Pasado (1)

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Después de salir de Hogwarts, tomé el primer traslador que me llevara a Francia, a la antigua casa de mi abuela paterna. Era una casa que había pasado a mí nombre directamente con el fallecimiento de mi padre en Azkaban; era un lugar muy pequeño para los estándares de mis padres, pero que a mí me parecía perfecta y más por los gratos recuerdos que tenía de ella, de una niñez más dulce que en mi propio hogar. Mi madre había decido irse conmigo, muy a mi disgusto, alegando que la migraña tal vez desapareciera con el cambio de aires, cosa que no sucedió y terminó muriendo dos años después.

Sí, me había quedado más sola de lo que pensé en mi último año de colegio. La muerte de mi padre no me dolía, lo lamentaba, había crecido viviendo con el hombre toda mi vida, había aprendido de él la pasión por las estrategias legales, las lagunas en nuestras leyes y los movimientos sutiles que se podían realizar para que todo estuviera a nuestro favor, pero él no me amaba, nunca lo dijo y mucho menos lo demostró, alegando siempre en voz alta su deseo por tener un hijo varón en vez de una mujer, cosa que no sucedió porque después de que yo naciera, mi madre no podía volver a embarazarse, sin poner su vida en riesgo, y para Derian Parkinson, no era una opción buscar un hijo varón fuera del matrimonio, jamás mancharía su linaje con un bastardo, y no era por amor sino por orgullo, pues ni a mi madre o a mí nos quería.

Mii madre era una persona que me provocaba sentimientos contraproducentes. Ella se había encargado de mi educación en casa, me había enseñado idiomas, música, etiqueta, costumbres, modales y el comportamiento impecable de toda señorita sangrepura y, por lo tanto, no fue muy amable en ese aspecto. Me culpaba continuamente de la frialdad que tenía Derian hacia ella, culpándome siempre de su desgracia por no poder tener más hijos, dejando que mi padre me gritara y ordenara como debía ser mi vida, aceptando con rostro inmutable los castigos y los golpes que mi padre me propinaba por no lograr lo que él deseara, como no haber conquistado el corazón de Draco Malfoy, sabiendo que el padre de mi amigo era la mano derecha de su señor tenebroso. Mi madre aceptando de igual modo los tratos soberbios y malvados de mi padre, sus insultos sin contestar y su postura quieta al recibir bofetadas. Todo eso me producía nauseas. Pero no pude abandonarla a su suerte, aunque aun así me parecía una terrible idea.

Francia había sido un aire nuevo y limpio. No había malas miradas en las calles, insultos con saliva incluida o hechizos por la espalda, pero obviamente a mi madre eso no le importó en su momento, para ella era más importante buscar un buen matrimonio para mí, un matrimonio que le aportara a ella un gran beneficio, después de que Theodore Nott rompiera su contrato con nosotros, dándonos una buena suma de galeones como indemnización, que mi madre aceptó no muy convencida. Galeones que ella utilizó para pagar las cuentas de la nueva casa, adaptándola a su gusto, si darme siquiera un poco, adjudicándolo a que yo tenía ya mis estudios pagados.

Estaba cansada, realmente cansada para pensar en un posible arreglo matrimonial, pero evité pensarlo tanto, aceptando sus opiniones en silencio, concentrándome más que nunca en mi carrera, pensando que jamás alguien querría casarse conmigo. La gente de Francia no nos odiaba, pero conocía nuestra historia, nadie querría comprometerse con una hija de mortífago, alguien que le causaría más inconvenientes que beneficios, con una reputación demasiado mala como para cargar con ella. La dejé divagar por mucho tiempo sola, hasta que un día, llegando del colegio, su sonrisa me dio escalofrío y me dijo que ya tenía un contrato listo para mí.

—La familia Goldstein, Pansy —dijo tomando mi mano, para guiarme al pequeño salón de aquella casa de la abuela— No piden nada, sólo un matrimonio con una verdadera sangrepura, querida. Sólo quieren mantener limpio su linaje y, aunque nuestra reputación no es la mejor, es conocido por todos que somos una familia sangrepura desde tiempo inmemorables. Además, a ellos no les importa, sólo quieren a alguien de buena cuna para ese chico terco en asentar cabeza, pensando que puede vivir siempre de cama en cama y arriba de una escoba. ¿Estás contenta, muñeca?

La promesa | HansyWhere stories live. Discover now