Capítulo XI

62 15 63
                                    

Habíamos vuelto a la carretera hacía un par de horas, gracias a las indicaciones de Bucky, nos quedaba una hora para llegar al aeropuerto de Leipzig, donde tomaríamos un avión para ir a Siberia, tras aquel hombre que “Quería ver caer un imperio”, no podíamos dejar que despertara a todos aquellos soldados. Antes de llegar, haríamos una pequeña parada, reuniéndonos con Sharon en un lugar a las afueras de la ciudad, donde nos entregaría nuestros trajes y nuestras armas.

Llevábamos un buen rato en silencio, dado que Lara y Sam estaban dormidos y no teníamos intención de despertarlos. Al cabo de media hora de silencio, Steve dejó escapar un suspiro y dijo:

–Volvemos a los viejos tiempos, ¿eh? Nosotros contra el mundo.

–Eso me temo– los ojos azules de Bucky miraban por la ventana el paisaje verde de los campos alemanes– Salvo que esta ves nuestras vidas dependen de ello.– sonrió un poco, girando la cabeza hacia nosotros– Eso me recuerda a aquella vez en la que tratamos de colarnos en el cine, ¿recordáis?

–¿No fue porque ese mes se te había olvidado comprar las entradas para el estreno?– alcé una ceja, evitando reír.

–Es cierto, estuvimos recordándote que la compraras durante días– añadió Steve, sin poder evitar una sonrisa.

–Tener a dos chinchillas repitiendo a mi alrededor que comprase las entradas todos los días no ayudaba– ahora no pudo evitar reír– Incluso una mañana me despertasteis gritándolo.

–La emoción, Buck, la emoción.– mi hermano estaba mirándonos de vez en cuando a través del retrovisor– Además, tú nos despertabas pronto por las convenciones de ciencia.

–Pero había coches voladores, Steve.–su voz sonaba como hacía tantos años, como un niño emocionado– Volaban.

–Estábamos allí, ¿lo recuerdas?– reí haciendo que su mirada fuese hacia mí.– Te veías como un niño con un juguete nuevo.

–El futuro– dijo Steve, tratando de imitar su voz– “Deberíais agradecerme el que os traiga aquí en lugar de esas películas tan extrañas del cine”

–Vamos, te encantaban las películas.– le miré, alzando una ceja.

–Me encantaban las palomitas, querida.– me corrigió.

Eso logró hacerme reír, hacía tanto tiempo que no me sentía tan cómoda que no pude evitarlo, me apoyé en el hombro de Bucky mientras reía, evocando aquella lejana época mientras cerraba los ojos. Lo echaba de menos, pero por suerte aún estábamos juntos y me jure a mí misma que no dejaría que nada nos separase.

. . .

Steve había parado el coche bajo un puente a las afueras de la ciudad, ya estábamos todos despiertos, preparados para cualquier tipo de asalto. Sin embargo, un poco más adelante, Sharon bajaba sola del lujoso y probablemente caro coche. Mi hermano había bajado de nuestro vehículo provisional, mientras nosotros observabamos en silencio cada uno de sus movimientos. Yo había logrado deslizarme hasta el asiento del conductor, desde donde los podía ver mejor.

Sharon abrió el maletero, desde mi lugar podía ver todas nuestras armas y trajes, incluyendo mi querido látigo y mis pistolas con sus marcas azules.

Detrás de Sam, Bucky estaba sentado, frunciendo levemente el ceño, ya que no podía ver con Sam en el medio.

–¿Puedes mover tu asiento?

Del mismo modo, el otro sin inmutarse siquiera y con expresión seria pronunció un:

–No.

Me mordí la cara interior de la mejilla para no reír mientras Bucky se desplazaba hacia un lado, sentando a Lara en su regazo para poder ver un poco mejor.

–Sam, según mamá eso es grosero.– le reprendió la niña.

Eso sacó una pequeña sonrisa a nuestro Wilson, quien se giró un momento:

–¿Sabes que más es grosero, pequeña?– su voz sonaba sería, pero sabía que estaba bromeando– Que arranquen el volante de tu coche mientras estás en la carretera.

–¿Por qué siento que estás acusando a alguien?– dije irónica.

Sam negó con la cabeza, con una pequeña sonrisa, mientras que Bucky se abrazaba a la niña, rodeando a esta con los brazos. Ella rió un poco, después señaló a Steve y a Sharon:

–¡Se están besando!

Toda nuestra atención se centró entonces en ellos dos. Era cierto, se estaban besando. Lo cierto es que no sabía como habían llegado a aquella situación, ni siquiera sabía que había “algo” entre ellos. Sorprendida, me giré hacia Sam, quien hacía un gesto de aprobación. Bueno, podía decir que estaba ¿orgullosa? De que mi hermano besara a una mujer, aunque no sabía si lo había hecho alguna vez antes.

Aparté la mirada de ellos, eso me hizo darme cuenta de lo poco que sabía de mi hermano en aquel momento. No sabía que le había pasado en la guerra, si había besado a alguien, si en estos últimos años había alguien especial en su vida… Me sentí como una rueda sobrante en la vida de mi hermano mayor.

No vi como se separaron, sino que volví al asiento de atrás, esperando en silencio. Sabía que en cuando me había visto volver atrás con la expresión seria, Bucky me había mirado con preocupación:

–¿Qué ocurre, Kira?– su mano acarició un poco mi cabello– Se te ve triste.

–Solo… No quiero hablar de ello ahora, Buck.

El asintió en silencio, dejando un beso en mi mejilla, tratando de hacerme sentir un poco mejor. Le miré un poco y susurré:

–¿Puedo apoyarme en tu hombro?

Su sonrisa me hizo sentir algo mejor, rara vez le había visto sonreír en las circunstancias en las que nos encontrábamos, así que cada vez que dirigía una hacia mí sentía un pequeño rayo de esperanza.

–Adelante, sabes que no tienes que pedir permiso.

–Eso ma.– asintió Lara, acorde a él.

Le acaricié un poco el cabello rubio a Lara, entrecerrando los ojos, mientras buscaba algo adormilada la mano de Bucky, quien tomó la mía y susurró:

–Descansa un poco, llevas las diecisiete horas despierta.

–No puedo dormir ahora.– susurré– Estamos a punto de llegar al punto de encuentro.

–Cuando lleguemos te avisaré, lo prometo.– susurró acariciando mi mano con su pulgar, provocando un agradable cosquilleo por todo mi brazo– Pero ahora duerme.

Asentí sin muchas ganas, dejando que mis ojos terminaran de cerrarse, escuchando a Lara tararear suavemente una canción de cuna mientras sentía las caricias suaves de Bucky. Sabía lo que estaban haciendo.

Y no pude evitar dormirme con una sonrisa.

The Time We LostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora