Capítulo XVII

28 10 6
                                    

Era una mañana de primavera, ya habían pasado varios meses desde que habíamos empezado a vivir en la cabaña. El tiempo había pasado a una velocidad de vértigo, pasando del octavo cumpleaños de la niña, lo cual habíamos celebrado con una pequeña fiesta con los que vivían cerca de nosotros en pequeñas cabañas, debido a los amigos que ella había hecho en aquel tiempo.

Pero lo más importante de todo aquel día fue su sonrisa al ver el pequeño regalo que le había conseguido en la ciudad: un collar con su nombre grabado en una pequeña cuenta, con el símbolo de una cruz egipcia, con la parte de arriba de este en un óvalo.

Le conté que el símbolo pertenecía a la diosa egipcia Isis, quien, según T'Challa, también protegía Wakanda. Esta diosa, controlaba la magia y se decía que tenía unas alas arcoiris.

Lara sonrió al escuchar la historia, acurrucada junto al fuego de la cabaña junto con Buck, quien jugaba con su melena rubia.

–¿Así que soy Isis?– me miró, sus ojos azules tenían un tono rojizo por el fuego.

–La protegida de Isis, cielo. Siempre que lleves el collar puesto ella te protegerá.

–¿Y vosotros?– se sentó, mirándonos– ¿Me protegeréis?

–Siempre.– susurró Buck, pasando los dedos entre su cabello.

–Entonces mientras estéis a mi lado, no necesitaré la ayuda de Isis.

. . .

Estaba sentada frente a un pequeño espejo mientras la pequeña Lara me recogía el pelo en una trenza, enlazando pequeñas cuentas en el proceso, me encantaba observar su expresión de concentración a través del cristal. Era muy tierno ver su ceño fruncido levemente y como sacaba la lengua muy levemente.

–¿Me convertirás en tu muñeca para peinados y para vestirme?– le sonreí a través del reflejo en el espejo.

–Probablemente– rio de forma leve– No, mamá, pero hoy es un día especial.

–Sabes que tampoco hace falta que esté perfecta.

–Lo sé, pero quiero que papá se quede boquiabierto al verte.– puso sus manos en mis hombros al terminar, mirándome.

–Seguro que lo hará– puse una de mis manos sobre la suya, haciendo unas pequeñas caricias.

. . .

Debo admitirlo, estaba nerviosa, pero dejaba atrás una preocupación que llevaba meses pesándome en los hombros. No llevaba un vestido, ni un lujoso conjunto, solo una túnica cómoda y larga, que llevaba colocada sobre un hombro. El color era verde claro con un tono morado, en el cuello llevaba una especie de collar cuyos eslabones se juntaban con una especie de tiara sobre mi cabello. En la frente tenía unos puntos pintados de color blanco, estos seguían hasta rodear mis ojos y pasar en una línea recta desde mi frente hasta mi barbilla, pasando por la nariz y los labios. Pocas veces me había puesto maquillaje en la cara desde los años cuarenta, pero, aunque no quisiera admitirlo, era un día especial.

No solo estaba nerviosa por el acontecimiento en sí, sino por la aventura que sería poder ser al fin una pareja unida por este acto... Realmente ser una familia. Y realmente no importaba lo que se nos viniera encima, arriesgaríamos todo, lo poco que teníamos, por la vida que tendríamos. Mano a mano, sin dejarnos ir, nunca. Manteniendo la promesa de que nunca nos alejaríamos, pues era un riesgo que debíamos correr. Juntos, sobre la cuerda floja.

Salí de mis pensamientos cuando tuve que entrar en la sala, dejando escapar una larga respiración temblorosa, dejando toda duda tras de mí.

. . .

Estaba agotada, la cena había sido simple, sin lujos, pero había comido tanto que sentía que no volvería a comer en días. Me abrumaba el calor de la sala, así que decidí salir al pequeño balcón que había en el salón.

El aire fresco me vino bien, por la suave brisa que recibía cuanto más me acercaba al borde. Admiré fascinada la luna con su brillo plateado iluminando toda la enorme ciudad, haciéndola parecer fuera de tiempo, como una enorme polis griega, solo que mucho más grande y avanzada. Respiré hondo, con la brisa revolviendo un poco mi cabello, pero dejé que ocurriera, ese día todo debía surgir. Nada de lo que pasara sería premetidado.

Sentí unos brazos rodear mi cintura y un beso suave en mi nuca, sonreí, entrelazando su mano humana con la mía. Ninguno de los dos dijimos nada, él se limitó a acariciar mi mano, apoyando su cabeza en mi hombro. Decidí que tal vez la luna no fuera tan mala compañera esa noche, así que me recosté un poco contra él, aún admirando la luna desde nuestra posición.

Nos mantuvimos así durante un tiempo, podrían haber sido unos minutos, segundos, horas o una eternidad, pero el tiempo pareció detenerse. Era hermosa, la luna, seguía siendo igual que cuando éramos jóvenes, hacía ya tantos años. Cuando soñábamos con un mundo mejor.

Sin ser brusco, en un momento dado, me giró hacia él, enfrentando nuestras miradas. Sus labios tenían dibujada una sonrisa, mientras sus dedos llevaban un mechón suelto tras mi oreja, con suavidad. Él llevaba una túnica roja y azul, prácticamente idéntica a la mía. Sus ojos azules tenían un destello plateado debido a la luna, lo cual me sacó una pequeña sonrisa, me gustaba ver su color de ojos, mucho más tras aquel día.

–Kira...– susurró– Al fin ha terminado todo, ya podemos ser nosotros, solo nosotros. Nadie más decidirá nuestro destino.

Entrelacé nuestras manos en silencio, acercándome lo suficiente para que nuestros labios se rozaran en un suave beso antes de que la puerta del salón tras nosotros se abriera y una pequeña rubia saliera corriendo hacia nosotros.

–Estáis aquí, pensaba que os habíais ido sin mí.– se abrazó a nosotros y le acaricié el cabello, me encantaba verla con aquella túnica que se asemejaba a un vestido, era de un tono rojo claro, casi salmón. Aquel color se veía poco en Wakanda, pero a ella le encantaba, así que el rey había accedido a buscar una.

–¿Y dejarte sola?– sonrió Buck– Nunca, ya lo sabes, enana.– la alzó del suelo, el color dorado de la mano de metal me recordaba al cabello de Lara, ella miró el brazo y sonrió.

–Parece que Shuri lo terminó para hoy.

–Es un bonito regalo de boda, ¿no crees?– acaricié su cabello.

–Es perfecto.– asintió ella y después alzó la mirada a la luna, asombrada.– Wow... Es muy bonita.

–Lo es, pequeña.– susurré, siguiendo la dirección de su mirada, hacia la luna, quizá nuestro destino cambiara para bien y la vida estaba decidiendo darnos una nueva oportunidad.

O quizá era la calma antes de la tempestad.

Fin de la primera parte

The Time We LostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora