Capítulo catorce

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Casandra

Estoy más cansada que la chucha de tanto caminar. La Anto me llevo a caballito un rato, pero se aburrió de mí y me bajó pa' ir a hablar con el Pablo.

—¿Por qué vienen al mirador?—Pregunto mientras observo a través de los árboles pa' ver si íbamos llegando o si faltaba mucho.

—Pa' estar lejos de gente como tú.

Habló el culiao antipático.

Lo miré y caché que venía al lado mío, porque el Pablo tampoco lo pescaba por hablar con la Anto.—¿Pa' qué me obligaron a venir entonces?

—Porque pasai encerra' o con tu pololito.—Me despeinó.—No hace mal tener amigos, Casandra.

—Si tengo amigos.

—La Antonia nomás.—Se rió burlesco.—¿O miento?

—No.—Lo miré y él ladeo la cabeza, porque no está acostumbrado a que le dé en la razón.—Pero, no necesito más amigos si tengo una amiga tan pulenta como la Anto.

—Llegamos.—Me dijo y apuntó hacia el frente. Caminamos un poquito más hacia la orilla y miré sorprendida el paisaje, porque de donde estábamos se podía ver toda la playa.

Qué lindo.—Le dije sorprendida al Bruno que, pa' mi sorpresa, tenía su mirada fija en mí.

—Gracias, si sé que soy lindo.

Me reí.—Gil.

—De lindo a gil,—Me miró divertido.—qué cambio más brusco, Casandra.

—Podí ser ambas sin ningún problema.—Empecé a caminar por un sendero que llevaba a la playa y me giré a mirar al Bruno, que sonrió. Pero, era distinto. No sonrió con esa típica sonrisa de superioridad que siempre anda trayendo, sino que, era una sincera. Una de esas que nunca había visto en él, pero, daría cualquier cosa por volver a ver.

Él caminó rápido para llegar al lado mío, sin borrar la sonrisa.—¿Entonces soy lindo?

Entrecerré los ojos, ladee la cabeza y sonreí ligeramente.—Y gil.

—Un gil lindo pa' ti.—Hizo una pinza con su dedo índice y el del medio y presionó ligeramente mi mejilla.—Con eso me basta.

Lo quedé mirando como hueona y decidí romper el ambiente que se había formado, porque empecé a sentir mi respiración entrecortarse:—Perdón por lo del otro día.

Él frunció el ceño.—¿Qué cosa?

—Cuando fue el almuerzo con el Felipe y prácticamente estaba echándote de tu casa.—Lo miré con vergüenza.—Perdón.

—Me dio risa.

—¿Mmh?

—Que no tení por qué disculparte, yo estaba cagao' de la risa.—Me dijo y cuando cachó que no le respondí, volvió a hablar en un suspiro:—Lo entiendo. Sé que es tu primer pololo y no queríai que el hueón con el que pasai peleando te cagara el almuerzo con el amor de tu vida.

—No es el amor de mi vida.—Dije sin siquiera pensarlo, pero, cuando vi la expresión del Bruno caché que le había dado material pa' huebiarme.—Gracias por entender y perdón igual.

Asintió y me miró divertido.—Entonces...

Por tratar de esquivar la pregunta del Bruno, apunté rápido hacia un árbol, haciendo que él mirara en esa dirección. Empecé a caminar más rápido, pero, en mi intento de escapar, me tropecé y me fui de hocico al suelo.

Culiao PesaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora