Novum Vitae IV

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—¿Qué ocurre, Kira?— la voz de Nate fue la que me sacó de mis pensamientos esa noche, suave y algo ronca por estar adormilado.

Los dos estábamos en el sofá junto a Nakama, dormida a mi lado hecha un ovillo. Nate me había abrazado por la cintura, no era tan incómodo después de más de un año juntos en aquella casa. Por supuesto tenía claro que había un límite de nuestro contacto físico y emocional, pero estas situaciones eran simplemente inevitables.

—Sólo pensaba, han pasado ya tres años desde... Bueno— mi mirada se posó en la mesa, parecía mejor que mirarle para recibir otra de sus charlas sobre el tema— Ya sabes.

—¿Cuántas veces hemos hablado de ello?— me tomó del mentón con suavidad para que le mirase– Tienes que...

—Dejarlo atrás, pasar página, seguir adelante.— me aparté un poco para mirarle con un gesto serio— Lo sé, Nate, pero eran mi familia, eran lo único que tuve en mi vida durante años. ¿Cómo te sentirías si te pidieran que olvidaras a tu familia?

Él se quedó en silencio, no era capaz de contestarme, su familia había sobrevivido al chasquido, no había perdido a ningún ser querido. No sabía si había sido cuestión de suerte o cualquier otra fuerza cósmica -si es que algo así existía- que le había ayudado.

—No lo sé, porque yo no estoy pasando por lo mismo que tú. Es cierto que tú has perdido a tu hija y a tu marido, pero quizá...

Quería dejar de hablar de ello, dejar de escuchar sus palabras, habíamos tocado ese tema tantas veces que ya no tenía prácticamente efecto en mí. Lo único que conseguía era que discutiéramos, aunque estaba segura de que estas peleas no eran malas del todo. No le escuché, no quería hacerlo, tampoco tenía ganas, siempre eran los mismos argumentos.

—Déjalo, Nathan, no tengo ganas de seguir hablando de esto.— le detuve, apoyando la cabeza en su pecho, él me acarició la espalda, con un suspiro que sentí en la nuca -su aliento cálido me hizo estremecer de forma extraña- y tomó mi mano.

—Dejemos de hablar de ello, entonces.— dibujó una sonrisa forzada cuando le miré y negué con un gesto— ¿Qué ocurre?

—No hagas eso.

—¿El qué?

–No fuerces una sonrisa, es como si te estuviera obligando a ser feliz.

—Kira, no me estás obligando a ser feliz, soy feliz contigo, con lo que haces, con tu presencia.

Quise apartar la mirada, pero él no dudó ni un segundo cuando me tomó de la barbilla y, lentamente, unió nuestros labios.

He de reconocer que no supe que hacer, tenía un remolino de extraños sentimientos en todo el cuerpo. Todos ellos contradictorios.

Por una parte, quería devolver aquel beso, llevaba años sin tener ese tipo de contacto, sin besar una boca. Sintiera o no algo por Nate, aquel beso me hacía falta, no solo por la necesidad de un toque, sino por la devastadora necesidad de cariño.

Nadie en todos esos años había tenido un contacto similar conmigo, más allá de abrazos por parte de mi hermano, pero con él era diferente, ambos llorábamos nuestras pérdidas en los brazos del otro.

Era diferente, Nate me estaba besando por una atracción, no estaba segura de si esta era física o también psicológica, pero tampoco me detuve a preguntar.

Sus labios se sentían bien, eran nuevos, con un toque de sabor a canela y con una suavidad inesperada, en un principio pensé en apartarme, en alejarme y encerrarme en algún sitio para no hablarle en unos días y esperar a que todo volviera a ser normal.

Pero ese pensamiento se alejó tan rápido como había llegado, quizá por mi obvia desesperación por tener aquel roce fue lo que me llevó a dejarme llevar por Nate.

Y, si, sé que lo que hice estuvo mal. Yo estaba casada y tenía familia, pero me sentía perdida, como un barco a la deriva en medio del océano, desesperada por encontrar un lugar seguro, así que cuando encontré refugio en el contacto físico de Nate, olvidé por completo que mi hogar estaba con mi familia.

. . .

No puedo dar detalles de lo que llegó a ocurrir aquella tarde, porque los recuerdos están llenos de lagunas que soy incapaz de completar.

Sin embargo, sí que recuerdo el despertar al día siguiente. Cómo no pude evitar una sonrisa al sentir un cuerpo próximo al mío, abrazándose a mi cintura para conseguir más calor bajo las sábanas.

Pensaba que el chasquido había sido todo un mal sueño, que me despertaría en aquel hogar en Wakanda y todo sería como siempre, saldríamos a hacer nuestras tareas y al mediodía nos sentaríamos a la mesita que usábamos todos los días para comer, hablaríamos de cualquier cosa y seríamos una familia.

Lo primero que noté fue que era un brazo humano el que me rodeaba y debía de estar posicionado en su lado izquierdo para poder abrazarme, por lo que este no era el brazo de Bucky, puesto que su brazo izquierdo era de metal y, por otra parte, él nunca habría usado su brazo de metal para rodearme.

Así que la realidad me trajo de vuelta de un tirón, estaba en mi nuevo hogar, durmiendo al lado de Nate - y si, estábamos sin ropa-, Nakama durmiendo tranquilamente a nuestros pies.

No dejaba de hacerme la misma pregunta una y otra vez: "¿Me he acostado con Nate?". Pero la respuesta era obvia dada la posición y no me pude sentir más avergonzada por la situación, así que con cuidado me deshice de su brazo para sentarme al borde de la cama -descubriendo mi obvia desnudez-.

Me abracé a mí misma, poniéndome en pie con un suspiro de pesar sin molestarme en vestirme, decidiendo en seguida que tomaría una ducha. Era el único sitio en el que podría estar sola sin el riesgo de que Nate entrara y tuviéramos un conversación incómoda sobre lo ocurrido esa noche.

Aunque si que recordaba todo -tampoco estaba ebria- había momentos que mi mente parecía obviar. Por ejemplo, no recordaba del todo como llegamos a la habitación, solo recuerdo que desde el sofá llegamos rápidamente al cuarto. Y sé que si hubiéramos tardado más en llegar, le habría detenido.

Abrí la llave del agua, dejando el agua bastante caliente -me gustaba esta temperatura aún en verano, siempre había tenido esa extraña manía que ponía de los nervios a mi hermano- y me metí bajo el agua.

Me sentía mal, no solo anímica sino también físicamente. Sentía el cuerpo cansado y pesado, era como si hubiera traicionado a mi familia, como si hubiera jugado con su recuerdo y los hubiera olvidado.

Y no quería olvidarlos, quería conservarlos, aunque fueran solo un recuerdo, habían sido y seguían siendo lo más importante para mí. Vivía aferrada al pasado y lo sabía, pero una parte de mí seguía con la esperanza de que ellos volverían, de que un día, todo volvería a ser como antes. Por eso mismo me partía el alma el hecho de haber tenido una relación sexual con Nate, aunque sólo hubiera sido una noche.

Sentía que había sido un error.

Y no tenía ni idea de lo que quería hacer, así que cuando salí de la ducha y me hube vestido tomé la decisión de llamar a mi hermano en busca de consejo.

Ya era hora de ver a Steve como un hermano y no como un capitán.

The Time We LostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora