Capítulo 7

6.1K 296 49
                                        


NARRA Richard.

La puerta del comedor se abrió, revelando a Rachel sola. La ausencia de nuestra pequeña hija fue un golpe silencioso. Su mirada se cruzó con la mía, y la sonrisa que me ofreció estaba teñida de una pena evidente.

—¿Dónde está mi niña? —Pregunté, la preocupación tensando mis palabras.

—Mi rey... no quiere bajar. —Murmuró Rachel, su voz suave cargada de impotencia.

Un impulso protector me invadió. —Prepara una bandeja, iré a verla.—Dije, levantándome de inmediato.

—Señor, si usted desea, yo podría llevársela. —Ofreció Rachel, con una sombra de inquietud en sus ojos. Negué suavemente, mientras ella, resignada, tomaba una bandeja y comenzaba a disponer el desayuno

—Papá, por favor, no discutas con ella.—Pidió mi hijo, su rostro infantil reflejando preocupación. Le ofrecí una sonrisa tranquilizadora.

—Voy con la bandera blanca.—Bromee, tomando la bandeja con cuidado y encaminándome hacia el santuario de mi pequeña.

Al llegar, la puerta de su recámara ofrecía una rendija de intimidad. Entré y la encontré acostada, la mirada fija en una fotografía. Las lágrimas surcaban sus mejillas como senderos brillantes bajo la tenue luz. Dejé la bandeja sobre una mesita redonda que presidía el centro de la estancia. Me acerqué a ella en silencio, sintiéndome intruso en su dolor, y me senté al borde de la cama. Al sentir mi presencia, levantó la vista, y sus pequeños y hermosos ojos, aún húmedos, se clavaron en los míos.

—Pequeña.—Susurré. Ella soltó la foto, que cayó sobre las sábanas, y se abalanzó sobre mí, aferrándose a mi abrazo con fuerza.

—Perdón, perdón, padre.—Sollozaba contra mi pecho. Yo solo pude estrecharla, sintiendo el temblor de su cuerpo mientras acariciaba su espalda con suavidad.

—Tranquila, mi amor, tranquila. —Murmuré, separándome de ella lo justo para poder mirarla a los ojos.

—Papá, no quise decir esas cosas... Es que me enojé mucho por lo de la boda, todo eso... —Explicó, sus dedos jugueteando nerviosamente con el borde de la manta.

—Entiendo, mi amor. Y perdóname tú a mí por mi reacción.— Admití, con sinceridad.

—Está bien, papá.—Dijo, y una pequeña sonrisa, aún frágil, iluminó su rostro.

—Entonces, ahora que la tormenta ha pasado, te traje la cena.—Dije, levantándome y llevando la bandeja hasta ella.

—Gracias, papá. —Respondió, tomando la bandeja y comenzando a comer con lentitud.

                         ...

NARRA Nicaury

Qué alivio hablar con papá y dejar atrás las diferencias. La tranquilidad de saber que todo está bien es inmensa.

—Papá. —Dije, mientras disfrutaba mi postre.— ¿crees que este matrimonio funcione?—

—Eso espero, corazón. Con tu madre también fue así al principio. Hubo roces, pero luego nos enamoramos profundamente. La amé hasta su último aliento, y aún lo hago. —Dijo con una sonrisa sincera. Su amor por mamá era evidente.

—La amas mucho.—Comenté.

—Sí, ustedes fortalecieron ese amor. —Respondió, y sonreí ante sus palabras.

—Me acuerdo cuando mamá te regañaba por darnos dulces antes de comer. —Recordé, sonriendo.

—Tu madre era especial, como tú
—Dijo, devolviéndome la sonrisa.

AceptoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora