Capítulo treinta y tres

9K 615 288
                                    

Bruno

Después de nuestra pequeña interacción con la Casandra, subí como pude a la pieza y me tiré a la cama, donde me quedé raja... Hasta qué:

—Despierta.

Abrí lento los ojos y fruncí el ceño cuando vi a mi mamá mirándome con desaprobación, mientras negaba con la cabeza y se cruzaba de brazos.

—¿Qué pasó?

—Levántate, que tengo que hablar contigo.—dicho eso, salió de la pieza y escuché cómo bajó rápido las escaleras.

¿Seré hueón muerto?

Me levanté rápido y me fui a lavar la cara antes de bajar, donde me encontré a mi mamá sentada en el sillón. Cuando me vió, alzó ligeramente las cejas y me miró con cierta... ¿decepción?

—¿Qué pasó, mami? ¿Por qué me mirai así?

—Primero,—dijo molesta, mientras se pasaba la lengua por los dientes.—¿a quién chucha le preguntaste si podiai hacer un carrete en la casa?

Bajé la mirada y murmuré.—A nadie.

—Vino la Francisca hace un ratito, Bruno.—dijo y me miró con cautela, mientras yo le dedicaba una mirada confundida.—¿Querí saber qué me dijo?

—¿Qué te dijo?

—Que estaba embarazada.

—¿Cómo?—pregunté con cierta diversión, pero mi mamá me seguía mirando mal, así que me puse serio al tiro.—Es imposible, mamá.

—Sí sé.—asintió lento.—Le pedí que se hiciera un test aquí mismo y, por tu bien, salió negativo. Y mejor ni te digo cómo se puso cuando caché que estaba mintiendo.—se levantó y se mordió la lengua antes de hablar.—¿Qué estai haciendo con tu vida, Bruno? Te juro que cada día que pasa y con cada cagá que te mandai, siento que estoy haciendo mal la pega.

La miré cabizbajo, sin decir nada.

—¿Te crié yo para andar haciendo cosas a escondidas? ¿Para andar con gente tan falta de respeto como la Francisca? ¿Para que seai un cabro que aleja a la gente que realmente quiere?—me preguntó dolida.—Dime, porque si así fue, yo lo voy a entender.

—No fue así, mamá.

—¿Entonces, Bruno? Ya estai grande, hijo.—suavizó un poco la mirada.—¿Querí pasar toda tu vida así? Imagina la otra cabrita llegaba a estar embarazada, ¿qué hubierai hecho?

—No sé.

—Tení que aprender que los actos tienen consecuencias—habló y a los segundos dijo algo que hizo que me doliera el estómago:—Te estai transformando en la copia de tu papá, Bruno.

La miré rápido y negué con la cabeza.

—Te estai convirtiendo en la persona que más odiaste en su momento, porque no entendiai qué habíamos hecho para que nos dejara e hiciera tanto daño.—negó con desaprobación.—¿A quién alejaste así, Bruno?

Sentí mi pecho apretarse y murmuré:

—A la Casandra.

—Ya estai grande, Bruno.—suspiró.—Deja de tenerle miedo a lo desconocido. Que tu papá y yo no hayamos tenido un buen final, no significa que tú no podai tenerlo o que no existan.—llevó su mano a mi mejilla para acariciarla y habló con más tranquilidad.—Porque yo no quiero que pasen los años y seai infeliz. No quiero que lleguí a mi edad y sientas que no tienes nada o que perdiste en algún momento todo lo que amabai.—se le cristalizaron los ojos y habló con la voz en hilo.—Yo quiero que seai feliz.

Culiao PesaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora