Albert vio partir a Candy y quiso ir tras de ella, pero Stear lo detuvo.
- Deja que se vaya, no es el mejor momento para que ustedes dos hablen – Le dijo el pelinegro.
El joven Andrew comprendió que su primo tenía razón y entró al departamento para lavarse la cara. Al pararse frente al espejo del baño, descubrió que tenía varios golpes en el rostro y que el contorno de su ojo se estaba hinchando y comenzaba a ponerse ligeramente morado.
Aprovechando que su primo estaba en el baño, Stear le pasó algo de ropa para que se cambiara, ya que la suya estaba completamente empapada y cuando Albert salió, Paty ya lo estaba esperando con una compresa de hielo para desinflamar las zonas afectadas por los golpes.
- ¿Tú lo sabías? – Le preguntó el rubio a su primo.
- Me enteré hace poco – Respondió el pelinegro.
- ¿Y por qué no me lo dijiste?
- Porque a mí no me correspondía hacer eso. Además, ¿me hubieras creído?
Albert no pudo evitar que varias lágrimas se escaparan de sus ojos; él hubiera sido capaz de poner las manos sobre el fuego por su novia y sin embargo, ella lo había traicionado de la manera más baja, decepcionándolo por completo.
- Vamos, te invito una cerveza – Le propuso Stear, en un intento por sacarlo de ese estado de depresión en el que se encontraba. Y es que aunque el pelinegro no lo demostraba, le dolía mucho ver a su primo sufrir.
Stear le pidió a Paty que se quedara en la casa y luego de despedirse de ella, se fue con Albert a un exclusivo bar de la ciudad. Al llegar a ese sitio, el rubio tomó y lloró hasta que sacó todo su dolor y cuando ya no pudo tomar más, su primo lo llevó de vuelta al departamento y lo acostó en la única cama disponible, que era la de Candy.
El pelinegro no quiso dejar a su primo solo en su casa, ya que él estaba ahogado en alcohol y tenía miedo de que le pasara algo malo mientras dormía.
Después de la bochornosa escena protagonizada por su novio en turno, Candy caminó a toda prisa hasta su auto. La joven ni siquiera quiso voltear a ver a Terry, aunque él iba detrás de ella, pisándole los talones. Mientras tanto, el castaño no entendía por qué su pecosa estaba tan molesta, si a su parecer, él no había hecho nada malo.
Los dos jóvenes se subieron al carro, el cual comenzó rápidamente su marcha y durante todo el trayecto hacia Brooklyn, la rubia no dijo ni una sola palabra. En el fondo, ella sabía que si hablaba enojada, terminaría diciendo algo de lo que se podía arrepentir después.
Cuando por fin llegaron al departamento, Candy se sentó en el sillón y Terry trató de acercarse a ella, pero la joven lo rechazó.
- No te me acerques, en éste momento no quiero estar cerca de ti – Le ordenó ella.
- ¿Por qué te pones en ese plan? – Le preguntó, pero no recibió respuesta alguna – Ah, ya sé, en el fondo tú no querías dejar a Albert, ¿verdad? Estabas tan feliz saliendo con los dos, que no soportas que le haya dicho la verdad, arruinando tu teatrito.
Candy, furiosa, le lanzó una mirada mortal a Terry.
- Tú no eres nadie para reclamarme nada, porque para empezar, sigues estando casado. ¿Y sabes qué? Lo mejor será que aquí se termine todo, porque yo no puedo estar con alguien que ni siquiera confía en mí.
- Como quieras – Le respondió el castaño, dándose la vuelta y encerrándose en el cuarto.
Cuando Terry estuvo solo, se cambió su ropa mojada por una seca y se acostó en la cama con toda la intención de dormir, pero solo estuvo dando vueltas en la cama. Él no quería perder a su pecosa, pero tampoco quería rogarle para que se quedara a su lado. Además, no se arrepentía de nada de lo que había hecho esa noche y su orgullo era demasiado grande como para disculparse por algo de lo que no se sentía culpable.
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Si no te hubiera conocido
Hayran Kurgu¿Qué pasaría si llegaras tarde a la vida del amor de tu vida? ¿Lucharías por el o te darías por vencida? Candice se dará cuenta que la vida no siempre es color de rosa, que el amor no siempre trae felicidad y que en algunas ocasiones, desearía no ha...