Light my fire

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Archie llegó al bar pocos minutos después de la pelea, él se sorprendió al ver a Candy sentada en la banqueta, llorando.

- Candy ¿qué te pasó? ¿Estás bien? – Le preguntó, bastante preocupado, al notar que ella se encontraba en un pésimo estado.

Candy tenía el cabello todo revuelto, además de varios rasguños que se asomaban en su cara y en sus brazos, su vestido estaba sucio y roto de algunas partes y uno de sus pies permanecía descalzo

- No, no estoy bien y como comprenderás no podré acompañarte a la fiesta – Le respondió la joven, en un susurro.

- ¿Quieres que me quede contigo? ¿O quieres que te lleve a tu casa?- Archie no tuvo corazón para dejarla sola, en esas condiciones.

- No te preocupes por Candy, yo me voy a quedar con ella hasta que se tranquilice y después la voy a llevar a su casa. ¿Por qué no mejor entras al bar? Lo más seguro es que Annie esté preocupada por nosotros... Cuando la veas, dile que me disculpe, pero que no voy a regresar – Interrumpió Terry.

Archie dudó por un momento en acatar sus órdenes, ya que lo que menos quería, era dejar sola a Candy. Pero después de meditarlo por varios segundos, lo reconsideró. Si Terry no estaba en la fiesta, él tenía el campo libre con Annie.

- Candy, si necesitas algo, cualquier cosa, por favor márcame, ¿sale? – Le dijo Archie, mientras apoyaba su mano en el hombro de ella y luego de depositar un beso en su frente, entró al bar.

Lo único que Candy quería en ese preciso instante, era irse a su casa. La joven estaba consciente de que ya se había expuesto demasiado y se sentía avergonzada de su proceder.

- Creo que lo mejor será que me vaya - Murmuró.

Ella trató de colocar la mano en el suelo para levantarse, pero un dolor agudo, proveniente de su muñeca, la hizo volver a sentarse – De seguro me lastimé cuando Eliza me echó el banco encima – Pensó la rubia y un enorme temor se apoderó de ella, al creer que se había fracturado.

Terry miró su mano con detenimiento y se dio cuenta de que tenía un gran moretón y estaba hinchada – Creo que deberían checarte, eso no se ve muy bien que digamos – Le dijo el castaño, mientras la ayudaba a levantarse - Si quieres dame tus llaves, yo te llevo al hospital.

Los dos caminaron hacia donde estaba el carro estacionado, Candy no estaba segura de prestarle sus llaves, nunca había dejado que alguien, aparte de ella, manejara su auto, pero estaba consciente de que no podía conducir en esas condiciones.

- Por favor, vete con cuidado, amo este auto más que a mi madre – Le dijo muy seria, dejándole en claro que no estaba bromeando.

Candy no podía dejar de pensar en lo sucedido, lo que más le había dolido de todo, era que Anthony no había movido ni un solo dedo para defenderla, es más, él ni siquiera había salido para ver cómo estaba. Las palabras de Terry "¿Sabes quién es la tipa con la que te acabas de pelear?", resonaron en su cabeza, a decir verdad, le sorprendía que el castaño le hubiera dicho eso, ya que todo parecía indicar que él también conocía a la pelirroja.

Eliza era hija de un importante político de Nueva York. Su padre, quien actualmente contendía por la alcaldía de la ciudad, siempre le había dado todo a manos llenas, haciendo de ella una mujer caprichosa, egoísta y manipuladora. La pelirroja trabajaba en el mismo hotel donde trabajaba Anthony y gracias a su padre y a sus influencias políticas, había conseguido un puesto importante en esa empresa.

Era bien sabido por todos que ella no merecía estar en ese puesto, ya que no tenía los conocimientos, ni la experiencia que se necesitaba. Cuando Eliza conoció a Anthony, se encaprichó con él e hizo todo lo posible por enamorarlo, pero nunca lo logró. La rubia sabía lo mucho que ella la odiaba, pues para Eliza, Candy representaba todo lo que ella siempre quiso tener, pero que nunca pudo conseguir.

Si no te hubiera conocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora