No podía quejarme, al menos no en voz alta. Debía admitir que era enteramente mi culpa, nadie más que yo era el culpable de esto. La montaña de papeles sobre mi escritorio lo gritaba y los que estaban alrededor no hacían más que gestos evidentes de que esa era toda la verdad, a pesar de que ahorita mismo podía tener la peor cara que hubiesen visto. Sí, no podía quejarme, y menos si en mi cabeza tan sólo había memorias de aquellas dos mujeres.
Invertía todo mi tiempo y atención en Pansy y Lizzie, y de verdad que, aunque esa montaña de papeles se multiplicara por un millón, no me quejaría de eso, pues estar con ellas era lo mejor que me había pasado en la vida sin dudar, ellas eran lo mejor de mi vida. Pasar las tardes con ellas, compartir las cenas y de vez en cuando el desayuno, era fantástico. Me sentía flotar sobre una nube, y sí, probablemente ya estaba más idiota como Ron y Hermione temían, pero era completamente feliz por eso. Estaba loco, loco de amor y cariño por ellas dos y estar al pendiente de los deseos de Pansy y de los caprichos de Lizzie, era todo lo que deseaba hacer de ahora en adelante. Así que los papeles bien me los merecía y aceptaría más si es que eso me permitía estar al lado de ellas.
Y no, no es que faltara al trabajo para estar con ellas dos, Pansy jamás lo permitiría, aunque Lizzie protestara por ello y yo estuviera a punto de ceder a todo lo que esa niña pidiera, como pasar las mañanas viendo películas con un montón de panqueques cubiertos de chocolates y bombones, pero como me era necesario compartir mi tiempo con ellas dos, me negaba rotundamente a quedarme más horas en el cuartel de aurores, a pesar de que veía la montaña de papeles crecer. Me negaba, aunque me dijeran que de eso dependía detener el ataque de dementores o de una fuga de Azkaban masivo, nada era capaz de retenerme en este lugar.
Pero, ahora tenía una montaña de papeles que no pedía, sino exigía mi atención y tiempo, y mi jefe no se quedaba fuera de esa cuestión. También debía aprovechar ahora, pues Pansy estaba tan concentrada en el próximo evento en el museo, que poco tiempo tenía para estar con ella o al menos convivir como lo habíamos estado haciendo. Aunque bueno, eso no era algo que me disgustara tanto como al principio, pues si Pansy estaba muy ocupada al llegar a casa, yo cuidaba a Lizzie mientras ella trabajaba ya fuera en su despacho o en la sala, y debía admitir que pasar mi tiempo con esa niña equivalía a todos los galeones que pudieran existir en Gringotts.
Pasaba tardes enteras jugando al té, viendo películas, escuchándola hablar, viéndola practicar sus pasos de baile que su abuela Cissy insistía que debía tomar, o acompañándola mientras apretaba las teclas del piano que su tía Astoria le mostraba. Y no es que me disgustara que Lizzie tomara todas esas clases, no tenía ningún derecho a exigir lo contrario en realidad, pues aquella familia era la familia de mi futura familia, si, así de complicado e inesperado era todo, pero lo que no me parecía justo era que Lizzie tomara tantas actividades en un solo día.
—¿No crees que es mucho para una niña? —le pregunté a Pansy en una ocasión durante la cena— Toma sus clases normales, además de clases de baile y música.
—También de idiomas, Harry —contestó ella con total normalidad y tranquilidad.
Abrí los ojos inmensamente, viendo a mi pequeña lucecita tomar su vaso de leche sin prestarnos verdadera atención, entretenida más en alcanzar otro poco de pollo que no dude en pasarle.
—Creo que es demasiado —no quería parecer estricto o alguien que sentía que tenía derechos sobre ella, pero me preocupaba que Lizzie pudiera saturarse con todo eso.
—No lo es, Harry. Lizzie toma las clases que debe tomar, actas para su edad —contestó ella, en un tono de voz tranquilo, dándome a entender que entendía mi preocupación y no estaba malinterpretando nada—. Míralo de esta forma, la cabeza de Lizzie es como una esponja, adsorbe todo lo que pueda, tanto las cosas buenas, como sus clases, así como las no tanto, como las palabras de Draco respecto a ti. Es una niña brillante —dijo con orgullo mirando a su hija—, y aprende rápido.
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La promesa | Hansy
RomanceLas promesas son valiosas, aunque existen algunas que no se pueden cumplir, simplemente porque no sería correcto hacerlo. Pero existen otras qué a pesar del tiempo transcurrido y las circunstancias, merecen una oportunidad de hacerse realidad.