La promesa

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Venía de la sala común de Slytherin. Las frías mazmorras llena de persona que definitivamente no deseaba ver en este momento, iniciando por mis amigos.

Acabábamos de hacer un trabajo en pareja sobre transformaciones, aunque en realidad no me importaba entregarla o no. Después de todo, MacGonagall seguía molesta conmigo por haber gritado que entregaran a su divino niño dorado a Voldemort y no se moderaba en demostrarlo con la mirada.

Algunos podrían creer que lo grité porque lo deseaba muerto, otros porque tenía miedo de todo lo que sucedía y sentía que sólo entregándole a Potter al señor oscuro todo acabaría. Otros simplemente pensarían que era más importante salvar mi vida y ya. Cierto. Eso era importante. Salvar mi vida era lo primordial, pero no acuestas de Potter, nunca le desearía la muerte de verdad, aunque mi vena venenosa pedía a gritos su sangre. Deseaba herirlo, deseaba que sufriera, que agonizara, pero en mis brazos, ardiendo por mí, vivo por mí. No muerto. Su muerte no la soportaría en realidad. Era más bien por algo personal.

Salí del castillo y deambulé por el patio. El día era gris, había enormes nubes color plomo en el cielo, pero estaba bien, combinaba con mi humor. No me sentía con ganas de hablar, de moverme o dormir. Estaba furiosa, angustiada y triste. Estaba sola en realidad. Astoria, mi compañera de trabajo y novia de Draco, sabía de mis cambios repentinos de humor y pensó que sería una grandiosa idea decirle a Draco que estuviera presente mientras hacíamos la tarea. Como si a mí me pudiera controlar el rubio aristocrático de Malfoy, era mi mejor amigo, pero pocas veces podía conmigo en realidad y ahora menos después de la guerra, sabiendo de antemano lo que sucedió y aunque me lo reprochó en un inicio, dejó de hacerlo cuando vio que realmente me afectó profundamente. Él sabía que me sentía más sola que nunca, porque él pudo haber perdido a su padre en Azkaban, su cuantiosa fortuna se redujo a la mitad y su madre no podía salir del país, pero al menos tenía una familia y Astoria no le importaba su pasado, lo conocía de sobra y aun así quería estar con él.

Pero yo, yo no tenía a nadie ni nada. Una madre desquicia, sufriendo de migraña día y noche, un padre asesino recibiendo el beso del dementor y una escasa fortuna, que apenas solventaría el resto de mis estudios. Y no tenía a nadie, no como Draco al menos, porque la única persona que quise en realidad decidió que mi pasado era demasiado turbio para él. Que él necesitaba un poco más de claridad, una poco de paz después de todo, tranquilidad en su vida, algo que los demás aceptaran y yo no cumplía nada de ello.

Sí. Yo no cumplía sus expectativas y ni él las mías, pero me quería y yo lo quería, ¿Qué importaban las expectativas? Seriamos felices aun en la tormenta.

Nunca fui una chica fantasiosa, yo no creía en los cuentos de hadas, ni de princesas y castillos, no sabía porque creí por un momento que podríamos estar juntos. Éramos muy diferente, si él era cálido, yo era fría, si él era tierno y dulce, yo era distante y soberbia, si él decía quererme, yo lo besaba, porque no tenía palabras, no era buena hablando, pero si demostrando. Pero no le bastó. Yo no era suficientemente buena, tierna, cálida o dulce. Era insuficiente.

Además, la manera en cómo nos conocimos no era la ideal. No fue un encuentro memorable, ni mucho menos amor a primera vista. Fue todo lo contrario. Nos detestábamos a la primera mirada, a la primera palabra. Éramos enemigos por naturaleza, estábamos en el lado opuesto de la historia. Él era un buen león y yo una serpiente muy venenosa, la más atrevida y cruel serpiente, pues ese era mi destino, era mi deber ser así, era lo que mis padres querían, lo que mis amigos deseaban. Malfoy y Parkinson, los líderes de la casa, los príncipes de las serpientes. ¿Nos sirvió de algo al final? No. Ni una puta mierda sirvió ser así. Seguía siendo respetada y temida, más lo segundo que lo primero, pero no me servía de nada. Fuera de las paredes del castillo y hasta en los mismos pasillos del colegio, yo no era más que una paria.

La promesa | HansyWhere stories live. Discover now