Narra Nicaury.
El sigilo era mi armadura en esa incursión nocturna. Cada paso, una cuidadosa pisada para no despertar el eco en los pasillos de mármol. La idea de que mi padre o mi hermano descubrieran mi hora de llegada –o, peor aún, mi escapada sin previo aviso– me aceleraba el pulso. Eran las 3:54 de la madrugada, y la culpa me punzaba tanto como la adrenalina de la fiesta que acababa de dejar atrás. La monotonía del palacio a veces se volvía insoportable, empujándome a buscar una bocanada de aire fresco, aunque fuera en la clandestinidad de la noche.
La repentina iluminación de la sala me paralizó. Allí estaba él, mi hermano, plantado en medio de la estancia como un juez silencioso. Su sola presencia disipó cualquier resquicio de alegría que aún pudiera quedarme.
—Nicaury —su voz era un reproche silencioso.— ¿Dónde has estado hasta estas horas?.— Intenté una sonrisa despreocupada, un escudo endeble contra su evidente disgusto.
—Solo salí un rato con una amiga.—Expliqué, esperando que la excusa fuera suficiente.
Su siguiente sonrisa fue fría, desprovista de cualquier calidez fraternal.—¿De verdad piensas que nací ayer, hermanita? Sé muy bien dónde estabas. Vi tu pequeña fuga por la ventana y por tu propia seguridad, envié a un guardia tras de ti.—
Sus ojos reflejaban una mezcla de furia contenida y genuina preocupación, una combinación que siempre lograba desarmarme.—No seas exagerado, por favor —rogué, acercándome a él con la esperanza de suavizar su enojo.— Solo quería divertirme un poco.
—¡¿Exagerado yo?! —Su grito, aunque contenido, resonó en el silencio de la noche.— Nicaury, solo me preocupo por ti. ¿No entiendes que te pones en peligro saliendo así? Eres una princesa, y el mundo está lleno de gente con malas intenciones.—
—¡Cállate! ¡Padre podría oírte! —s
Siseé, la urgencia tiñendo mis palabras.—¡Que nos oiga! —Replicó con furia contenida.—¡Estamos hartos de tus niñerías, Nicaury! ¡Tienes veinte años, por el amor de Dios! ¡Actúa como la mujer que eres!—Su voz se elevó de nuevo, cargada de exasperación.
—¿Qué sucede con estos gritos? —La voz grave de mi padre resonó desde lo alto de la escalera, su rostro marcado por una creciente preocupación mientras descendía.
—Esta… esta señorita ha vuelto a llegar a estas horas, y para colmo, se ha escapado del castillo.—Espetó mi hermano, la acusación clara en su tono.
—¡No te metas, Starling!.—Le lancé, la irritación a flor de piel.
—Nicaury… ¿cuándo vas a dejar de darnos estos disgustos? —Dijo mi padre, su mirada clavada en mí, una mezcla de decepción y cansancio.— Has cambiado tanto… tú no eras así. Desde que tu madre… —Su voz se quebró ligeramente antes de continuar.— Has adoptado esta conducta…— Rodé los ojos con fastidio. Siempre la misma cantinela. Estos sermones interminables ya me tenían al límite.
—¡¿Yo?! ¿Yo he cambiado? —Espeté, la incredulidad y la rabia tiñendo mis palabras.—Por favor, padre… usted no se preocupa por nosotros. ¡Lo único que le importa es su estúpido país, más que su propia familia! —La acusación resonó en el silencio de la sala. Su mirada se endureció, y vi cómo su mano derecha se alzaba, tensa, amenazante.
—Adelante —Desafié, con lágrimas de furia empañando mis ojos.— ¡Golpéeme! ¡Vamos!. —Él vaciló, su mano tembló en el aire antes de descender lentamente. Su última mirada fue un reproche silencioso antes de darse la vuelta y subir, con la espalda rígida, hacia su recámara.
—Nicaury… —Susurró Starling, acercándose con cautela para envolverme en un abrazo.
