La Isla de los Perdidos no era un lugar en el que una niña de cinco años debía estar, pero sin embargo allí se encontraba ella.
Las calles, que estaban completamente oscuras y desiertas, le causaban demasiado terror a la chica de ojos azules.
— ¿Mamá? —Susurró Jane, buscando con la mirada a la mujer que le daba amor y cariño cada día de su vida. — ¿¡Mamá!? —Repitió un poco más alto, pero nadie le contestó, así que ella comenzó a caminar con inseguridad por el terreno; con la esperanza de encontrar a la persona que estaba buscando.
Estaba completamente sola en un lugar que ella no conocía, pero algo en su interior le decía que no estaba a salvo.
Oyó el maullido de un gato callejero que parecía estar molesto por alguna razón y se sobresaltó.
— ¡Papi! ¿¡Dónde estás!? —Chilló la pequeña hada, asustada, antes de correr hacia el escondite más cercano: una mansión vieja que parecía estar en ruinas; sin embargo la niña ingresó a la misma por la puerta principal. — ¿Papá? ¿Estás aquí? —Cuestionó, insegura, encendió la luz de la habitación solo para percatarse de que se encontraba en una sala de estar llena de muebles viejos y sucios; además de que las paredes estaban llenas de hojas en las que habían muchísimos dibujos de una mujer de cabello blanco y negro usando diferentes atuendos de pieles de animales.
Se quedó observando aquellos bocetos durante varios minutos, estaba fascinada porque los diseños eran magníficos, pero se paralizó al sentir una mano en su hombro.
— ¿¡Y tú de dónde saliste, mocosa!? —Le gritó la villana, con un rápido y brusco movimiento logró hacer que la chica de ojos azules se volteara. Entonces la niña se dio cuenta de que ella era la mujer que estaba en todos los bocetos que se encontraban pegados en las paredes del cuarto. — ¡Te voy a enseñar lo que les sucede a las ratas escurridizas y ladronas como tú que se meten en la mansión De Vil! —Gruñó antes de empezar a arrastrarla hacia una de las habitaciones, ya que allí la castigaría, la pequeña hada intentó liberarse pero sus esfuerzos fueron en vano así que cerró los ojos mientras suplicaba que no le hiciera daño.
Jane gritó con desesperación y entonces abrió sus ojos rápidamente, tardó unos segundos en percatarse de que ya no se encontraba en aquel lugar tan terrorífico. Ahora estaba en su cama, temblando mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
—Fue una pesadilla, nada de lo que soñaste no es real, esa mujer no existe. —Susurró la niña, abrazando a la muñeca con la que ella dormía, pero seguía asustada así que se bajó de su cama y abrió la puerta de su habitación para acto seguido salir de la misma.
La chica de ojos azules bajó las escaleras corriendo, mientras aún sostenía a su muñeca, deseando buscar consuelo en sus padres.
Pero lo que Jane encontró fue el comienzo de una guerra familiar que se estaba llevando a cabo en la cocina.
— ¿¡Por qué no puedes hacer nada bien!? —Le recriminó el hada madrina a su esposo, mientras se cruzaba de brazos y lo miraba con una expresión seria.
— ¡Estoy haciendo exactamente lo que me pediste que hiciera, cariño! ¡Estoy lavando los platos! —Respondió el hombre, encogiéndose de hombros, mientras movía sus manos y continuaba realizando aquella tarea con magia.
— ¡Debes limpiarlos como la gente normal lo hace! —Exclamó la madre de Jane, indignada, tomó los platos que levitaban debido a la magia y los guardó en la alacena.
—Que estupidez, somos seres mágicos, vivimos de esto. —Mencionó su esposo, sin poder creer lo que acababa de oír.
—No, estas abusando de tus poderes, ¡sabes perfectamente que el uso de magia está prohibido desde hace dos años; cuando encerramos a los villanos en la Isla de los Perdidos y colocamos una barrera mágica para evitar que se escapen! —Se quejó la mujer, negando con la cabeza.
—No seas exagerada, querida, la magia no hace daño. —Se opuso él, dejando de utilizar sus poderes.
— ¿¡Cómo puedes decir tal cosa!? —Cuestionó el hada madrina, sorprendida por las palabras del hombre con el que convivía. — ¡La magia se vuelve realmente peligrosa cuando la utiliza la gente equivocada! ¡Recuerda las manzanas envenenadas, las ruecas hechizadas, cuando Jafar se robó al genio y luego de desterrar a Aladdin lo obligó a convertirlo en el hechicero más poderoso y todo lo demás! ¡Yo terminé convertida en piedra debido al egoísmo y la sed de venganza de las hermanastras y la madrastra de mi queridísima Cenicienta!
