Capítulo 9

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Josué y Nicaury

Josué y Nicaury

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NARRA NICAURY

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NARRA NICAURY.

— Buenas noches .—Dije, sintiéndome un poco incómoda al ser el centro de atención de esa mesa tan formal.

—Princesa Nicaury, qué bueno que ya está aquí. Le presento a mi hijo Josué Windsor.—Dijo el rey Aarón, con una sonrisa que intentaba ser amable, pero que no lograba relajar el ambiente. Mis ojos se dirigieron al chico. Josué, que hasta ese momento se había mantenido en silencio, me dedicó una sonrisa discreta. Era genuina, lo cual me sorprendió un poco.

—Mucho gusto, mi nombre es Nicaury Elizabeth Dulcan —respondí, intentando sonar tan elegante como mi título lo exigía. Al escuchar mi nombre, Josué se levantó de su silla con una elegancia natural y extendió su mano hacia mí. No dudé en corresponder su saludo. Su mano era cálida, y su apretón firme, pero no dominante. Hubo un breve instante en el que nuestras miradas se encontraron, y pude percibir una chispa de curiosidad en sus ojos antes de que la retirara.

—Mucho gusto, soy Josué Windsor. Bueno ya mi padre me presento.—Dijo él, con una voz suave y profunda, volviendo a sentarse en su lugar. Yo tomé asiento al lado de mi hermano, buscando un poco de la familiaridad que me tranquilizara.

—¿Tú eres el chico con el que estoy condenada a casarme? —Pregunté, sin poder evitar el comentario. Una pequeña risa, casi un resoplido divertido, escapó de él, sorprendiéndome.

—Nicaury, compórtate. —Dijo mi hermano, dándome un codazo disimulado, y yo le respondí con una sonrisa pícara. Justo en ese momento, sentí una mirada penetrante sobre mí. Al buscar el origen, mis ojos se encontraron con los de la reina Anne, quien me observaba con una expresión muy seria, casi de desaprobación. No había rastro de calidez en sus ojos, solo una frialdad calculada. Pensé para mis adentros: *Creo que esta mujer es una aburrida. Me será muy divertido convivir con ella*. Por alguna razón, su seriedad no me intimidó; más bien, despertó en mí una extraña sensación de desafío."

—Ya, tranquilo —dije a mi hermano, mientras me concentraba en mi plato. Él me conocía demasiado bien y sabía que mi capacidad para la imprudencia no tenía límites.

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