Cínico

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Esa mañana, Albert había repasado en su mente, una y otra vez, la plática que había tenido con su novia la noche anterior. En el fondo, el rubio sabía que ella tenía razón, él siempre había antepuesto su trabajo antes que a ella, pero eso estaba a punto de cambiar.

Albert se levantó de su escritorio y decidió ir a ver su chaparrita, antes de que ella se fuera al trabajo. Él iba llegando al departamento, cuando vio salir a su primo del edificio.

- Justamente pensaba ir a verte – Le dijo Stear, cuando se acercó a saludarlo.

- Ya ves, te ahorré la molestia. Por cierto, ¿Está Candy adentro?

- Sí, apenas se iba a meter a bañar.

- ¿Y ya comieron?

- Yo no, y creo que ella tampoco.

- ¿Qué te parece si vamos por algo de comida china? Así almorzamos los tres.

- Me agrada tu idea.

Una hora después, los dos primos regresaron al departamento.

- Candy, me encontré a Albert en el camino y fuimos por comida china para los tres, ¿por qué no vienes a comer con nosotros? – Le gritó Stear a su amiga, desde la sala.

La rubia empujó a Terry con fuerza y se levantó de golpe, completamente asustada. Por un instante, los dos se quedaron viendo, sin saber qué hacer.

– Es mi novio – Murmuró la joven, sin poder ocultar el pánico que se apoderaba rápidamente de su rostro.

- Candy, ¿no vas a comer?

- En un momento salgo – Gritó la joven, tratando de pensar con claridad.

Después de unos segundos, tomó a Terry de la mano y lo metió al closet, para luego pasarle su ropa

- Te vas a quedar aquí hasta que yo te diga que puedes salir, ¿ok? – Le ordenó ella y le cerró la puerta corrediza, sin siquiera esperar su respuesta.

Ella se vistió como de rayo y trató de ocultar cualquier evidencia que la delatara. Una vez que tuvo todo bajo control, salió a la sala.

- Perdón por la tardanza, cuando salí del baño, me acosté en la cama y me quedé profundamente dormida – Les dijo, mientras salía de su habitación. La rubia observó el reloj de pared y se dio cuenta de que era la 1:30. El pánico se apoderó de ella al darse cuenta de que ya casi tenía que irse a trabajar.

Cuando ella llegó a la cocina, Albert y Stear ya estaban comiendo, así que se sentó con ellos en el comedor y mientras se servía su porción de alimento, no dejaba de pensar en cómo le iba a hacer para sacar a Terry de ahí.

- ¡Diosito, por favor ayúdame! – Rezó en su mente y es que el solo hecho de imaginar que ellos pudieran darse cuenta de la aventura que estaba teniendo con Terry, hacía que le doliera el estómago – Seguro es un castigo divino, por lo mal que me he portado últimamente – Se dijo así misma - Necesito de un milagro para salir bien librada de ésta.

Mientras tanto en el closet, Terry se vistió lo más rápido que pudo y al cabo de unos minutos, se sentó en el piso. Él no pudo evitar reírse de sí mismo, le parecía muy estúpido lo que le estaba pasado. Por un momento tuvo curiosidad de saber cómo era el novio de Candy y se acercó a la puerta, tratando de escuchar que era lo que estaban hablando del otro lado, pero no pudo entender nada – Lo bueno es que hoy es mi descanso, pero ¿hasta qué hora tendré que estar aquí? – Se preguntó mentalmente.

Si no te hubiera conocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora