Capítulo 6

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Bien dicen que la persistencia es una de las mejores virtudes, no hay veneno más letal, que aquel que te consume lentamente, tan suavemente que cuando te das cuenta ya tienes todo tu ser inundado por él, sino solo basta ver la roca, tan firme tan imponente, pero basta con que una gota de agua caiga constantemente sobre ella y esta terminara abriendo un hoyo en esta, así pues de esa misma manera Eliza había mermado poco a poco con paciencia la confianza de Anthony sobre Candy, dañando seriamente la relación desde su interior, sin que este se percatara, fue lo suficientemente astuta para iniciar como un suave susurro, una pequeña vos de advertencia, hasta convertirse en una melodía constante a la que la razón de Anthony ya escuchaba atentamente.

Después de retirarse apresuradamente, sin poder controlar sus sentimientos, Anthony se sentía terriblemente abatido, su corazón le gritaba cuanto amaba a Candy y que ella lo amaba también, pero como controlar todas esas dudas que no tenían explicación, todas esas ocasiones en que sentía que algo no estaba bien, aun no podía comprender porque nunca había querido conocer al famoso Albert, y es que de solo imaginar a ese misterioso vagabundo que rescato a Candy la noche en que se la pasaron buscándola desesperadamente algo no le daba tranquilidad, ella había aparecido tan tranquilamente que sin poder controlarse ante la angustia que había pasado toda la noche imaginándose lo peor

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Inicio del recuerdo

− Candy...

− ¡Anthony!

Ellos corrieron simultáneamente el uno hacia el otro.

− ¡Estaba tan preocupado, Candy! ¿En dónde has estado?

Jadeando, el muchacho la miró directamente a la cara, con una expresión seria.

− Bueno, yo...

Candy no sabía qué decir. Y no podía contarle nada sobre el señor Albert.

− Entré en el hermoso reino mágico del bosque...

− ¡Deja de bromear!

De pronto resonó una bofetada.

Anthony... Anthony me ha... me ha pegado...

Quedándose sin palabras, Candy llevó su mano a su mejilla.

− ¡Estaba preocupado por ti! – dijo Anthony con voz temblorosa. El joven mordió sus labios y después, dándole la espalda huyó.

Fin del recuerdo

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Como podía ella estar tan tranquila cuando su corazón estaba sufriendo lo indecible a causa de su desaparición, y luego cuando con el tiempo le conto sobre el famoso señor Albert su desconfianza fue mayor, porque razón siempre se le aparecía casualmente cuando ella parecía necesitarlo, como lo había vuelto a encontrar en Londres era otra cosa que le arrancaba más dolores de cabeza, y es que no es para menos, primero haber curado a Terrence en su habitación, si, comprendía que fue sin culpa, al menos eso es lo que ambos cada uno por su lado le había contado y segundo atreverse a salir sola a esas horas de la noche a la calle, era inconcebible, comprendía la naturaleza bondadosa de Candy, pero eso no le quitaba todos los sentimientos negativos que todo aquello le provocaba, y luego nuevamente como obra de la casualidad se había encontrado con el famoso Albert, quien también casualmente había sido quien se había equivocado al llevar a Terrence a la habitación de Candy en primer lugar, no definitivamente nada le pintaba bien, menos si tomamos en cuenta que siempre estaba de una u otra forma ligado a Terrence y Candy, no comprendía ni quería comprender, hubiera sido menos difícil si Eliza no hubiera dado sus inocentes opiniones en más de una vez.

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