Capítulo 19: Dearest Charlie Hudson.

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~Jason~

El trayecto en barco hasta la pequeña isla en la que mi abuelo tiene su cabaña es tan incómodo que preferiría estar tres días seguidos en Coachella sin ducharme y siendo juzgado por los demás asistentes por mi mal olor.

Matthew quiere preguntarme por él, por el capullo que abandonó a mi padre cuando era un crío y con el que tuvo la oportunidad de hacer las cosas mejor y, aun así, no lo hizo.

Para sorpresa de los dos, el primero en abrir la boca, es Francis.

– Señor Jay, no puedo evitar preguntarme... Si su abuelo se apellida Hudson, ¿cómo puede usted apellidarse Jay?

– Es el apellido del segundo marido de mi abuela. Cuando Charlie la abandonó y regresó a Hawaii, mi abuela tuvo que migrar a los Estados Unidos para darle una mejor vida a su hijo. Allí conoció a Michael Jay, quien adoptó a Jason, mi padre, y éste le pidió si podía tener su apellido, lo cual fue un honor para el hombre.

– Oh, ya veo. ¿Y cómo sabes que...?

– Mi padre no era un hombre vengativo, así que cuando mi abuela enfermó, ésta le pidió que buscase a su padre y, si quería, intentara tener una relación con él, pues para ella Charlie no era un mal hombre. Créeme: no existe capullo integral más grande que Charlie Hudson.

Llegamos a la isla, encontrándonos con otra sorpresa. Isabella y Jerome se sorprenden al vernos, caminando hacia nosotros.

– ¿Qué hacéis aquí? —Pregunta Matthew.

– Hemos recopilado información sobre el hombre lobo de ojos negros y nos recomendaron hablar con un erudito de lo sobrenatural. Pero no podemos acercarnos a su casa, tiene protecciones para toda clase de criaturas.

– Viniendo de mi abuelo, me lo esperaba. —Digo, dejando a los vampiros en shock.

Camino hacia la cabaña y cuando justo voy a llegar, siento un intenso olor a acónito que me detiene. En mi estado actual, acceder a casa de mi abuelo es improbable, por lo que decido hacer lo que todo buen nieto haría. Cierro los ojos y me concentro lo suficiente como para hacer uso de mis poderes de Sanador, los cuales florecen como una planta en primavera.

Uso las ondas de choque para reventar la puerta, la cual sale disparada al interior de la cabaña. Mi gruñido resuena por el aire y la mano de Matthew se posa sobre mis hombros cuando una voz que reconozco enseguida se alza sobre todo el ruido que estoy causando.

– ¿¡Quién ha rebentado mi puerta!? —Grita, saliendo al exterior— Jason. ¿Qué haces aquí?

– Charlie. —Respondo, con la voz más fría y la expresión más seria que puedo poner— Estoy de vacaciones.

– ¿Y has venido a verme a pesar de no hablarme desde hace ocho años? Pasad, por favor... No os quedéis en la puerta.

– No podemos entrar. —Respondo, cruzándome de brazos— Y tampoco es que quiera hacerlo.

– Oh, claro, las protecciones en contra de hombres lobo y vampiros... Aunque esa onda de choque, ¿eres un Sanador? Vaya, mi abuelo tenía razón... Somos una familia de Sanadores.

Charlie tapa las macetas con acónito y el olor desaparece de repente, sorprendiéndome. También se deshace de las cruces bendecidas y nos vuelve a invitar a entrar. Aunque no me apetece tener que quedarme más tiempo del necesario, que los tres vampiros que nos acompañan a Matthew y a mí lideren el paso me obliga a entrar también.

Matthew me toma de la mano y ambos entramos en la cabaña, la cual está igual a cómo la recordaba. Igual de desordenada, igual de protegida por objetos raros e igual de llena de cervezas. El vampiro intenta poner la puerta en su sitio, pero no parece tener éxito.

La Luz en la Oscuridad [Remastered]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora