Epilogo

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Tomo sus labios con posesión, con deleite, sabiéndose dueño absoluto de su dulzura, sintiéndose a la vez que cada beso más que saciar su sed por ellos solo las acrecentaba aún más, como siempre era su amada tortura, el poder seguir besando esos labios que eran su perdición y su sosiego

—te amo Candy

—oh Terry te amo tanto

Sin prisa alguna abandono sus labios, pero solo para poder besar su rostro, pasando a su cuello, deshaciéndose de su ropa en el camino, besando con fiereza su hombro, ahora ya podrían amarse sin tener que ser cuidadosos, era la primera vez que harían el amor desde que nació Dulce Victoria y eso hacía que sus ganas se desbordaran, aun así quería disfrutar cada beso, cada pedazo de piel desnuda de su pecosa, cuando la tuvo solo en interiores pudo al fin apreciar la delicada y moderna lencería regalo de su madre a su amada esposa

Candy sonreía al observar a Terry que se había quedado casi en shock observándola con aquella coqueta lencería color blanco, era el último grito de Paris, le dijo su suegra, y siendo honestos no hubo ninguna duda que era muy buena elección al notar la reacción de su esposo, tal vez en otro tiempo se hubiera sentido avergonzada de usar algo así, pero ahora no, ahora estaba con su esposo, y si eso era poco, además era el hombre que amaba, con quien quería pasar el resto de su vida, de quien se sentía dueña y a quien sentía como su único dueño

—te gusta Terry, pregunto sugerente mientras se acercaba lentamente a el

—ss ess este, aclaro su garganta y con vos ronca respondió, —sí, me gusta mucho

—me alegra amor, porque de ahora en adelante solo este tipo de interiores usare para ti

—déjame entonces que te agradezca como es debido, mi pecosa Julieta

Volvió a tomar sus labios terminando de desnudarla en poco tiempo, aquella pequeña lencería hizo que perdiera la poca cordura que aún conservaba, atacando con caricias voraces como nunca antes, tomo sus pechos, ahora más llenos debido a la reciente maternidad y lactancia, devorándolos, saciándose de ellos, ella tampoco se quedó atrás, ya le había ayudado a desnudarse, ahora se deleitaba acariciando todo lo que tenía a la mano, su cuello, sus hombros, su pecho, su fuerte espalda, cada palmo de su piel parecía que le quemaba las manos , pero era más cruel no sentirla bajo sus dedos, necesitaba acariciarlo, saborearlo, por lo que a sus manos acompaño su boca que degustaba ansiosa, su lengua jugando con su pecho y sus manos que llegaron hasta su masculinidad, acariciándolo con la destreza que le daba el llevar ya varios meses de intimidad y de complacerse mutuamente

—Terryyyy, te necesito ya, por favor

—ohh amorrr, mi dulce amor

No espero más, si el mismo sentía que la necesitaba pero un millón de veces más, fundiéndose en un solo ser, sus embestidas fueron salvajes, como nunca antes habían sido, estaban enloquecidos de pasión y se dejaron llevar a limites nunca antes explorados, esa noche como solían hacerlo antes, hicieron el amor tantas veces como sus cuerpos se los permitieran antes de que el cansancio les venciera, demostrándose con caricias y besos el amor que se tenían, marcando sus cuerpos con tatuajes de su amor, prueba tangible ante ellos de la fuerza de su pasión.

000

Diez años habían pasado como un suspiro en la vida de nuestros rebeldes, los padres de Terry se habían regresado a Inglaterra, pero viajaban constantemente a quedarse largas temporadas con sus hijos, igualmente el joven matrimonio Grandchester viajaba constantemente a Inglaterra o a Chicago a visitar a los Andrew y el hogar de Pony que había sido remodelado gracias a las donaciones de los Andrew, los Grandchester y una gran cantidad de donadores que habían conseguido el matrimonio de los rebeldes.

perdonarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora