Lo Que Soñabas Tener

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Reinaba el silencio en el coche que habíamos tomado prestado en el complejo de los Vengadores. Podía notar la tensión, sentía hasta que, si me concentraba lo suficiente, podría hasta verla. Era lo normal, hacía cinco años que no visitábamos a Tony. Sería entendible que nos echara de allí nada más vernos bajar del coche. Al fin y al cabo, no nos habíamos preocupado lo suficiente.

Pero, ¿quién iba a culparnos? Estábamos muy ocupados luchando contra nuestros demonios internos para hacer una visita de cortesía a la familia feliz.

Tenía la mirada perdida, mirando por la ventana, el bosque en calma junto a la carretera. El bosque se había vuelto salvaje, había crecido y las especies en peligro habían dejado de estarlo. Los montes parecían selvas ahora, llenas de vida, peligrosas para aquellos que no supieran buscar en ellas. Era una verdadera aventura explorar los que hace cinco años habían sido solo arboledas.

Pero en aquel momento, mi alma no se encontraba en los bosques, tampoco en la forma en la que la desaparición de la mitad de la vida había hecho bien a la otra mitad. Para nada, mi mente se encontraba dándole vueltas a aquella frase.

"Ha sido un día duro sin ti"

Apoyé la frente en el frío cristal, respirando hondo, le estaba dando la espalda a Scott, al fin y al cabo estaba a punto de echarme a llorar como una niña. Aquellas palabras me rompían de arriba a abajo, porque también había sido un día duro sin ellos, porque esos cinco años habían sido un día o tres siglos, cinco años perdidos que habían pasado demasiado rápido para que pudiera tenerlos a mi lado y muy despacio, como si el tiempo se regozijara en el dolor de la pérdida. Un regozijo cruel y retorcido.

Me puse una mano en el pecho, conteniendo los quejidos que salían de tan dentro de mi pecho. Cada llanto reprimido se me clavaba más y más en aquella parte de mí que creía olvidada.

Esa parte que los echaba de menos como a nada en este mundo, a la familia que el tiempo me había otorgado para después arrebatármela. Y no era justo, pero nadie lucharía por ellos, nadie pelearía para traerlos de vuelta si yo me rendía.

Y les necesitaba a mi lado, porque sabía que no he querido a nadie tanto como a ellos. Jamás.

Si los demás escucharon alguno de los lloros, no lo mencionaron. Era mejor que estuviera con mis demonios en silencio, tranquila en la parte de atrás del coche.

De modo que, cuando llegamos, esperé un instante antes de bajar, limpiándome un par de lágrimas con la manga del jersey de lana. Me armé de valor para apearme del coche, quedando junto a Steve en unos pocos pasos. Con un movimiento me dio un leve apretón en el hombro, queriendo animarme y señaló con la cabeza el porche de la casa de la familia Stark. Sabía lo que quería decir con aquel gesto, así que negué con la cabeza en seguida y me adelanté unos pasos.

Sentado en el porche, con una niña en brazos, estaba Tony Stark, mirando en nuestra dirección.

Adopté un gesto serio y tranquilo, no quería empezar con mal pie aquella conversación, así que me mantuve hombro con hombro con mi hermano. Le dejaría hablar a él, aunque en otro tiempo hubiera sido el menos diplomático de Brooklyn, había madurado mucho con el tiempo y ahora las palabras eran una de sus mejores armas.

La niña nos miró a los cuatro con sus ojos oscuros brillando con curiosidad. Y, por un instante, por una sola milésima de segundo, vi sus ojos del tono índigo que tan bien conocía, junto con esa sonrisa que siempre invitaba al juego y esa melena rubia.

Me obligué a mi misma a apartar la mirada, no era ella, no era ella, no era ella.

—Si hubiérais avisado antes de venir, habría preparado una barbacoa.— fue el comentario que se le ocurrió a Tony al vernos a todos en su porche.

Por supuesto, ninguno de nosotros se rió, sino que Scott se abrió paso hasta estar frente a él, abriendo la boca para hacer otro comentario -probablemente mordaz- como respuesta.

—Tony, necesitamos tu ayuda.— fue la voz de Steve la que finalmente se alzó.

El inventor se puso en pie, sosteniendo a la niña en sus brazos dirigiendo su mirada hacia la puerta de entrada de la casa. Se dirigió hacia allí sin tan siquiera dirigirnos una palabra, hasta que mi voz vibró sin que siquiera lo permitiera.

—Podríamos traerlos a todos de vuelta, tenemos una manera.

Se detuvo muy lentamente, dejando a la pequeña en el suelo, murmurando algo que solo entendió ella, para entrar en la casa con rapidez. Tony se giró hacia nosotros, el mismo brillo de la curiosidad que tenía su hija resplandecía en sus iris.

—Tenéis cinco minutos— se acercó, con los brazos cruzados.

No sabía quién de nosotros iba a hablar, pero no me arriesgué a ser la que malgastara esos preciosos minutos. Había aprendido a valorar el tiempo como nadie lo había hecho antes.

Fue Scott el que empezó a explicar su teoría, que Tony escuchó con atención hasta que decidió cortarle para hacer otro comentario:

—¿Estás haciendo unas teorías basadas en "Regreso al futuro"?

No tenía ni idea de que era eso, pero Scott frunció el ceño antes de encogerse de hombros con un asentimiento, a lo que Tony dejó escapar un suspiro de pesar.

—No puedo hacer nada, no voy a arriesgarme por una teoría que no tiene apenas bases.— se giró para entrar en la casa por segunda vez, lo que me hizo reaccionar de una vez por todas.

—Tony, has tenido suerte.

Mis palabras parecieron sorprenderle, pero solo lo mostraron sus hombros tensos.

—Podría decirse.— una respuesta segura.

—Tienes una casa en la que vives felizmente con el amor de tu vida y vuestra hija. Diría que si que es mucha suerte— me adelanté un paso— Pero no todo el mundo ha tenido el mismo destino, muchos han perdido al amor de su vida en el Chasquido, a sus hijos. A las personas que aman, Tony. Y las siguen amando, está en nuestras manos hacer algo para devolvérselos, para que las familias vuelvan a estar reunidas. Sé que esperarías lo mismo si la familia que tanto te ha costado formar desapareciera de un día a otro sin que pudieras hacer nada, delante de tus ojos, convirtiéndose en polvo.

—Le vi convertirse en polvo, Kira, el chico luchó contra ello, no quería irse, no quería desaparecer. No pude hacer nada— sus palabras salían de lo más profundo de su corazón, igual que lo habían hecho las mías.

—Entonces ayúdanos a traerle de vuelta,entre todos podremos hacerlo, solo debes ayudarnos, Tony. Podemos hacer feliz a mucha gente.

Cerró los ojos, tomando una larga y temblorosa respiración, pasándose una mano entre el pelo, ahora con algunas hebras plateadas.

—Lo intentaré, no garantizo su funcionamiento, Rogers.

Asentí, apartándome para que se dirigiera dentro de la casa, girándome hacia los demás, que habían observado la escena en silencio.

—A veces es mejor la carta de la sinceridad.

The Time We LostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora