Capítulo veinticinco

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[Un mes después...]
Bruno

—¿Cómo me veo?

Sonreí y le tomé la mano a la Cassy pa' acercarla a mí, abrazarla por la cintura y darle un besito en el abdomen.

—Preciosa.

La Cassy se metió la polera dentro de la falda y me miró con cierta preocupación:—¿De verdad creís que es buena idea?

—¿Tenerte en el colegio todos los días? Pa' mí es la mejor idea que puede existir.—Sonreí y me levanté del borde de la cama.—Voy a ver si el Pablo se levantó.

—Oki.—La Cassy sonrió y se acercó a darme un besito corto.—Yo salgo en cinco minutos.

Asentí y subí rápido pa' encontrarme al Pablo tirao' en la cama, pero, por suerte, ya estaba listo.—Levántate, culiao.

—¡Sálvenme de esta tortura!—Se quejó y se tapó la cara con una almohada.—Yo sería tan feliz si fuese mantenido.—Se sentó y me miró con una sonrisa.—Brunito...

—No te voy a mantener, Pablo.—Le dije, mientras guardaba mis cuadernos en la mochila.

—Con esos amigos...—Bufó.—¿Tú creí que mi señora me quiera mantener?

—No.

—Tocará estudiar nomás.—Se levantó de la cama con toda la flojera habida y por haber y se estiró, haciendo tronar sus huesos.—¿Brunito?

—¿Pablito?—Lo miré con una sonrisa fingida, porque me estaba desconcentrando.

—¿Pa' qué me mirai así?—Hizo un mohín.—No vei que yo te quería preguntar algo importante.

El Pablo en las mañanas tiene dos extremos; o se queda raja dormido en todas partes o habla como si no hubiese abierto el hocico en diez años.

—¿Qué pasó, mi amorcito lindo?—Le apreté la mejilla con mis dedos.

—¿Lo tenís todo planeado ya?—Subió y bajó rápido las cejas.—Lo de pedirle pololeo a la Cassy, a eso me refiero.

Asentí y se me revolvió el estómago de los puros nervios.—Sí.

—¡Mi pobre corazón!—Se desvaneció en la cama.—¿Qué hice yo pa' merecer esto, Dios? Si soy tan lindo, chistoso, inteligente...

Me reí.—Ya, levántate. Tenemos que ir a buscar a la Antonia todavía.

—Verdad.—Se levantó de un tirón.—Vamos a buscar a la dueña de mi corazón.

Y dicho eso, salió de la pieza. Tomé mi mochila, me la colgué en el hombro y de pasada tomé la del Pablo —porque la había dejado ahí—para después bajar las escaleras. Cuando iba llegando al último escalón, desvíe mi mirada a la Cassy, que estaba mirándome con una sonrisa desde la puerta, lo que me distrajo completamente, haciendo que me doblara el pie llegando abajo.

Wuajajaja, pedazo de ahueonao.—Se rió el Pablo, mientras me apuntaba con gracia y con la otra mano se apretaba el estómago.

Sapo culiao.

—¿Estai bien?—La Cassy se acercó y me miró con preocupación.

—Ajá.—Dije rápido, aguantándome las ganas de pegar el medio grito.—¿Vamos?

Ella asintió sin quitar la preocupación de sus expresiones y, en cuanto se giró para abrir la puerta, me llevé el puño a la boca pa' morder mi mano e intentar ahogar un grito.

Esta hueá me pasa por tener una polola tan hermosa.

"Polola"

Cada vez que decía eso y me imaginaba pololeando con la Cassy, me sentía como el hueón más feliz del mundo. Sentía como todo dentro de mi estómago se ajustaba pa' hacerme sentir cosquillas y mi corazón se llenaba.

Culiao PesaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora