Capítulo veintidós

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Bruno

Yo estaba esperando un beso de la Casandra, no voy a mentir.

Mi mirada viajó hacia ella apenas la vi entrar y una sonrisa se posó en mis labios. Pero, mi expresión desapareció cuando la vi caminar cansada hasta su pieza, sin siquiera haber conversado un rato, cosa que es extraña, porque la Casandra habla hasta por los codos.

—Ya vengo.—Me levanté de la mesa y me quedaron mirando, pero no me importó, porque lo único que quería era saber si la Casandra estaba bien.

La puerta estaba entre abierta e iba a tocar para entrar, pero escuché la voz media dormida de la Casandra y me tensé, porque se notaba qué, con quien fuera que estuviera hablando, estaba incómoda.

—¿Se puede?—Pregunté a través de la puerta después de darme cuenta que la conversación por teléfono de la Casandra se había acabado.

—Depende.

Sonreí.—¿De qué?

—¿Qué me vai a dar?

—Un beso quizás... o dos, o tres.—Abrí lento la puerta y me asomé para mirarla mejor.—¿Te sirve?

—Quizás.—Sonrió cansada.—Ven, Bruno.

Me acerqué y ella se sentó sobre la cama, pero no sirvió de nada, porque cuando estuve al frente la abracé y cayó de espaldas sobre esta, dejándome rodeado entre sus piernas.

—Te extrañé un poquito.—Susurró y sentí mi piel erizarse.—¿Cómo es eso posible, Bruno Hidalgo?

—Porque estai profundamente enamorada de mí.

Sonrió con ternura.—Puede ser.

—¿Puede ser?—Entrecerré los ojos y comencé a hacerle cosquillas.—Es un hecho, Casandra.

Ella acercó sus manos a mi cara y empezó a acariciarme con la yema de sus dedos, haciendo que cada roce se sintiera mejor que el anterior.

—Yo estoy profundamente enamorado de ti, Casandra.—En cuánto dije eso, todos los fantasmas e inseguridades que cargo conmigo empezaron a jugar en mi cabeza.

—Te quiero, Brunito.—Se acercó a darme un beso en la frente.—Te quiero mucho.

Me acerqué y uní nuestros labios.—Yo te quiero más, Casandra.

Me quedé con ella hasta que se quedó dormida y luego me fui a mi pieza, donde encontré al care' raja del Pablo durmiendo en mi cama.

—Soy patuo', culiao.—Le quité las sábanas y este se despertó rápido, mientras se quejaba.

—Pensé que te ibai a quedar a dormir con tu princesa.—Tomó con fuerza las sábanas y me las quitó para taparse otra vez.—Vaya nomás, chu-chu.

—Pablo, no me hueí.—Volví a quitarle las sábanas.—No estoy de humor.

—¿Ya te patearon? No pensé que iba a ser tan rápido.

Negué con la cabeza y caí rendido sobre la silla de mi escritorio, para luego balbucear:—Tengo miedo.

—Estoy muy confundido, Bruno.—Se sentó sobre la cama.—¿Podí ser más específico? Mira que me acabo de despertar, y mis neuronas no funcionan al cien por ciento.

—Escuché a la Casandra...—Suspiré.—Me da miedo no ser suficiente pa' ella, Pablo.

—Bruno, no seai hueón.—Negó con la cabeza.—Se nota que a la Cassy le gustai caleta, porque déjame decirte que alguien tiene que quererte harto pa' soportar tu genio culiao'.

Culiao PesaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora