Invitación y casi certeza

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Había pasado los dos últimos días revisando, analizando y leyendo papeles tras papeles, al igual que había firmado un par de autorizaciones y cheques.

A pesar de que el trabajo parecía igual de tranquilo que en Inglaterra, lo sentía un poco más demandante, quizá porque mi presencia iba a ser corta y tenía que dejar todo listo, para regresar hasta dentro de tres meses. Tuve que organizar muy bien mi agenda y acoplarla a la de la asistente de Gerald, quien se había puesto a mi servicio, pero no era lo mismo, debía admitir que me hacía falta Caroline aquí, manejar todos los asuntos yo sola, programar mis actividades, era algo complicado, teniendo que revisar mi agenda varias veces durante el día para no perderme de nada, entre aquellas actividades, tuve la comida con los artistas, la cual fue muy... enriquecedora, por llamarlo de algún modo.

Los del museo prefirieron hacer una comida estilo buffet en uno de los salones del primer piso. Era un salón espacioso, con una gran ventana que dejaba ver un pequeño parque con una fuente, y colocaron varias mesas redondas de gran tamaño, porque el motivo principal es que pudiéramos convivir todos, aunque también había un gran espacio para estar caminando.

Poco a poco vi llegando a aquellas personas, eran quince en total, ocho hombres y siete mujeres, sorprendiéndome de su forma de vestir y actuar. Algunos eran tan sencillos y discretos, con vestimentas clásicas y personalidades sobrias, pero otros eran totalmente lo opuestos, llegando con ropas coloridas o algún accesorio extraño. Los artistas hombres fueron lo que más llamaron mi atención, algunos parecían tan nerviosos o tímidos, mientras otros eran tan soberbios y orgullosos, más que Draco y eso era mucho decir; las mujeres fueron similares a sus contrapartes, encontrándome con charlas agradables y amenas entre ellas, mientras que otras parecían hasta más alta de tanto levantar la cabeza.

Cada uno me fue presentado, ya fuera por Gerald o por Mindy, siendo ella quien más trataba con ellos, y los artistas fueron exponiendo sus agradecimientos y sus quejas respecto a su trabajo, así como algunas peticiones que requerían, como exposiciones para sus nuevas obras o patrocinio para viajes en el caso de los fotógrafos. Una de las reglas principales de David, era no prometerles nada, simplemente escucharlos y buscar soluciones factibles.

—Son buenas personas, y encantadores a su manera, según Aranza —me dijo una vez. Me guarde la risa que quiso salir al escuchar los último, pues sabía que para él no eran exactamente encantadores— pero si les prometes algo, exprimirán de ti hasta dejarte en bancarrota; sólo escúchalos y habla con los demás para ver si se puede hace algo, de lo contrario, sólo soluciona aquellas cosas como las presentaciones que piden o la movilización de sus obras para ventas, pero no prometas darles más dinero por cuenta del museo, eso no le conviene a nadie.

Así que eso traté de hacer, escucharlos y atender sus peticiones, sobre todo a aquellas que hablaban de presentaciones de nuevos cuadros, fotografías o esculturas para ventas.

Todo fue de maravilla, hasta que me encontré con un hombre de cabello negro y rizado, con unos impresionantes ojos grises y una sonrisa más que brillante, y que hizo una petición que literalmente me volteó el mundo por un momento.

—Él es Patrick Marrón, un gran escultor australiano —escuché decir a Mindy, quien era prácticamente quien trataba con los artistas.

Asentí a sus palabras, agradeciendo infinitamente que Mindy hubiera permanecido a mi lado todo el tiempo, pues siendo ella quien más los conocía, me hablaba un poco de ellos para saber cómo tratarlos.

—Hola, señora Goldstein —saludó aquel hombre cuando llegó a nosotras, extendiendo su grande y morena mano.

—Parkinson. Señor Marrón, es un gusto conocerlo —corregí con suavidad, estrechando su mano, y mis nudillos fueron besados con galantería. Me sorprendí por aquel gesto, pero sonreí.

La promesa | HansyWhere stories live. Discover now