— ¡No te atrevas a compararme a mí con los villanos! ¡Y sí, te convirtieron en piedra hace años, pero no estas muerta! —Gruñó el hombre, señalándola con el dedo. — ¡Estas haciendo un escándalo solo por unos malditos platos!
— ¡No lo estoy pero eso no cambia el hecho de que esa gente merece haber sido desterrada! —Masculló su esposa, furiosa. — ¡Este problema no es solo por unos platos, es porque todos los seres mágicos que conocemos se han adaptado a las nuevas leyes del reino, excepto tú! —Alzó la voz, realmente le enojaba que él no respetara las reglas ya que existían para proteger a todos.
— ¡La nueva regla que prohíbe el uso de magia ley me parece completamente estúpida! ¡Y no todas las criaturas mágicas han aceptado estos cambios, no querían vivir en una sociedad que no les permite ser ellos mismos y se han ido, sin embargo yo aún sigo aquí! ¡Deberías valorar eso! ¡Deberías apreciar que durante los últimos dos años he intentado adaptarme, pero no puedo renunciar a la magia! —Gritó el padre de Jane, que ya estaba harto de oír tantos reclamos por parte del hada madrina, pero aún así la amaba con locura. — ¡Nuestros poderes viven dentro de nosotros, nos hacen especiales, no voy a renunciar a ellos! ¡Quiero que nuestra hija crezca en un mundo donde pueda ser ella misma, no quiero que esconda su verdadero ser, esa no es la vida que Jane merece!
— ¡Suficiente! Ya no quiero escuchar otra palabra tuya, la ley no debe cuestionarse, tiene que ser aceptada. —Intervino la mujer, cansada de oír sus argumentos. —Vas a tener que elegir entre tu familia o tu magia. —Sentenció, seria.
— ¿¡Qué!? —Su esposo la observó, el hada madrina no podía estar hablando en serio, pero él la conocía perfectamente así que sabía que ella no estaba bromeando. — ¡No puedes hacerme esto!
— ¿¡Yo no puedo hacerte esto!? ¿¡Yo!? —Repitió la madre de Jane, incrédula, lo empujó. — ¡Tú no debes priorizar tus poderes antes que a tu propia familia! ¿¡Qué clase de padre y esposo hace tal cosa!? Te lo diré: un hombre terriblemente egoísta que no quiere asumir sus responsabilidades, eso es lo que me demuestras que eres.
— ¡Yo solo intento darles lo mejor a las dos! —Se justificó él. — ¡Un reino sin magia no es un hogar para mí, ni para ustedes!
— ¡Si quisieras darnos lo mejor, dejarías de corromper las leyes! ¡Te estás arriesgando a ser desterrado, lo sabes perfectamente! —Gritó el hada madrina. — ¿¡Qué mierda es más importante para ti!? ¿¡Tu esposa y tu hija o tus poderes!?
Su esposo abrió la boca para contestar pero no lo hizo al escuchar un sollozo, inspeccionó el lugar con la mirada solo para darse cuenta de que la pequeña de ojos azules estaba mirando todo debido a que la puerta de la cocina estaba entreabierta.
—Hijita...—La llamó el hombre, pero la menor simplemente negó con la cabeza y dejó caer su muñeca para acto seguido subir las escaleras corriendo hacia su habitación. Él avanzó y tomó a la muñeca, suspiró hondo e intentó alcanzar a su descendiente pero el hada madrina lo sostuvo del brazo para que no se marchara.
— ¿Ves lo que haces? —Inquirió la mujer, observándolo con desaprobación, luego negó con la cabeza. —Estas arruinando a esta familia. —Añadió antes de abandonar la cocina para ir a buscar a Jane.
— ¡Yo no he hecho nada malo! —Se defendió él. — ¡Tú me presionas demasiado con todas tus patéticas reglas, y como eso no es suficiente para ti, también le exiges demasiado a nuestra pequeña! ¡Aquí la única que destruye nuestra felicidad eres tú!
Ésa no había sido la primera discusión que la chica de ojos azules había oído, pero había sido una de las peores.
Jane supo que, a partir de ese momento, nada volvería a ser lo mismo.
Ése fue el día en el que algo dentro de ella se rompió para siempre.
ESTÁS LEYENDO
The Wand For The Crown
FanfictionEn Auradon, donde los pájaros cantan, donde los reyes y reinas gobiernan sus territorios y donde el sol siempre brilla; todos viven felices para siempre, ya que sus vidas son perfectas. O al menos, eso es lo que quieren que los demás crean. La vi...