Dejada Atrás

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Todos estábamos reunidos en una de las pequeñas salas de estar. Había encontrado un pequeño hueco en el sofá, apenas lo suficientemente grande para caber entre Scott y Natasha. Tenía las piernas encogidas contra el torso, apoyando la mandíbula en las rodillas, mientras desarrollábamos el plan para recuperar las gemas del Infinito.

En ese momento, todos teníamos la atención puesta en Tony, que explicaba las gemas que él había llegado a conocer.

—¿Un doctor que tenía la gema del tiempo?— cambié la postura mientras mi voz se alzaba, confundida por la situación, aunque realmente no me sorprendía tanto dado que el sillón estaba sentado un mapache alienígena parlante.

—Doctor Strange— me corrigió Tony, volviéndose hacia el sofá— Tampoco entiendo el porqué, pero era una especie de hechicero con la gema.

Asentí, dejando que prosiguiera, hasta que apareció la gema de la realidad en la pantalla holográfica. La mirada de todos nosotros se dirigió hacia Thor, sentado a un lado de la habitación con una mano en el pantalón. Llevaba gafas de sol, su barba de varios meses estaba algo manchada de cerveza y migas de comida, por lo tanto, no se podía ver si estaba prestando atención o tenía los ojos cerrados.

—¿Está dormido?— aventuró Scott con preocupación.

—Creo que está muerto— fue Rockett el que contestó con simpleza.

Me pellizqué el puente de la nariz, deteniendo a mi parte impulsiva para que no siguiera aquel juego que no nos llevaba a ninguna parte, de modo que me limité a girarme hacia el dios y, con toda la paciencia que fui capaz de reunir, formulé las siguientes palabras:

—Thor, tienes experiencia con la gema de la realidad, así que, ¿por qué no nos das alguna pista acerca de ella?

Bien, había tratado de suavizar la voz y no había funcionado lo más mínimo. Y si seguía así eso no me ayudaría en lo más mínimo. Todos éramos un equipo -quisiéramos o no- y era nuestro deber actuar como tal.

Para mi -nuestra- sorpresa, el dios del trueno se puso en pie y, con toda la tranquilidad y paciencia del mundo, arrastró los pies hasta las pantallas frente a nosotros, sin soltar su cerveza en ningún momento. Realmente Thor estaba en un estado deplorable, según me había contado Steve, había perdido a su hermano, a su padre y a su madre, al igual que su hogar, en tan sólo unos pocos años. Considerando que es inmortal, había pasado relativamente rápido.

Y yo entendía lo que sentía aquella deidad caída, rota en pedazos por haberlo perdido todo. Porque yo, en algún momento, también lo había perdido todo. Pero no había estado igual que Thor, en absoluto, mi hermano se había asegurado de que no fuera así. Cuando me encontró, se cercioró de mi estado, tanto anímico como físico. No había dejado que cayera en el mundo del alcohol -como era el caso de Thor- o, peor aún, de las drogas. En todo momento llamaba o hacia una visita, para asegurarse que comía, me mantenía limpia y, ante todo, tomaba mi medicación.

Ahora que lo pienso, creo que había llevado a Nakama a un centro de entretenimiento de perros de servicio para veteranos de guerra. El animal también había estado ahí también, cuando me negaba a tomar mis pastillas o cuando solo quería golpearme, culpándome de todo el daño que le había infringido a la gente, conocidos o desconocidos. Nakama estaba a mi lado cuando me acurrucaba en el baño a altas horas de la noche, el pelo húmedo de sudor y el olor a vómito reciente en mi boca, después de levantarme de esas pesadillas que mi cerebro no podía dejar de inventar con muertes de aquellos que amaba. O los que, quisiera o no, Ghost había asesinado sin piedad, habían sido víctimas de mi propio demonio y yo tenía la culpa.

Visto de otra forma, tenía algo de suerte, tenía parte de mi familia a mi lado, que me apoyaba y no me abandonaría por muy perdida que estuviera yo en esas pesadillas que se sucedían tanto de día como de noche. Pero Thor no tenía esa suerte, debía enfrentar sus poderosos y ancestrales horrores por su cuenta, sin nadie en quien apoyarse.

Y lo entendí, entendí su actitud ahora desenfadada, falta de esperanza, hacia nuestra futura misión. Porque, si había fallado una vez, ¿quién decía que no iba a fallar de nuevo?

Aparté los pensamientos de la cabeza con un gesto, cuando retoré al presente, todos se habían ido, excepto Steve, ahora agachado delante de mí con aquel gesto amable.

—Nora, es hora de hacer una lluvia de ideas.

Y en cuanto usó el apodo cariñoso, no pude evitar el pequeño atisbo de una mueca.

. . .

—Chicos, si pensamos en el año correcto, ha habido tres gemas en Nueva York a la vez— la voz de Natasha se alzó, ella estaba tumbada junto a Tony sobre el escritorio, los pies de ella junto a la cabeza de el y viceversa.

Desde el suelo junto a Bruce, me senté de golpe, la afirmación de la ex espía me llevó a esbozar unas cuantas notas mientras murmuraba sobre las gemas del tiempo, mente y espacio.

Si era cierto todo lo que Natasha me había contado acerca de su enfrentamiento con Loki, en 2012 habría tres gemas en la ciudad. Según lo que había entendido, Loki había usado las gemas del espacio -el Teseracto- y la mente, para traer al temible ejército chitauri a Nueva York. Además, si el templo de Strange se encontraba en la misma ciudad, eso implicaba...

—Pasó en 2012, con Loki, usó las gemas de la mente y el espacio. Strange estaba en ese templo en Nueva York con la gema del tiempo. Tendríamos tres gemas y sería un viaje rápido y sencillo.— les mostré el cuaderno a los tres, emocionada por las noticias, poniéndome en pie de un salto mientras corría por el complejo en busca de los demás.

. . .

Todos, absolutamente todos tenían sus trajes. Blancos como el marfil con pequeños toques escarlata a los costados y el cuello, la "A" signo de los Vengadores en el lado izquierdo del pecho, se veían imponentes.

Y yo tenía claro que no obtendría uno. Por el simple hecho de que mi trabajo era llevarlos y traerlos de vuelta sin percances, porque debía quedarme al otro lado sin hacer nada, porque eso era lo que siempre debía hacer Kira Rogers, sentarse a esperar, calladita, a que los demás se enfrentaran a un destino desconocido, la parte más cruel que se me obligaba a mirar.

—¿Todo listo, Nora?— Tony se ajustó uno de los guantes con un gesto firme, esperando a que yo diera positivo.

—Todo preparado.

—Nos vemos en un momento— escuché decir a Natasha, antes de que yo pulsara el botón correspondiente y les mandara al otro lado o, mejor dicho, al pasado.

Miré el lugar en el que habían estado todos ellos, que volverían en unos segundos, pero, sin embargo, sabía que algo andaba muy mal.

Y como desearía haber estado equivocada.

The Time We LostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora