Esperanza y decisiones

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La mirada helada fue lo último que vi, mientras la varita se movía con fluidez y su otro brazo se ajustaba con más fuerza en torno a su hija, quien ya ocultaba la cara en su cuello. Me levanté de la silla dispuesto a detenerla una vez más.

Sentí aquel ahogamiento de desesperación, parecido como cuando la besé por última vez en el patio de Hogwarts, mientras la lluvia nos empapaba por completo y no podía dejar de besarla ni ella a mí. Cuando se dio la vuelta y caminó lejos de mí, y no pude contenerme más, no pude contener los sentimientos ni lo que surgió de mis labios, aquel te amo que venía del centro de mi pecho como un terremoto que se calmó cuando ella dijo lo mismo, y entonces la lluvia dejó de ser helada, dejó de querer matarnos a ser simplemente una ligera agua que nos limpiaba de todo mal, de todos los errores, de nuestro pasado, de nuestra historia, de todo aquello que nos prohibía a ser el uno del otro. Pero la lluvia volvió a ser helada, fría, como bloques de hielo aplastando esa epifanía en la que nos metimos al decirnos te amo.

No había más para nosotros en aquel entonces. No había más para nosotros ahora. Pero yo no podía aceptar eso. La amaba, la seguía amando igual.

Claro. Ella había cambiado, parecía más madura, menos ingenua y altiva, menos pretensiosa y fría, era más suave, más auténtica, más cálida, pero manteniendo ese porte soberbio, distante, sarcástico y elegante. Como si la vida le hubiera dado un giro por completo, como si esa preciosa niña de maravillosos ojos verdes y cabello rizado la hubieran hecho ser la verdadera ella. No más princesa de las serpientes, no más dama de hielo, no más la cruel chica del cuarteto plateado. Era simplemente Pansy Parkinson, una orgullosa sangrepura, una elegante mujer, una madre dedicada.

Era todo y más que eso, y yo estaba volviéndome loco de nuevo por ello.

Mi respuesta a su pregunta fue completamente sincera, y no me refería precisamente a este solo momento, yo quería estar con ella, lo he querido desde que la dejé porque todo estaba en contra. Mis ideas, mis miedos, mis traumas a que siempre mi familia me abandonaba. Esa inseguridad me apartó de ella, de la chica que más quise, por la cual no pude querer a nadie más, no más que a ella.

Y ella lo entendió, entendió que no me refería a mi invitación de tomar un helado. Era mi deseo y determinación de querer estar con ella. La vi defenderse, cubrirse y protegerse y proteger a su hija de mí, como si fuera un intruso en su vida. Pero yo no quería ser un intruso, quería estar a su lado, ahora que todo parecía estar a favor de lograrlo, excepto quizá mis propias acciones del pasado para con ella, el haberla dejado con excusas que ahora sonaban tontas y trilladas, llenas de miedo y tan faltas de valor, palabras de un chico cobarde que se jactaba de ser un león.

Pero no iba a permitir que de nuevo mis dudas, temores me lo echaran a perder. La familia Weasley me había alejado de ellos cuando me divorcié de Ginevra, ella hablaba peste de mí, de una infidelidad inexistente y de un amor burlado por mí, porque dijo que nunca la amé y sólo jugué con sus sentimientos. ¡Merlín, bendito! Yo no jugué con sus sentimientos, es más, traicioné los míos para estar a su lado, para intentar corresponder a sus sentimientos, y aunque en parte no se lo merecía, creí sinceramente que eso era lo correcto, que estar con ella era lo mejor y llegué a quererla de verdad, no como pretendía y ni como ella quería, pero lo hice.

Las personas que creí como mi familia me dejaron, ahora sólo contaba con la presencia de Hermione y de Ron, quien había estado furioso cuando le anuncié mi divorcio, pero nuestra amistad pudo superar aquel terrible bache entre su hermana y yo, haciéndose merecedor del rencor de la propia Ginevra. Entonces, ¿Por qué no intentar estar con Pansy cuando era lo único que quería y no tenía que darle cuentas a nadie de lo que hacía con mi vida ya? Suficiente había dado ya por el mundo mágico.

La promesa | HansyWhere stories live. Discover now