Un paso hacia la libertad

230 24 5
                                    

Susana no había estado tranquila desde que Terry se fue de su casa. A pesar de que estaba cien por ciento segura de que su esposo mantenía una aventura con alguna de sus compañeras, había decidido no hacer nada al respecto, porque tenía la esperanza de que cuando él se hartara de su amante en turno, regresaría a su lado como siempre lo hacía. Pero esta vez no fue así.

Después de la primera semana de ausencia, ella comenzó a llamarlo insistentemente a su celular con el fin de presionarlo para que regresara a casa, pero lo que la joven nunca imaginó, fue que él terminaría cambiando su número telefónico, acción que la hizo enloquecer.

Luego de un mes sin tener noticias de Terry, la trastornada mujer decidió ir a buscarlo al hotel para pedirle que volviera a su lado. Ese día ella llegó quince minutos antes de las once, hora en que salía de trabar su marido, y se dispuso a esperarlo del otro lado de la calle, solo para observar si él salía acompañado.

Al cabo de 20 minutos la joven comenzó a impacientarse, así que decidió acercarse a la puerta para pedir informes, pero como no se animaba a preguntarle al guardia de seguridad, empezó a dar de vueltas y a mirar el reloj constantemente. Para cuando dieron las 11:30, la joven ya se encontraba en completo estado de ansiedad.

En ese instante ella escuchó que alguien le hablaba y al voltear a su alrededor, descubrió a una mujer de cabello negro sentada en una banca.

– A lo mejor ella conoce a Terry – Pensó, sin imaginar que la pelinegra le daría la información que ella tanto deseaba.

Después de escuchar la confesión de Annie, Susana se sintió furiosa con Terry, pero sobre todo con la mujer que, según ella, le estaba quitando el amor de su marido. Y con esas ideas en mente, lo primero que hizo fue ir a buscar a la amante en cuestión a la dirección que le habían dado, pero para su mala suerte nadie salió.

Ella volvió al día siguiente a las 11 de la mañana y tocó por espacio de diez minutos hasta que salió Stear; al ver al simpático muchacho frente a ella, creyó que se había confundido de dirección. Cuando preguntó por Candy, notó que el pelinegro la miraba con desconfianza.

– Candy no está en Nueva York y no sé cuándo vaya a regresar – Le dijo el pelinegro sin entrar en más detalles.

Susana, quien no estaba muy conforme con esa respuesta, quiso preguntarle por Terry, pero cuando se disponía a hacerlo, el joven ya estaba cerrando la puerta.

- Al menos ya sé que esa zorra vive aquí – Se dijo a sí misma, sintiéndose triunfante y decidió regresar esa misma noche.

Cuando la esposa de Terry volvió al departamento, escuchó una voz femenina que provenía del interior y en el momento en que la puerta se abrió, ella reconoció enseguida Candy. Antes de iniciar su ataque, examinó el rostro de su rival con detenimiento; si bien era cierto que la muchacha no era fea, tampoco creía que fuera lo suficientemente bella como para competir a su lado.

Mientras Susana escudriñada minuciosamente a su rival, sintió una enorme rabia crecer en su interior, pensando que por culpa de ella, Terry se había alejado de su lado y sin poder contenerse más, le dio un puñetazo en la cara a Candy con la certeza de que eso la enseñaría a no meterse con hombres casados.

Al ver que la rubia estaba en el suelo, se le fue encima dispuesta a todo y justo cuando estaba a punto de golpearla en la cabeza, sintió que alguien la sujetaba fuertemente de los brazos. Grande fue su sorpresa al darse cuenta de que ese alguien era su esposo.

– ¡Suéltame, maldito infiel! – Exclamó la iracunda mujer, pero Terry no la soltó, al contrario, la llevó a rastras hasta la calle.

El castaño, por su parte, estaba muy sorprendido, pues no entendía como Susana había averiguado la dirección del departamento de Candy.

Si no te hubiera conocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora