Un viaje repentino

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Ni siquiera sabía a qué hora se iría Pansy, sólo tenía en claro que era hoy, así que, como a las diez de la mañana, sólo pude enviar una carta escrita a las apuradas para Hermione y Ron, mientras empacaba algo de ropa, avisándoles de mi viaje de emergencia a Paris, y una más para mi jefe en el cuartel de aurores, donde claramente no se lo tomó de la mejor manera, amenazándome de que sólo tenía una semana de permiso antes de que me suspendiera tres meses sin sueldo. Muy poco me importo aquello. Estábamos hablando de la mujer de mi vida, no iba a ponerme de quisquilloso ahora que sabía que se iba una vez más de mi lado.

Aun así, cuando estaba a punto de tomar la chimenea para ir por un traslador al ministerio, la figura de Hermione, con un vientre que estaba a punto de explotar, apareció con el rostro rojo, no sabía si por la carta que arrugaba en una de sus manos o por el movimiento precipitado en su estado.

—¿En qué diablos estás pensando, Harry? —preguntó con la voz aun recuperada y agitando la carta.

—En que no puedo perderla de nuevo, se va a Paris e iré detrás de ella —dije sin duda y ella me miró con ganas de golpearme.

—No crees que estás haciendo mucha tontería ya, le arruinaste un evento, ahora todos murmuran de ella, reporteros la siguen y Ginny llegó hace tres días furiosa a nuestra casa, pidiendo que le contáramos que está sucediendo contigo.

—Me importa poco Ginevra y su furia, por mi puede ponerse a patalear tirada en el suelo o venirme a gritar —repliqué con molestia y ella asintió, masajeándose el vientre.

—Bien, Ginny no importa. Pero Parkinson acaba de perder a su esposo, Harry, y tiene una niña en quien pensar, no puede aventarse a tus brazos simplemente porque dices que ahora sí la amas.

—La he amado desde siempre y sabes bien porque renuncié a ella en primer lugar —reclamé y ella bajó la mirada. Respiré profundamente, pues no era mi intención volver a reclamarle por una decisión que fue enteramente mía y menos en su estado.

—Sólo piensa muy bien lo que haces —pidió resignada.

—Y lo estoy haciendo, Hermione, ayer estuvo a punto de rendirse a un beso, pero luego me gritó. Está cediendo, lo sé, y no puedo rendirme ahora, si lo hago habré perdido para siempre —le conté con emoción.

—Bien, bien por ti, te felicito —contestó con una pequeña sonrisa— Ahora dime, ¿Por qué Paris? —preguntó y se sentó en el sofá más cercano con dificultad.

—Pues ayer su compañera, Grace Recher, le dijo que le deseaba suerte en Paris antes de irse. Se va y necesito ir —dije con urgencia.

—¿Se va para siempre? —preguntó elevando una ceja.

—No me lo confirmó, sólo me reclamó lo de los reporteros y la nota en el diario, como si me culpara y esa fuera una buena razón para irse —expliqué.

—¿Parkinson se molestó cuando ella lo dijo? ¿o acaso lo desmintió? —preguntó y supe que estaba sacando una teoría.

—No lo desmintió y sí, dijo que a veces le daban ganas de ahorcarla —reí y Hermione negó con la cabeza. A mí me parecía gracioso que Pansy lo dijera y más con esa cara roja de molestia e indignación.

—¡Ay, Harry, sí que te tiene tonto esa mujer! —exclamó y luego empezó a reír con ganas y yo me crucé de brazos, esperando que se explicara— No te dijo si se iba para siempre, en vez de ello te cambió la conversación, y su compañera te soltó aquello, sin una razón, ¿verdad? Una información que enojó a Parkinson que tú escucharas. En Paris hay otro museo de los Goldstein, no te has puesto a pensar que tal vez va allá y no es para siempre.

La promesa | HansyWhere stories live. Discover now