Candy se despertó después del mediodía y con los ojos aún cerrados extendió sus manos para buscar a Albert entre las sábanas, pero él ya no se encontraba ahí.
Ella se levantó algunos minutos después y merodeó por la casa en busca de su novio, solo para darse cuenta de que él ya se había ido al restaurante. A diferencia de Stear, quien casi nunca se paraba por ahí, a Albert le gustaba estar al pendiente de todo lo que sucedía en su negocio.
Veinticinco años atrás, sus padres, junto con los de su primo, habían abierto un pequeño restaurante en el centro de Nueva York y no pasó mucho tiempo antes de que el restaurante se hiciera de una considerable clientela, mayormente gente acaudalada.
Con el pasar de los años se fueron abriendo varias sucursales a lo largo de país, que a la fecha sumaban más de diez. Desde la muerte de sus padres, cinco años atrás, George, su administrador, se había hecho cargo de todos los negocios, menos del ubicado en Nueva York, el cual era administrado personalmente por Albert, debido al valor sentimental que tenía para él.
Después de darse un largo baño en la tina, Candy salió de la casa de su novio para dirigirse a su departamento. En el camino pasó a un minisúper para comprar un six de cervezas y después hizo una parada en su pizzería favorita, donde ordenó una pizza grande de pepperoni.
Una vez que estuvo en su hogar, la joven sacó una gruesa carpeta que contenía todas las recetas del restaurante y se puso a repasarlas en lo que se comía un par de rebanadas de pizza. Ella debía memorizarse todo el menú del restaurante antes de que terminara la semana, ya que no podía jactarse de su nuevo puesto, si no tenía noción de que era lo que se servía ahí.
Stear llegó al departamento varias horas después y la rubia le invitó de su comida. En lo que su amigo comía, ella comenzó a relatarle todo lo que le había sucedido la noche anterior. Mientras lo hacía, él no podía dejar de carcajearse, ya que el solo hecho de imaginarse la escena descrita por la joven, lo hacía retorcerse de la risa.
- ¿Y qué sentiste al ver a Anthony? – Le preguntó el pelinegro, mientras tomaba una cerveza del refrigerador.
- Creo que sentí un poco de lástima, se veía tan diferente. Aún recuerdo cuando te burlabas de él porque se emborrachaba con solo oler una cerveza... Y ayer estaba ahí, con una bebida en la mano y la mirada triste y perdida. Hay veces que me pongo a imaginar qué hubiera pasado si no nos hubiéramos separado; tal vez ya estaríamos casados y yo estaría esperando un hijo suyo.
- Tal vez la vida tiene preparado algo mejor para ti... Albert, por ejemplo – Le dijo el joven, riendo.
Los padres de Stear habían muerto en un accidente automovilístico cuando él tenía nueve años y sus tíos no dudaron en tomarlo bajo su tutela. Albert tenía 13 años en ese entonces y rápidamente adoptó el papel de hermano mayor. La convivencia diaria los había hecho muy unidos y tal vez por eso era raro verlos discutir, a pesar de que no siempre tenían las mismas ideas.
Lo único que Stear deseaba para su primo era que encontrara una buena mujer que lo hiciera muy feliz. En el fondo de su corazón, él estaba convencido de que la presencia de Candy lo ayudaría a salir de ese caparazón llamado "trabajo", en el que se había encerrado durante los últimos años.
Los dos amigos se quedaron platicando hasta la media noche y lo que empezó siendo una plática divertida, se convirtió en una charla emocional, donde los dos desnudaron sus corazones, dejando entrever sus sueños y sus miedos.
Al día siguiente Candy llego a su trabajo con mucho ánimo, ella se sentía muy feliz de que le hubieran dado esa gran oportunidad y no pensaba decepcionar a sus superiores. La rubia se dirigió a la oficina del chef, quien ya la estaba esperando para llevarla al restaurante y presentarla con su nuevo equipo de trabajo.
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Si no te hubiera conocido
Fanfiction¿Qué pasaría si llegaras tarde a la vida del amor de tu vida? ¿Lucharías por el o te darías por vencida? Candice se dará cuenta que la vida no siempre es color de rosa, que el amor no siempre trae felicidad y que en algunas ocasiones, desearía no ha...