Alguien muy especial

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Candy llegó al departamento y notó que las luces de la sala estaban apagadas; por primera vez en su vida, ella se alegró de que no hubiera nadie para recibirla en su hogar, ya que no quería que la vieran en ese estado de depresión en el que se encontraba. La rubia buscó sus llaves entre el montón de cosas que tenía en su bolso, pero no pudo encontrarlas.

- ¡Maldita sea! – Gritó enojada y le dio una patada a la puerta – Solo falta que me orine un maldito perro – Vociferó en voz alta y es que por más que trataba, no podía recordar donde había dejado las llaves.

La joven tuvo que ir a buscar al administrador de los departamentos para que le abriera la puerta, ella esperó cerca de 15 minutos en lo que el señor encontraba el duplicado.

Mientras esperaba, pensó que ese había sido uno de los peores días de su vida. El señor abrió la cerradura, no sin antes regañar a Candy por su descuido y advertirle que la próxima vez, ella tendría que llamar un cerrajero.

- Estúpido viejo gruñón - Maldijo, una vez que el administrador se fue - Como si yo hubiera querido perder las llaves.

Ella entró al departamento completamente molesta y al momento de prender la luz, vio un montón de personas salir de entre los sillones.

- ¡FELICIDADES! – Gritaron todos al unísono y Candy se llevó la sorpresa de su vida, al ver a sus amigos y conocidos reunidos en la sala.

- Amiga, ¿por qué no dejas de maldecir a todo el mundo? Hoy es tu cumpleaños y se supone que deberías estar feliz – Le dijo Stear, entre risas.

Él llevaba un pastel de chocolate, con una gran vela encendida, sobre sus manos.

La rubia se sintió muy avergonzada por su estúpido comportamiento, sobre todo porque todo el mundo la había escuchado maldecir a diestra y siniestra. Mientras observaba a su alrededor, ella se dio cuenta de que Terry también estaba presente, ahí, entre toda la gente. Él le estaba sonriendo.

Stear puso el pastel en la mesa para que su amiga pudiera apagar la vela. Una vez que él tuvo las manos desocupadas, Candy aprovechó para abrazarlo.

- Muchas gracias Stear, eres el mejor de los mejores amigos – Ella le dio un fuerte abrazo y un beso en el cachete.

- Te agradezco el cumplido, pero no es a mí al que debes agradecer. Albert se encargó de planear y organizar todo, Paty le ayudó a invitar a tus compañeros de trabajo y yo solo lo ayudé un poco.

Fue al momento de que Stear pronunció el nombre de su novio, que Candy notó que él no estaba - ¿Y dónde está Albert? – Le preguntó.

- No sé, él salió hace un buen rato; me dijo que había olvidado algo y que no se iba a tardar, pero es la hora que no llega. Le voy a marcar a su celular.

- Hace rato le marqué, pero no entró la llamada.

- Tal vez se quedó sin señal.

Stear le marcó a su primo, pero su celular continuaba apagado, así que, tras la insistencia de sus invitados, Candy apagó la vela y se agachó para  morder su pastel. En ese momento, algunos de sus compañeros le empujaron la cabeza contra la tarta y toda su cara quedó batida de merengue.

Archie y Annie tocaron el timbre del departamento en ese preciso instante. Stear les abrió la puerta y los dos jóvenes estaban tomados de la mano. Annie casi se muere del susto al ver al castaño frente a ella, ya que lo que menos esperaba, era encontrarlo en ese lugar. Él no era el tipo de persona que solía ir a las fiestas de sus compañeros, generalmente mantenía una actitud distante con todos los demás.

Terry no le dio demasiada importancia al asunto; en el fondo, le daba gusto que Annie se distrajera con alguien más que no fuera él. Mientras tanto, Candy había ido a enjuagarse la cara en la tarja de la cocina. El castaño aprovechó que la rubia se encontraba sola, para acercarse a ella.

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