora que estaba completa no sabía que hacer con tanto.

Tomó ese único cuaderno que había quedado en el pintoresco tocador de Maddie, la extravaganza que ella adoraba estaba plasmada en toda la habitación, incluso en el cuaderno que estaba forrado de purpurina dorada y resaltaba si nombre en rosado con enormes letras. Kelcy abrió este, sintiendo cosquillas en las yemas de los dedos.

—Perdona lo mala persona que he sido contigo —dijo mientras comenzaba a dibujar sobre el cuaderno, iniciando por líneas sin sentido—: nunca fui una madre ejemplar, en efecto, nunca fui madre. Eres parte de mi familia y te amo tanto que mataría por ti, y créeme que estoy a punto de hacerlo.

Hizo con más fuerza las siguientes líneas mientras lloraba. Estaba tan molesta que quería golpear algo, pero no lo hizo, no iba a dañar el paraíso de Maddie.

—Me hubiera gustado estar consciente en el momento en que creciste tanto —sonrió mientras admiraba el dibujo—, pues cada que pienso en ti solo puedo verte tan pequeña y frágil.

»Me hubiera gustado llevarte a mis lugares especiales, perdóname si no lo hice, pero es que nunca lo recordé, hasta ahora.

Continuó dibujando pero ahora con más tranquilidad, sosteniendo su cabeza con la mano contraria, dejando caer su cabello lejos del cuaderno.

—Fui tan mala persona contigo que no me di cuenta que poco a poco me desconocías, que era lanzada lejos de ti vida, y está bien. Él me hizo esto.

»Pero a pesar de todo prometo traerte a casa de nuevo, porque cada día que pase estaré perdiendo tiempo que es valioso contigo, porque no mereces estar con alguien que no te cuidará como yo lo haré. Prometo que será lo último que haga.

Sus palabras habían dejado de tener sentido, estaba sacando todo lo que había en su cabeza, pero ahora estaba en silencio terminando de dibujar. Con delicadeza miro su obra y se levantó del tocador. No era el mejor trabajo, no había sido planeado ni elaborado, pero el rostro que estaba ahí se veía precioso, era Maddie, con una sonrisa de oreja a oreja, con sus enormes ojos y los rozados cabellos cayendo por sus sienes.

Kelcy dio la media vuelta y se fue.

Tomó su abrigo, y suspiró. Knox la había descubierto y estaba escondido, pero iba a encontrarlo.

3. LegacyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora