Capítulo X: Rota

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Recuerdo que no me moví, que todo se volvió oscuro, que unos puntos brillantes empezaron a danzar en la oscuridad.

No podía articular palabra, no podía gritar, mi cuerpo estaba en blanco, como si le hubieran arrancado todos los conocimientos.

Respirar.

Hablar.

Gritar.

Andar.

Todo era secundario para la desesperación que empezó a abrumarme, reconocí la gran ola antes de que cayera encima y me empapara de pies a cabeza, dejando tras de si residuos como la impotencia y el dolor.

Algo se rompía en pedazos dentro de mí, como si se tratará de un espejo, resquebrajándose, dejando una grieta cada vez más grande, amenazando con desatar una bestia dormida que hasta aquel momento había tenido bajo control.

Hasta que decidí huir, correr, lejos de ello, lejos de la realidad, lejos del dolor.

Sólo era una cobarde, incapaz de proteger a los que quería, incapaz de enfrentarme a mi realidad.

Todo había pasado demasiado rápido, tan rápido y letal que no había podido luchar contra ello.

Demasiado para una simple soldado como yo, era demasiado insignificante.

Ellos no eran una pieza clave en la guerra, ellos no tenían que haberse ido, solo cumplíamos órdenes.

Éramos peones en aquella guerra infinita.

The Time We LostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora