Little Monster

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La puerta se abría lentamente, dejando que el frío siberiano entrara con violencia junto con las ráfagas de viento en el jet en el que los tres se encontraban. Un escalofrío recorrió el cuerpo de la pequeña rubia, sentada en la parte de atrás, donde más cerca quedaba de la entrada. Habían llegado a su destino después de horas de viaje, dudas y remordimiento.

El primero en ponerse en pie fue el rubio, observando con sus claros ojos zarcos la nieve virgen fuera de la nave, con expresión indescifrable. Tras él se levantó el otro adulto, abriendo el compartimento de armas de Natasha, para tomar un rifle, solo por si necesitaba usarlo en algún momento.

En último lugar, se puso en pie la niña, decidida a entrar en acción junto con los adultos. Sin embargo, en el momento en el que su padre la vio con aquella decisión, miró a su amigo (y tío de la pequeña) y luego a Lara. Se agachó para quedar frente a ella, puesto que él era un hombre alto y ella apenas llegaba al metro y medio. Ella le miró, sin entender muy bien cual era el propósito de aquel gesto.

–¿Qué ocurre?– preguntó la pequeña, con su mirada añil fija en la idéntica de su padre.

Sé que quieres ayudarnos, pequeña, pero esto es muy peligroso– pasó los dedos entre la corta melena rubia de la niña– Eres muy valiente viniendo hasta aquí con nosotros, aún así esto es muy peligroso incluso para una niña tan valiente y fuerte como tú.

¿Eso... Eso significa que no puedo ir...?

Que no vayas a venir no significa que no puedas hacer nada– le regaló una sonrisa, algo que hizo que la muchacha imitara– Eres una chica lista, seguro que encuentras una forma de mantenernos a salvo desde aquí.

Puedo avisaros si viene alguien– propuso ella, ilusionada– A través de la mente.

Esto último lo dijo con una voz algo profunda que, normalmente, habría asustado a la gente a su alrededor, pero ambos estaban acostumbrados a esta forma de ser.

Así se habla, enana– la revolvió el cabello, a lo que ella se quejó removiéndose– Confiaremos en ti.

Ella asintió y se llevó la mano a la frente, haciendo un saludo militar que hizo sonreír al Capitán, quien devolvió el saludo y la guiñó un ojo de forma cómplice.

Y nada de escaparse, ¿lo prometes?– se puso en pie de nuevo su padre, sin apartar la mirada de la muchacha.

Por supuesto– sonrió ella con un asentimiento– Nada de escaparme.

Muy bien– asintió el adulto relajando el gesto, para girarse hacia Steve– Necesitaba que alguien me hiciera caso de una vez, aprende de mí Steven.– bromeó él.

Oh, vamos, Lara seguiría todo lo que le dijeras por el cariño que te tiene– el Capitán sonrió un poco.

¿Así que no me hacías caso por que no me querías?– alzó una ceja, con escepticismo.

Digamos que no de la misma forma que te quiere tu hija– Steve le guiñó un ojo de forma cómplice a su sobrina, girandose hacia la rampa del jet– Sólo digo que tienes suerte de tenerla.

En parte era cierto, si Kira y él no hubieran decidido concebir a la pequeña antes de que fuera a la guerra, no habría llegado a nacer. En aquel momento no podían tener hijos, puesto que el suero de super-soldado les había dejado estériles e incapaces de procrear más. Sabía que Steve, alguna vez en su vida, había tenido la fantasía de tener una familia, pero si antes le habría sido difícil por su constitución menuda y su gran cantidad de enfermedades, ahora le era imposible.

The Time We LostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora