¿Cuántos años habían pasado ya? ¿siete, nueve años? Probablemente eran diez.
No había vuelto a ver a Pansy desde que salimos de Hogwarts, cinco meses después de besarla por última vez. Aun podía recordar la sensación de su cintura entre mis manos, el calor de su aliento y los labios carnosos y fríos de aquella tarde en el jardín. Su rostro empapado de agua, su cabello húmedo pegándose a su frente y a sus mejillas pálidas, sus ojos azules brillantes y sinceros.
Era la chica perfecta de una peculiar manera. Tenía un rostro bello, de muñeca de porcelana o de una princesa pintada en lienzo, de contornos suaves y delicados, con la piel blanca y los ojos de zafiro. Su apariencia era perfecta, era delgadita y pequeña, llegándole apenas a los hombros a sus amigos, quienes la custodiaban al caminar, aunque en medio siempre iba Malfoy.
Cuando la tuve por primera vez en mis brazos, al caminar a la enfermería después de que resbalara de la estantería y le cayera todo lo del tercer nivel encima, supe porque sus amigos parecían cuidarla con tanto ahínco. Se sentía suave y frágil en mis brazos, como si pudiera romperse si la apretaba de más, su carita haciendo muecas de dolor al caminar, su mirada cristalizada por lágrimas. Era una niña, no pude evitar pensar, una niña berrinchuda, grosera, venenosa, vengativa, cruel, traviesa, coqueta y bonita, muy bonita, pero una niña, al fin y al cabo.
No pesaba nada, ella tenía razón, yo no era especialmente fuerte y no sabía si iba a poder con ella, pero la levanté al primer intento y me di cuenta de que era ligera, suave y olía bien, un poco a polvo de los trofeos, a poción y a ungüento de eucalipto sobre su tobillo, pero también olía a fresas y uva.
Y sus ojos, a esa distancia, eran impresionantes. Parecía un gato de grandes ojos, demasiados inteligentes y maliciosos, como si todo fuera una broma para ella, o algo para hacerme sufrir. Sus brazos me rodearon el cuello y me pedía que no me atreviera a soltarla, porque si lo hacía tendría que llevarla cargada a todas partes por una semana, o eso era lo alcanzaba a escuchar de sus balbuceos. Yo simplemente bufaba y la apretaba más fuerte, mirando de reojo su cara, dándome cuenta de lo pequeña que era su nariz, las diminutas pecas que tenía alrededor de ella, y lo negras y largas que eran sus pestañas, y que su boca parecía ser una fresa, con los labios rojos y carnosos.
Si. Se podría decir que fue la primera vez que la miré de una manera distinta. Sabía que era una chica sangrepura, amiga de Malfoy, una grosera con los de gryffindor, intimidadora de los más pequeños, inteligente como ravenclaw y burlona con los hufflepuff. Era una sangrepura odiosa y malvada, pero mi pensamiento no había volado más a allá, pues en ese momento me di cuenta de que era una chica bonita, divertida cuando divagaba en voz bajita y que olía muy bien.
¿Me enamoré de ella en ese momento? No. Pero sí pensé en ella toda la noche y de otra manera, y deseé preguntarle al día siguiente como estaba, pero no me atreví hasta que llegó el siguiente sábado de castigo. Y entonces sonrió, suave y dulcemente, haciendo que un pequeñito hoyuelo adornara su mejilla izquierda y sus ojos se volvieran más bonitos, y todo eso provocó mi propia sonrisa y la sensación de tranquilidad y felicidad de verla y saber que estaba bien, y que me sonreía, principalmente eso, que me sonreía.
Pero entonces apareció Hermione, preguntando que era lo que hacía en las noches que me escapaba con la capa y el mapa del merodeador, preguntándome a quien iba a ver y al ver mi negativa a contestarle, sólo pudo decir que abriera bien los ojos, que pensara bien lo que hacía, que no confiara tanto, y que hiciera lo correcto simplemente.
Lo correcto, maldita sea esa palabra.
Pansy no era lo correcto, era todo lo que pude pensar, porque si fuera lo correcto no tendríamos que escondernos, no tendría que mantenerla en secreto, no tendría que confiar en ella teniendo los amigos que tenía y los padres que tenía. Pansy no era lo que se esperaba de mí. ¿Por qué diablos el niño que vivió estaría al lado de la heredera de una de las familias que me quería ver muerto a manos de un loco? No tenía sentido, no era lo planeado, no era lo que pensarían de mí.
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La promesa | Hansy
RomanceLas promesas son valiosas, aunque existen algunas que no se pueden cumplir, simplemente porque no sería correcto hacerlo. Pero existen otras qué a pesar del tiempo transcurrido y las circunstancias, merecen una oportunidad de hacerse realidad.