—Yo no pedí esto… —Mi voz se quebró, las lágrimas finalmente desbordándose.— Yo no pedí ser una princesa. Solo quiero… ser normal.—
—Ya, pequeña, tranquila.—Me consoló, su voz suave mientras acariciaba mi espalda.—Sé que papá a veces es… difícil. Pero él nos ama, Nicaury. A su manera, nos ama y quiere lo mejor para nosotros.—
—Extraño tanto a mamá. —Sollocé, aferrándome a su abrazo.
—Yo también, pequeña. Yo también. —Respondió, su voz cargada de una tristeza compartida.—Ven, vamos a tu habitación. —Dijo con una suave autoridad, guiándome hacia las escaleras.
En mi recámara, me dejé caer sobre la cama. —Descansa, hermanita.—Murmuró Starling, depositando un beso ligero en mi frente.
—No te vayas… quédate conmigo. —Le pedí, aferrándome a su mano.
—¿Quieres que me quede? —Preguntó, y asentí, sin poder articular más palabras. Me hice un espacio a su lado, y él se acostó junto a mí. Apoyé la cabeza en su pecho, sintiendo el latido constante de su corazón, y cerré los ojos, dejándome arrastrar por el agotamiento y la necesidad de su cercanía.
Un ruido áspero y persistente me arrancó del sueño. Desorientada, abrí los ojos y la visión de obreros trabajando directamente en mi ventana me heló la sangre.
—¿Qué está pasando? —Pregunté, la voz aún pastosa.
—Órdenes del rey, alteza.—Explicó Rachel con una resignación apenas disimulada—. Están condenando las ventanas de su habitación. Para que no vuelva a intentar escapar.
—¡No! ¡Mi padre está completamente fuera de sí! —Exclamé, incorporándome de golpe. La sensación de encierro me asfixiaba. Sin poder contenerme, salí de mi habitación, mi único objetivo era encarar a mi padre.—¡Papá! ¡Padre! ¿Dónde se ha metido? —Grité, mi voz cargada de indignación. Lo busqué por toda su suite, pero solo encontré silencio. Bajé corriendo a su despacho, donde lo encontré conversando con Starling.
—¡Padre!—Irrumpió en la habitación, mi mirada furiosa clavada en él.—¡Esto es inaceptable!—
—¿Qué sucede, Nicaury? —Preguntó mi hermano, con una sonrisa divertida danzando en sus labios.
—¡Que su majestad ha decidido sellar mis ventanas! ¡Como si fuera una prisionera! —Exclamé, gesticulando con rabia hacia mi habitación. La risa de Starling solo sirvió para inflamar aún más mi cólera.
—Lo hago por tu propio bien, hija.—Dijo mi padre, con una autoridad fría que me hizo gruñir internamente.
—¿Por mi bien? ¿Desde cuándo le preocupa lo que es bueno para mí? —Repliqué con amargura.
—Siempre. Siempre he velado por ti, Nicaury. Y a partir de ahora, cualquier salida será bajo la supervisión de la guardia real.—Sentenció, su tono inflexible.
—¡Le detesto, padre! ¡Con toda mi alma le detesto! —Lancé, dándome la vuelta y saliendo de su despacho, sintiendo las lágrimas de rabia quemándome los ojos.
—¡Yo te amo, hija! —Su voz resonó a mis espaldas. Un gruñido de pura frustración escapó de mis labios mientras me encerraba en mi habitación, sintiendo cómo la opresión me envolvía.
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Hola aqui ahí un capitulo nuevo. Este capitulo esta dedicado a @AishaPatel6... Es la primera que a leído esta historia.. Gracias por apoyarme
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Acepto
RomanceUn simple - Acepto.- Pronunciado con convicción o quizás con una mezcla de nerviosismo y esperanza, tiene el poder trascendental de redefinir el curso de una vida por completo, abriendo las puertas a un futuro antes inimaginable.